El gas y el carbón no sólo son baratos, sino que además generan electricidad cuando nadie más puede hacerlo, por eso se llaman energías de respaldo
La Comisión Global de Economía y Clima (CGEC) es una iniciativa internacional, de la cual hace parte Colombia, creada para examinar cómo los países pueden lograr el crecimiento económico al tiempo que se enfrentan a los riesgos que plantea el cambio climático. El informe 2018 de dicha Comisión titulado “La nueva agenda del crecimiento” contiene elementos que vale la pena discutir.
El referido informe empieza afirmando que “Estamos en la cúspide de una nueva era económica: una que está impulsada por la interacción entre el rápido cambio tecnológico, la inversión en infraestructura sostenible y el aumento de la productividad de los recursos”. La nueva agenda de crecimiento afirma que los objetivos de crecimiento, acción climática y desarrollo están interrelacionados y que son complementarios del Desarrollo Sostenible (2015) y del Acuerdo de Paris (2016). Sus principales impulsores son la inversión a gran escala en infraestructura sostenible e innovación. Esta agenda afirma que impulsará el crecimiento a corto plazo de una mayor inversión en la transición baja en carbono, estimulará la innovación, la creatividad y el crecimiento a mediano plazo; a más largo plazo proporcionara la única ruta de crecimiento factible que se ofrece al mundo. La nueva economía climática es la nueva historia del crecimiento, pregona.
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Según estudios de la compañía alemana Kaiserwetwer, durante el 2017 en los países del G20 la generación eléctrica con combustibles fósiles registró costos nivelados entre 50 y 170 dólares por megawatio hora (MWh) producido, mientras que los proyectos de energías renovables se situaron entre los 30 y 60 dólares, pero omite mencionar que parte de las energías renovables se producen mediante grandes subsidios estatales y que la generación con combustibles fósiles carga con el impuesto al carbono.
Como mostramos en una anterior columna (Energías renovables y cambio climático), en Colombia el costo de instalación por MW en US$ para la energía solar fotovoltaica (FV) es de 1.107, para la solar FV distribuida (la de los paneles solares instalados en los techos de las residencias) es de 1.687 y de 1.663 para la eólica, mientras que para las térmicas a carbón es de 1.870. Pero como lo que realmente cuenta en el análisis de costos es el Factor de Planta (FP) - que mide la disponibilidad en tiempo durante el cual la capacidad instalada de la planta de generación puede operar efectivamente - la realidad es otra, ya que el FP de una planta térmica puede ser hasta del 90%, mientras que el FP de las centrales hidroeléctricas es del 70%.
El FP de las energías solares y eólicas es apenas del 20% y del 30%, respectivamente, en razón de que no todo el tiempo se dispone de luz solar o de vientos para que las plantas puedan operar. Esto significa que para reemplazar un MW hidráulico se requieren 3,5 MW solares y 2,3 MW eólicos, mientras que para un MW térmico se requerirían 4,5 solares y 3,0 eólicos, lo cual traducido a costos indica que para sustituir un MW carboeléctrico por uno solar se requeriría un 270% más de inversión, mientras que para sustituir un MW hidroeléctrico se necesitaría un 85% más. Esta información debió haberla conocido nuestro delegado CGEC antes de firmar el referido Informe 2018.
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El informe de la CGEC pretende ser una guía para que las inversiones mundiales en infraestructura, estimadas para 2030 en US$90 billones, sean destinadas a la lucha contra el cambio climático. La recomendación de los expertos de la CGE orienta hacia cinco modelos claves: sistemas de energía limpia, desarrollo urbano más inteligente, uso sostenible del suelo, gestión racional del agua y una economía industrial circular. Esto fue reproducido por una crónica publicada en la edición del Periódico El Espectador del día 6 del corriente mes, como una posibilidad aplicable a países como el nuestro, llegando incluso a ilusionarnos con una fórmula que nos llevaría a ser ricos sin contaminar los ecosistemas.
En la realidad los costos de las energías renovables resultan distintos, tal como lo muestra Humberto Montero en una crónica publicada el pasado 14 de agosto en el Periódico El País de Madrid. Es así como el costo fijo de la energía eólica terrestre es de 39 euros el kilovatio, según un reciente informe de la Comisión de Expertos en Transición Energética de España y el de la eólica marina es de 96 euros el kilovatio. La fotovoltaica tiene un costo fijo de 10 euros el kilovatio, pero con el inconveniente que el máximo de producción de las energías solares apenas superan las 2.000 horas anuales y las eólicas van de las 2.800 horas en las terrestres a las 3.500 de las marinas, mientras que los ciclos combinados de generación a gas, las centrales térmicas a carbón y la energía nuclear tienen un máximo de generación de 7.000 horas anuales. Esto quiere decir, como lo hemos estado insistiendo para el caso colombiano, que el gas y el carbón no sólo son baratos, sino que además generan electricidad cuando nadie más puede hacerlo, por eso se llaman energías de respaldo. En otras palabras, son vitales para garantizar firmeza y seguridad a la matriz energética de los países.
Finalmente el articulista de El País alerta a los usuarios para que no se dejen engañar más por quienes quieren llenarse los bolsillos con las placas solares y los molinos de viento. En España estos innovadores dejaron una deuda de casi 30.000 millones de euros, que aún están pagando los usuarios en una factura que sigue subiendo. Es que como afirma el dicho popular “de eso tan bueno no dan tanto”.
P.S. Las energías solares y eólicas se irán imponiendo en el mundo, a medida que se reduzcan los costos de instalación y se avance en tecnologías que posibiliten el almacenamiento de la energía producida en baterías o en otros dispositivos.