Carlos y Dicther, dos amigos que luchan por la gloria en su deporte

Autor: Juan Felipe Zuleta Valencia
19 noviembre de 2017 - 02:00 PM

Carlos Muñoz y Dichter Toro, recientes campeones bolivarianos en los Juegos de Santa Marta, son amigos desde niños y comparten un mismo sueño que los ha llevado por varios países: hacer historia en la lucha grecorromana.

Santa Marta, Colombia

En el austero coliseo del municipio de La Ceja, Carlos Muñoz y  Dicther Toro encontraron un deporte que rápidamente se convirtió en proyecto de vida. Sin embargo, ese espacio pronto les quedó cortico para su talento. Así que tuvieron que migrar diariamente.

“Recuerdo que muchas veces llegábamos al coliseo y no había motivación porque nos tocaba agarrarnos a luchar entre él, que era pesado, y yo, liviano, porque no había forma de un mejor entrenamiento. Luego empezamos a viajar a Medellín; salíamos a las cuatro de la mañana, entrenábamos todo el día con una sola coca de comida y nos devolvíamos en el último bus para La Ceja. Era un esfuerzo de casi todos los días y era bastante agotador. Luego ingresamos a la Villa Deportiva a entrenar a otro nivel, y créame que nunca habíamos chupado tantos golpes. Pero sabíamos que ese era el camino. Y cuando yo quería tirar la toalla él me agarraba y yo hacía lo mismo cuando Carlos no daba más”, cuenta Dichter sobre sus comienzos junto con Carlos, a quien considera como un hermano, pues desde pequeños fueron vecinos y luego compañeros y socios buscando surgir en la lucha grecorromana. Son más de diez años compartiendo objetivos, conociendo el mundo y apoyándose cuando el camino se ha torcido.

Luego de las dudas y las dificultades comenzaron a llegar las gratificaciones. “En el comienzo de mi primer ciclo olímpico gané el bronce en los Juegos Bolivarianos y luego levanté la medalla de oro en los Centroamericanos. Fue un ciclo muy fructífero para mí hasta que finalmente llegó la clasificación a los Juegos Olímpicos de Río. Fue una locura”, cuenta Carlos.
 

Su presencia en Río le exigía un esfuerzo mayor al que había experimentado. Así que luego de obtener el cupo se fue muy lejos de casa. Se concentró con el equipo colombiano de lucha durante seis meses, tres de estos en Europa. Y mientras Carlos estaba en España dejando hasta la última gota de sudor en su preparación para los Olímpicos, Emanuel, su hijo, llegó al mundo. “Fue durísimo no estar con mi mujer acompañándola en esos meses ni estar cuando nació mi hijo. Lo conocí a los 20 días de nacido. Tenerlo en brazos fue una motivación inmensa. Aunque quince días después tuve que volver a salir para los Olímpicos”, recuerda Carlos.

Los Juegos Olímpicos y todo el proceso que precedió a ese momento, significó una experiencia fundamental para Carlos. La exigencia, el entrenamiento a pesar de las lesiones y el agotamiento y, sobre todo, el espejo y la cercanía de la doble medallista olímpica Jackeline Rentería, le entregó a Carlos la convicción necesaria que quizás le faltaba hasta ese momento. “Estábamos concentrados en Portugal cuando Jackeline se fracturó la mandíbula entrenando. Ella ha sido un ejemplo de humildad y fortaleza. Jacke es tal vez la persona con más lesiones en este deporte en Colombia: fracturas, cuatro cirugías de rodilla y a pesar de las adversidades sigue adelante, mostrándonos que si ella pudo ganar dos medallas olímpicas y un título mundial, nosotros también podemos lograrlo”, resalta Carlos, quien sabe perfectamente de lesiones.
 

