Carta a los rectores de las universidades

Autor: Ricardo Ernesto Torres Castro
21 julio de 2019 - 10:02 PM

El modelo de gestión de las universidades sin duda debe cambiar, se debe poner a tono con prácticas del sector real, además porque nada más real que la educación.

Medellín

Ricardo Ernesto Torres Castro

Queridos rectores, esta carta es una pregunta más que nos hacemos sobre el futuro de la educación superior en Colombia. Hay crisis, no lo podemos obviar, el número de matrículas viene en picada, la educación pública está desfinanciada, la educación privada no cuenta con el respaldo político para hacer frente a la crisis, la calidad y el compromiso de la docencia ha decrecido, nuestros jóvenes viven inmersos en la incertidumbre de medios de información que los golpean desorientándolos, haciéndoles perder el horizonte y, finalmente, desertando de sus carreras. Las mismas universidades hemos tenido que suplir un rol de familia para acompañar a los estudiantes en la toma de decisión del programa académico. Muchas veces, y en algunos casos, hay más interés de las universidades en que los estudiantes finalicen un programa académico y no de sus familias. Vivimos también con personas que, aun perseverando en su decisión profesional, creen que sería bueno hacer algo diferente como ser youtuber, influencer, instagramer, fans o quienes quieren ser todo lo anterior, menos abogados, arquitectos, ingenieros o aquello para lo que se están formando. Sin embargo, hay otras preocupaciones que nos consumen tiempo. Es muy común ver hoy a las universidades enfocadas en aspectos de calidad documental. Documentos maestros, registros calificados, acreditaciones, etc. ¿Qué decir de las que se enfocaron en los rankings? Probado está que cuando un joven se acerca a la universidad no lo hace por sus acreditaciones y menos por los rankings. ¿Qué en definitiva es lo que buscan nuestros jóvenes cuando ingresan a la universidad? ¿Se trata de sus sueños o los sueños de sus padres? ¿Qué hace la universidad para convertirse en el sueño de su estudiante? ¿Qué emociones provoca entrar a una universidad? ¿Estos sueños responden al ideal de calidad contenido en un documento maestro? Ahora, todos estamos bajo la expectativa del nuevo decreto que busca reformar las condiciones de calidad de la educación. Es importante esto como lo otro, quizá, si lo miramos críticamente desde el deber ser, es más importante lo otro que esto, aunque esto sea determinante para lo otro.

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Así nos la llevamos. Hoy un rector debe estar de un aquí para allá atendiendo realidades financieras, administrativas, pedagógicas, de calidad educativa, en medio de muchas reuniones, de muchas visitas de pares, de muchas auditorías y cuando le da tiempo trabajando con sus docentes y estudiantes aspectos de identidad institucional y cercanía humana. Todo está cambiando, aunque sea cliché seguir diciendo que los cambios son acelerados y que hoy más que nunca lo estamos viviendo, aun así, esta verdad nos lleva a pensar en los siguientes pasos. El modelo de gestión de las universidades sin duda debe cambiar, se debe poner a tono con prácticas del sector real, además porque nada más real que la educación. Los procesos de calidad deben ser más simples, las formas de trabajo deben ser más flexibles, la promoción de escenarios de cocreación y trabajo colaborativo deben ir acompañadas de metodologías nuevas, la planeación debe ser ahora más flexible, más confiable, más seguida y menos compleja, finalmente, el talento que requieren nuestras universidades debe transformarse, debe tener la capacidad de adaptarse a las nuevas tendencias, debe dejar de estar dentro de la caja haciendo lo que por años ha hecho, debe salir si quiere generar valor, debe salir para que sus conocimientos se enriquezcan y estos se adapten a sus habilidades. Conocimiento y habilidades tienen un único factor multiplicador: la actitud. Nuestras instituciones dependen más hoy de la actitud de las personas que de sus propios conocimientos. De nada nos sirve que las personas sepan mucho si no son capaces de transferir sus conocimientos, si no se saben reconocer en un lugar común, si no saben trabajar e interactuar con el otro, si no entienden las coyunturas sobre las cuales versa la educación hoy. Entonces, ¿cuál debe ser nuestra apuesta? Pensemos corporativamente la educación.

¿Qué? Si, así como lo oyen. Hagamos que las universidades se gestionen de una manera diferente, esto es a la luz del gobierno corporativo, como un habilitador para alcanzar metas y eficiencia. En esto los rectores nos debemos unir más, para hacer que las grandes reformas a la educación no solo se queden en los llamados “factores de calidad”, sino en la forma como las universidades se hacen más eficientes y habilitadoras reales en el desarrollo del país. Ya hay intentos valiosos en Colombia de universidades que han hecho este salto; ya hay quienes por la cercanía al sector empresarial se dieron cuenta de esta urgente necesidad y se adelantaron mostrándonos el camino a las que aún no lo hemos hecho. De esas lecciones aprendidas, vemos hoy instituciones con baja dependencia en las matrículas, con desarrollos diferenciales, con infraestructuras sólidas, con procesos de internacionalización afincados más en la cooperación que en la movilidad, con desarrollos investigativos centrados en las spin off y las startups. De la capacidad que tengamos de pensarnos corporativamente, seguiremos generando valor, solidez y eficiencia, y, por tanto, no nos de miedo decirlo: desarrollo económico y bienestar general. El gobierno corporativo explica las reglas y los procedimientos para tomar decisiones en asuntos como el trato equitativo, el manejo de los conflictos de interés, la estructura de capital, los esquemas de remuneración e incentivos de la administración, las adquisiciones de control, la revelación de información, la influencia de inversionistas institucionales, entre otros. Si los rectores nos unimos en este propósito, generando influencia en la política nacional preservaremos el valor real de las inversiones humanas y financieras en el largo plazo. Para esto, es importante que nuestras instituciones como las redes donde hacemos parte, tomen como patrón epistemológico los principios y lineamientos del buen gobierno corporativo más reconocidos y utilizados actualmente como los emitidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los lineamientos del código andino de gobierno corporativo de la Corporación Andina de Fomento (CAF), los principios de buen gobierno para las sociedades peruanas de la Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores (CONASEV), los principios de buen gobierno corporativo de empresas del Estado del Fondo Nacional de Financiamiento de la Actividad Empresarial del Estado (FONAFE), y las lecciones aprendidas por las instituciones que ya han hecho esta implementación.

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Fraternalmente, un joven rector.

 

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