Más de tres décadas después de incorporado el concepto de Desarrollo Sostenible en el Informe Brundtland (1987), la sociedad moderna se enfrenta al dilema de cómo asegurarlo.
Por Santiago Jaramillo Jaramillo
El desarrollo sostenible se ha entendido en su generalidad como la integración de asuntos ambientales, sociales y económicos, que permiten a las generaciones actuales satisfacer sus necesidades sin comprometer las demandas de las futuras. Sin embargo, la realidad muestra que lograrlo no es tan sencillo. Más de tres décadas después de incorporado el concepto de Desarrollo Sostenible en el Informe Brundtland (1987), la sociedad moderna se enfrenta al dilema de cómo asegurarlo.
La integración de la triada sostenible resulta ser compleja, ya que implica hablar de viabilidad, aplicabilidad y equidad. Viabilidad económica de la solución a los problemas ambientales, viabilidad ambiental respecto al crecimiento económico de la sociedad, aplicabilidad de dicha solución bajo los estándares de calidad de vida y equidad en el acceso a los recursos naturales y a los beneficios del crecimiento de la economía, con una perspectiva intergeneracional.
Para hacer operativo el desarrollo sostenible, existe un consenso desde el enfoque ambiental que implica la comprensión de los siguientes principios:
1). La tasa de aprovechamiento de los recursos naturales renovables debe ser al menos igual a su tasa de regeneración. 2) La tasa de uso de los recursos naturales no renovables debe ajustarse a la tasa en que se crean sustitutos renovables. 3) La tasa de emisión de desechos a la biósfera no debe superar la capacidad de la misma para asimilarlos.
El común denominador en los dos primeros principios es el consumo de recursos naturales, consecuencia de la utilización de bienes por parte de la sociedad. Por tanto, no es una opción pensar en restringirlo, pues no hay desarrollo sostenible sin una economía que le permita a todos los miembros de la sociedad contar con los recursos monetarios suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. En consecuencia, al ser el consumo de recursos naturales una necesidad, se requiere aumentar la eficiencia, es decir, obtener muchos más servicios y beneficios por cada unidad de material consumido.
Se han planteado sólo algunas de las dificultades desde la perspectiva ambiental para el logro del cometido del desarrollo sostenible y se magnifican cuando se involucran además las perspectivas económica y social. Queda en evidencia que los retos por resolver no son nada sencillos y que el tema debe ser abordado con toda responsabilidad como sociedad, empresa y gobierno.
¿Cómo resolverlo? En primera instancia, entendiendo que el enfoque debe ser enfrentando el problema desde la fuente, es decir, haciendo todo lo posible por evitar que éste se genere y logrando que su magnitud, en términos de cantidad y peligrosidad, sea lo más baja posible. Es así, como cobran relevancia las normas de producto y el concepto de ECONOMIA CIRCULAR, el cual ampliaremos en nuestra próxima columna.