El texto acierta a graficar la vida y las pinturas de una joven judía alemana que nació en la fiebre de una guerra (16 de abril 1917) y se apagó en los hornos de otra, en Auschwitz en 1943.
A menudo, desafiando los cálculos de probabilidades, algunos libros llegan a nuestras manos para alumbrar sorpresas. Fue en mi caso el encuentro con David Foenkinos, escritor francés (1974- ) que como algunos otros no pudo soslayar la trágica secuencia vital de Charlotte Salomon.
Siguiendo el ejemplo de otras editoriales en múltiples idiomas la española Alfaguara tradujo e imprimió el libro-poema Charlotte. Escrito con frases cortas, versificadas, una debajo de la otra, el texto acierta a graficar la vida y las pinturas de una joven judía alemana que nació en la fiebre de una guerra (16 de abril 1917) y se apagó en los hornos de otra, en Auschwitz en 1943.
La travesía de Charlotte Salomon combina vitalidad y muerte. Sus padres formaban parte de la alta burguesía judeo-alemana. Era en este ambiente un médico cirujano especialista en cáncer y profesor universitario. Y su madre – Franziska Grunwald – devota enfermera abrumada por una historia familiar de suicidios. Al andar del tiempo no podrá eludir este impulso: frisando Charlotte los 9 años, la madre pone fin a su vida. Un hecho que se le oculta a fin de preservar en ella algún razonable equilibrio y facilitar su vocación pictórica.
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Dos circunstancias le enriquecen. Una: el matrimonio de su padre con la cantante de ópera Paula Lindberg Levi que tiende un cariñoso abrazo a su adolescencia. Y otra: las jornadas de pintura en la Academia de Artes de Berlín que la hacen merecedora de un primer premio que, por judía, le es negado.
La fiebre nazi la obliga a buscar al final de los años treinta algún refugio en comarcas que entonces ingenuamente se creían seguras como el sur de Francia. Allí moraban sus abuelos por el lado materno; allí sabrá que el suicidio es el acto preferido por su familia; allí pintará durante dos años más de 1300 imágenes y cuadros que pasan revista a una época y a su vida; y allí será prisionera de los alemanes que la conducirán a los hornos con un embarazo de cinco meses.
En Vida, ¿o Teatro? Charlotte pinta con tres colores – rojo, amarillo y azul – y esboza una triple escena- los cabarets que recuerdan a Brecht; las marchas nazis en las calles de Berlín; y la lírica música de un Schubert. Magnífica galería que hoy se puede admirar en el Museo Judío de Ámsterdam. Cuadros que bien se comparan con los de Matisse y Van Gogh.
La obra de David Foenkinos mereció varios premios internacionales; Goncourt es uno de ellos. Seix Barral y Alfaguara publicaron sus libros como La delicadeza y una biografía de John Lennon. Su entrega durante ocho años a la travesía y obras de Charlotte produjo un viraje en su vida. Un efecto que quien se interese en ella, en sus imágenes pictóricas y en la música no podrá eludir.
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