La religión católica no ha podido explicar las razones que tiene para impedir la ordenación sacerdotal de mujeres, aun cuando el número de congregaciones religiosas femeninas se deteriora por la falta de oportunidades y reconocimiento de su labor misionera.
Se termina marzo, en el que uno de sus días está señalado como el de la defensa de los derechos de la mujer, y por extensión se ha considerado el mes que se consagra a dicha finalidad. El gremio de los comerciantes ha hecho que esta fecha devengue en el día de la mujer, con la connotación simplista de celebrar a la mujer, simplemente por serlo. Sin embargo, la lucha por los derechos políticos y civiles de las mujeres hace rato dejo de ser la combativa argumentación acerca de la igualdad de sexos, pues el reconocimiento actual de la mayoría de los estados del mundo da fe de la competencia intelectual, sin discriminación.
La gracia de las mujeres es que pueden llegar a las dignidades y cargos más altos, sin comportarse como hombres. Para algunos hombres puede llegar a ser exasperante que una frágil mujercita les dé clases de matemáticas o lo venza en un debate público, pero la mejor arma de ellas es, precisamente, vencerlos desde la feminidad. La igualdad de derechos, oportunidades y de ingresos está en el talento y no en el talante. En Colombia hay casos significativos de la mujer exitosa; de hecho, tenemos a una en la Vicepresidencia de la República que, a pesar de la dignidad que ostenta, sigue siendo deliciosamente femenina.
Por su naturaleza la mujer es el centro de debate de temas tan delicados como el aborto y la maternidad. Para algunos el aborto es decisión, y por lo tanto responsabilidad, exclusiva de la mujer; hay segmentos sociales para los que es inconcebible la suspensión del embarazo por razones religiosas, llegando aun a proponer como premisa que la vida de la criatura por nacer esté por encima de la misma madre; y hay quienes suponen la expectativa de una vida nueva como asunto de Estado, que debe ser permitido mediante una regulación legal, impidiendo que sea manejado con las apreciaciones de un falso feminismo.
Pero si algo hay en lo que las mujeres mantienen una insuperable inferioridad frente a los hombres, es en el tema religioso. Para muchas religiones la mujer sigue siendo el ser impuro e indigno, por lo tanto, de ejercer funciones jerárquicas. En la India el hecho de la menstruación inhibe el derecho de entrar a algunos recintos y las relega a la exclusión. La religión católica no ha podido explicar las razones que tiene para impedir la ordenación sacerdotal de mujeres, aun cuando el número de congregaciones religiosas femeninas se deteriora por la falta de oportunidades y reconocimiento de su labor misionera.
En Colombia tenemos juristas, científicas, técnicas, periodistas y líderes sociales muy importantes. Hay médicas y científicas que nada tienen que envidiar de sus colegas hombres. Hay abogadas, juezas y magistradas de solvencia moral y profesional destacada. Y la empresa privada tiene cada vez más mujeres entre sus directivos. Lo que sigue siendo desigual en la participación es la política. Sigue siendo grande la diferencia entre hombres y mujeres. Una de las razones puede ser que las mujeres confían su voto más fácilmente a los hombres: el día en que las mujeres confíen más en ellas mismas, tal vez no exista esta diferencia.