No, no creo que este país vuelva a ser el mismo, ni creo que América Latina vuelva a ser la misma, ni el mundo entero pueda volver a serlo.

Habrá quienes estén viendo en esta agitación social que sacude a la civilización contemporánea, una especie de “pataleta” pasajera, una movilización de coyuntura o una conspiración universal de fuerzas oscuras, pero no. Esta agitación no es nada de eso.

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Lo que estamos viviendo es un fenómeno inédito que en nada se asemeja a las huelgas del pasado, a las movilizaciones del pasado, a los paros del pasado.

Ni siquiera alcanza a parecerse a esa sorprendente “Batalla de Seattle” en 1999, cuando se pretendía realizar la “Ronda del Milenio” en esa ciudad a instancias de la OIC y que terminó siendo un fracaso como consecuencia de la movilización sin precedentes que protagonizaron a lo largo de 30 días, sindicatos, organizaciones sociales y movimientos ecologistas. No.

El profesor José Candón Mena de la Universidad Complutense de Madrid escribió en el 2011 un texto: Internet en movimiento, que da luces sobre lo que está ocurriendo.

Parte de una afirmación hecha por Manuel Castells en el sentido de que la comunicación constituye la esencia de la actividad humana y que todas las áreas de esta actividad están siendo modificadas por los usos de la internet. Acude a Pisticelli para concluir que como la imprenta de Gutemberg, la internet está imbricada en una realidad social y cultural que da sentido a la tecnología y que hace posible que la revolución tecnológica pueda trascender a una auténtica revolución de la comunicación y, en último término, de la sociedad.

Lo que estamos viendo es una profecía largamente anunciada: La implosión del neoliberalismo como modelo económico viable, una implosión que se da en un escenario de comunicaciones sociales en red. Unas comunicaciones de estructura descentralizada, horizontales, multidireccionales y abiertas, que encajan como herramienta, en las necesidades de los nuevos movimientos sociales que son a su vez descentralizados, horizontales, multidireccionales y abiertos.

Mire al mundo, mire a Latinoamérica, mire a Colombia: Minorías étnicas, estudiantes, ecologistas, feministas, artistas, indígenas, obreros, campesinos, conductores, trabajadores oficiales, comunidades Lgtb, ancianos, barras de futbol, camioneros, profesionales, protagonizan conciertos callejeros, puestas en escena, canciones, coros y alegrías, sí, alegrías.

Y todo lo graban, lo difunden, y sabemos aquí lo que está ocurriendo allí en tiempo real, y surgen contextos, y las escenas se pueden ver a la manera de las grandes producciones de la televisión, con cámaras desde todos los ángulos. Cuando las noticias son publicadas por los medios, nosotros ya las sabíamos.

Entonces las cámaras desde los balcones descubren a los encapuchados como policías encubiertos, los desafueros de la fuerza pública quedan debidamente documentados, los argumentos de la institucionalidad se desbaratan frente a las evidencias y cada palabra de la autoridad es desenmascarada porque las malas intenciones se desnudan, aquí, y en todos los continentes.

La mirada reducida y parroquial de los gobernantes y sus áulicos, les impide hacer la lectura de lo que está ocurriendo.

Dan palos de ciego y actúan en la lógica del pasado. Creen que basta con el editorial favorecedor de algún medio tradicional o la perorata contraria de algún energúmeno, para que las cosas regresen a su cauce. Tratan de ganar tiempo, de distraer, pero nada les funciona.

Los políticos oportunistas salen a expresar solidaridades inexistentes, mientras votan a escondidas las propuestas neoliberales que arrinconan más a la ciudadanía. Siguen inundándose de privilegios con la esperanza de que nadie se va a enterar, mientras en tiempo real se publican en las redes sus votos y sus discursos. No tienen como ocultar lo que hacen, están ahí, totalmente desnudos, ahogándose en la estercolera de sus propios actos de corrupción.

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Está ocurriendo aquí en Colombia y en el mundo, los están grabando, pero ellos no quieren enterarse…

Comentarios:

Edgar
2019-12-08 22:41:26

Ah!No jodás. Entonces Alberto Morales descubrió que los encapuchados son policías encubiertos! La gran noticia! Entonces lo que debe hacer, honradamente es poner la denuncia con las pruebas fidedignas. Si nó, que no se esfuerce por mentir. Y lo de la alegría, pues en parte, porque al pequeño comerciante que ve diezmada su clientela, por culpa de los paros, no le hace ninguna gracia. Así es.

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