No exportamos, pero nos llenamos de productos importados, muchos de los cuales podrían sustituirse por productos nacionales para bien del empleo nacional, al amparo de un gran acuerdo nacional público-privado, que también serviría para los discursos que tanto gustan a nuestros políticos.
En la vereda Frisolera, del municipio de Don Matías, varios campesinos amigos están reunidos, como habitualmente lo hacen, para hablar de política, de fútbol, y por supuesto, de sus vidas y negocios. Don Argemiro, uno de ellos, dice que no ha podido cumplir con las obligaciones de un crédito obtenido para la cría de sus marranitos, pues el año pasado cayó el precio del cerdo; él no sabe que fue por culpa de los chinos y los mexicanos, que al no comprarle carne porcina a los EE.UU. obligaron a ese país a vender parte de ella en Colombia, con chicharrón incluido, por valor de 204 millones de dólares. Por el contrario, Pedro, criador pequeño de aves de corral, asegura que no tuvo un mal año, a pesar de que las compras de carne de pollos extranjeros -no gallinas gordas y sanas como las suyas- ascendieron a 74 millones de dólares el año anterior. De otra parte, Argemiro y Pedro comparten la preocupación de su buen amigo y vecino de vereda, Genaro, quien tiene algunas vaquitas que producen 50 litros diarios de leche, y se ha visto obligado a asociarse con otros pequeños productores para comprar un tanque de enfriamiento, y así poder venderle a Colanta; aunque se reajustó el precio de leche cruda un 3 por ciento, la situación en general del sector no es buena, y depender de esa gran empresa láctea lo es menos. ¿Y cuál será mi futuro si continúan aumentando las compras de lácteos en el extranjero? , se pregunta Don Genaro. Efectivamente, 68 millones de dólares compramos los colombianos el año anterior de leche, en EE.UU., México, Bolivia y Uruguay, y 26 millones en quesos, casi todo en EE.UU. -No será produciendo “quesitos” ni vendiéndole a la procesadora, que voy a conseguir plata con mis vaquitas-, dice nuestro amigo lechero.
Esperaba su turno para hablar, y por fin lo hizo, William Guillermo, el joven que no quiso irse de la región para dedicarse al cultivo de legumbres y hortalizas, motivado porque escuchó decir al mandatario regional que se crearía una empresa para comprar a excelentes precios y sin intermediarios toda la producción a los campesinos paisas; pues bien, dice el joven: “EL MUNDO publicó que en 2018 importamos 300 millones de dólares en legumbres frescas y en conserva, incluyendo 17 millones de dólares en cebollas chinas, 17 millones en mermeladas, 12 millones de dólares en jugos de frutas, e incluso 8 millones en maicitos dulces. Qué bueno sería que algo de eso se nos comprara a los campesinos colombianos”. Nuestros amigos no sabían que otros 370 millones de dólares de productos alimenticios preparados también fueron importados, más, 235 millones en frutas. En medio de la animada charla de amigos, preocupados, pero con humor, alguno de ellos dijo que quizás el agua con que pasaban el aguardiente era importada, pues supo que las importaciones de ese líquido en Colombia el año anterior ascendieron a 197 millones de dólares, más de tres veces las exportaciones nacionales de aguacates Hass.
En la conversación intervino Mariela, apesadumbrada porque al taller en el cual ella trabaja como operaria, el Éxito le canceló el contrato de maquila pues ahora esa cadena de almacenes compra la ropa en China, lo mismo que está ocurriendo con casi todas las empresas confeccionistas del pueblo, a las que lamentablemente nunca les enseñaron a producir paquete completo para vender y comercializar directamente. Nuestra amiga tiene razón, pues Colombia importó en 2018 más de 783 millones de dólares en confecciones, generando con ello mucho empleo en China, Bangladesh, Vietnam y Turquía, pero no en Don Matías. Pronto el sector confeccionista será historia en el país, como ya lo va siendo el de calzado, que el año anterior vio como ingresaron 396 millones de dólares en zapatos provenientes de China, Vietnam y Brasil. Mariela incluso compró a través de Alibabá un par de hermosas botas pantaneras de moda, por solo 4 dólares.
Quizás en San Bernardo del Viento un grupo de amigos tome ron mientras conversa sobre los 235 millones de dólares que compramos de pescado en el exterior, a pesar de tener dos mares y gran riqueza hídrica, o tal vez en Carmen de Viboral se enciende un pequeño horno milimétricamente llenado con diversos productos cerámicos, mientras llegan a Buenaventura cientos de contenedores milimétricamente llenados con productos similares de China, Brasil y España, que el año anterior nos costaron 216 millones de dólares. No exportamos, pero nos llenamos de productos importados, muchos de los cuales podrían sustituirse por productos nacionales para bien del empleo nacional, al amparo de un gran acuerdo nacional público-privado, que también serviría para los discursos que tanto gustan a nuestros políticos.