Pero si 2016 fue un año soñado para Carlos por cumplir el objetivo de competir en unos Juegos Olímpicos, para Dichter fue una temporada difícil. “Me atrevería a decir que fue mi peor año deportivo, pero me sirvió para poner los pies en la tierra”, cuenta el deportista, que en opinión de Carlos es el luchador que más y mejor se ha preparado este año en el país. Algo que Dichter reconoce con humildad pero también con orgullo. “Después de ganar medalla de bronce en el Panamericano de mayores, luchando ante rivales muy fuertes, se me volvieron una obsesión los Juegos Bolivarianos. Fueron seis meses entrenando con el alma, descansando sólo los domingos. En muchas ocasiones me encontraba solo en el gimnasio, lleno de golpes y molido todo el cuerpo, pero sacaba fuerzas y lo hacía bien. Siempre a tope. Mi entrenador me decía: entrenar así causa hambre, hambre de ganar. Por eso aseguro que al que me hubieran puesto al frente en esa colchoneta lo hubiera vencido”, confiesa Dichter.

Y vaya si tenía sentido su confianza, pues aunque no estaba en los pronósticos para conseguir la victoria en los 59 kg, el joven deportista de 23 años se alzó con el oro en una última pelea que literalmente le costó sangre, pues por dos errores iniciales tuvo que arriesgar su integridad para equiparar las calificaciones ante su rival venezolano que buscó defender su renta. 
“Él se cerró con el alma para ganar y en un momento mientras yo mantenía la presión sobre él me dio un cabezazo bastante fuerte y me abrió la ceja, además ya venía con el ojo lastimado y la herida terminó por abrirse. Pero una medalla vale eso y mucho más. Con el oro en las manos que vengan todos los golpes que sean”, dice Dichter mientras sonríe para asegurar luego que así como se entrenó para los Bolivarianos así también será su preparación para los Juegos Centroamericanos y Sudamericanos. “No hay navidad ni cumpleaños. Todos los días van a ser iguales. Quizá no soy el luchador más talentoso, hay gente que nace con condiciones más especiales. Pero lo mío es el sudor y los golpes. Cuando uno hace un entrenamiento no puede pensar en los cinco mil que faltan sino en el que está haciendo en ese momento y hacerlo bien”, declara enérgicamente Dichter, quien no titubea para asegurar que su obsesión no es simplemente clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio sino obtener una medalla en los Olímpicos de 2020. “Es que yo me miro al espejo y veo a una persona con dos brazos y dos piernas, igual que el campeón olímpico. No hay nada que envidiarle, esto es de tener confianza y creer en el trabajo”, piensa el antioqueño.

Lea: Colombia se encamina al título de los Juegos Bolivarianos

Hay con qué soñar en grande
Dichter, al igual que Carlos, le mostró su aprecio y respeto a Jackeline, quien pese a perder sorpresivamente el oro en estos Bolivarianos, sigue siendo el faro en la lucha colombiana. “Decime qué deportista está exento de perder. Ninguno. Jacke es nuestro mayor ejemplo de perseverancia”, resalta el cejeño, quien además asegura que con trabajo y buena suerte con las lesiones Colombia puede tener en los próximos Juegos Olímpicos la mayor participación de luchadores con aspiraciones reales de medallas.
Serán tres años muy difíciles, intensos y seguramente llenos de emociones. Pero si afrontan ese tramo juntos como hasta ahora seguro se les hará más fácil. “Yo soy dos años mayor que él y trato desde esa experiencia de ayudarlo mucho, es muy humilde para pedir un consejo y a mí me gusta saber que puedo darle alguna ayuda para su desempeño. Además él es muy técnico y yo me apoyo mucho en ese fuerte suyo”, cuenta Carlos.

Antes de la final que cada uno afrontó en Santa Marta, Dichter le dijo a Carlos mientras calentaban: “Oíste parce, toda la vida juntos pues”, luego salieron al escenario y de forma simultánea ambos se coronaron campeones bolivarianos en sus respectivas categorías. 

Hoy por hoy y en gran parte gracias a sus logros, los niños del municipio tienen un coliseo mejor acondicionado para practicar deportes de combate. Ambos tienen claro que cada pelea que enfrentan también lo hacen por los jóvenes de La Ceja. Dichter por ejemplo la tiene clara y dice que una vez finalice su tiempo como deportista quiere convertirse en sicólogo y entrenador para ayudar a salir adelante a los muchachos del municipio. “Yo quiero ser un entrenador que logre empelicular con el conocimiento pero también con la pasión a los pelaos”, dice.
Asegura también, que el país puede estar seguro de que él y Carlos  van a dejar la piel donde haya que hacerlo para dejar en alto a Colombia y el deporte que aman.

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