La comercialización de la medicina expresa la antítesis del sentido de la beneficencia: algo de esto tiene también la mastectomía profiláctica.
La confianza irracional en las posibilidades y beneficios de las aplicaciones técnicas genera psicológicamente un terreno fértil para la imposición de deseos y expectativas similares a las del narcicismo de Dorian Gray, obstinado buscador de una juventud eterna que sacrifica su honestidad en pos del aplazamiento del deterioro corporal inevitable. El choque con la realidad humana, limitada, contingente, algunas veces nos recuerda también al inmortal tribuno romano Marco Flaminio Rufo, de un cuento de Borges, quien termina buscando afanosamente las aguas del río que le devolvía la mortalidad propia de todos los humanos, pues el tedio de haber vivido un número casi infinito de veces todas las experiencias, había convertido su vida en un absurdo de repeticiones y monotonías imposibles de tolerar.
Ocurre ahora una notable paradoja: en cáncer de mama hay importantes avances desde el siglo XIX. El cirujano norteamericano Halsted impulsó las cirugías con grandes resecciones. Posteriormente, con un mejor conocimiento del curso natural de la enfermedad, se lograron mejores resultados con operaciones de menor envergadura; en los años 70 del siglo pasado se promueven otras medidas adyuvantes -quimioterapia y radioterapia- y la tendencia progresiva a efectuar procedimientos de menor trauma, resecciones de partes más pequeñas de la glándula afectada y manejo más preciso de los compromisos linfáticos.
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Pero aquí se aproxima la paradoja, la contradicción aparente o idea que se opone a lo que indicaría el sentido común: ahora se opera a las sanas, se les extirpan los senos sin que exista evidencia objetiva de enfermedad a muchas. La mastectomía profiláctica se extiende –fenómeno numérico quizás similar a las cirugías de embellecimiento- como se extiende la moda del uso de los marcadores genéticos BRCA1 y BRCA2, a pesar del conocimiento claro de las limitaciones de estos exámenes en cuanto a su valor predictivo. Un bajo porcentaje de casos de cáncer de mama tiene relación con el componente hereditario.
Hay hipertrofia de expectativas en salud: en ello influye el habilidoso uso de estrellas de la farándula. En el mundo de la “post-verdad” lo que estas hagan parece convertirse en pauta de aceptación universal. También es cierto que hoy el discernimiento racional sobre los hechos pasa a un segundo plano: bastan las sensaciones, los “a mí me parece”, las opciones y decisiones personales y el ejercicio ilimitado de los deseos subjetivos determinados por estímulos externos poco visibles. Las víctimas de esos fenómenos argumentan –junto con quienes les proveen sus deseos, beneficiándose de ello- que asumen esas actitudes por decisión, no por moda. Como si se tratara de la aplicación de uno de los millones de tatuajes uniformes que la gente se hace aplicar para ser distinta.
El conocido autor Moynihan recuerda un hecho conocido desde hace años: hay estrategias para medicalizar la vida, para convertir situaciones existenciales en problemas médicos de mayor complejidad. De aquellas se destacan dos: a. proceder a transformar los riesgos -la eventualidad, lo que aún no ha sucedido-, en enfermedad; y b. explotar el temor al futuro, las preocupaciones para promover la intervención, convertir al sano en enfermo, al paciente en cliente-usuario, en una espiral sinsentido…
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Se pueden señalar hechos: hay reales conflictos de intereses, hay comercialización, hay corrientes contrarias a las evidencias que se convierten en modas, y que son estimuladas por los medios masivos de comunicación puestos al servicio de la promoción comercial del uso de la técnica: se habla en este campo del “efecto Angelina Jolie”. Una hábil estrategia sociológica propia de la época de la “post-verdad” cuando se confunde la supuesta autonomía de quien toma decisiones sobre su propia condición corporal basado en deseos y motivaciones generados por terceros, no por el justo reconocimiento de las variables facetas de la realidad. La comercialización de la medicina expresa la antítesis del sentido de la beneficencia: algo de esto tiene también la mastectomía profiláctica.