Cambiar el pasado

Autor: Henry Horacio Chaves
30 agosto de 2019 - 12:00 AM

Márquez y Santrich tuvieron la oportunidad de ir al Congreso de la República para aportarle a los acuerdos y ayudar a construir una sociedad más equitativa. No fueron capaces, no tuvieron ni la valentía ni la inteligencia para superar la ilegalidad y las armas; pero no nos pueden condenar a su pasado.

 

Medellín

Henry Horacio Chaves

Sí, parece una paradoja, pero ocurre todos los días. Aunque es frecuente la idea de que el pasado es inmodificable y por eso hay que vivir el presente para cambiar el efecto del pasado sobre el futuro, como dice Yolanda Ruiz en su libro “En el filo de la navaja”: nada cambia tanto como el pasado. Tiene que ver con las miradas, con el ejercicio mismo de la evocación que es uno de los rincones que habita el lenguaje para construir significado; y con las ganas.

Ya sea porque la memoria nos traiciona o porque haya una intención deliberada de resignificar la historia, cada versión sobre lo que ocurrió es distinta y determina la mirada sobre los hechos y sus protagonistas. No se trata de asuntos aislados ni mucho menos espontáneos, por eso, hay quienes niegan la existencia del holocausto Nazi, ponen en duda la llegada del hombre a la luna o controvierten cualquier hecho pasado; porque tiene que ver con la noción de mundo y con la esperanza de construcción de futuro.

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Y esta semana sí que ha cambiado el pasado en el país. Un lugar donde el realismo mágico ocurre todos los días, en el que conviven víctimas de todos los actores con quienes insisten en que no ha habido conflicto armado; y que apenas tuvo tiempo de asombrarse por una versión oficial que negó la existencia de desapariciones en la toma y retoma del Palacio de la Justicia, porque un grupo de camuflados anunció su regreso al pasado de las armas, como dándoles la razón a quienes creen que el pasado nos define, nos determina como personas y como sociedad, hasta convertirse en una especie de condena.

Pero no estamos condenados. Así como podemos cambiar el relato, resignificar el pasado, también podemos usarlo para leer de manera distinta el presente y afincar el deseo de un futuro mejor. Ni Márquez, ni Santrich, ni ninguno de sus nostálgicos socios de la guerra pueden arrebatarnos el sueño de la paz, porque no les pertenece. Ni a ellos, ni a quienes con más o menos disimulo celebran un renacimiento del fantasma que ayudaron a crear. Unos venden miedo, mientras muchos siembran esperanza, esos deberían ser quienes ocupen los relatos, quienes nos ayuden a contar la historia.

Márquez y Santrich tuvieron la oportunidad de ir al Congreso de la República para aportarle a los acuerdos y ayudar a construir una sociedad más equitativa. No fueron capaces, no tuvieron ni la valentía ni la inteligencia para superar la ilegalidad y las armas, para romper con el narcotráfico y las vías de hecho. Ahora el Estado, en nombre de la sociedad, está en la obligación de enfrentarlos bajo el amparo del derecho internacional y con estricto respeto por los derechos humanos. Quienes tomaron de nuevo el camino de las armas tendrán que responder individualmente por sus hechos, que no se amparen en ningún postulado político para ello, porque está claro que ese camino les quedó grande. No es que el Estado los haya traicionado, como alegan, son ellos quienes traicionan la historia. El suyo, no es el mundo de las ideas y por eso, más que cambiar el pasado, deciden vivir en él y habitarlo para siempre.

Pero así como es obligación perseguir a los rebeldes disidentes, es menester acompañar y proteger a la mayoría de los excombatientes que han honrado la palabra y a pesar de las dificultades, y seguro algunas tentaciones, han permanecido firmes en el proceso.  Hay que mirar atrás y recordar las víctimas que sí existen, para evitar que haya nuevas en el futuro. Hay que perseguir el sueño que le ha costado la vida a tantos, con la esperanza de que algún día la vida sea lo más importante.

Además:Una nostalgia que nos involucra a todos

Es inaplazable apoyar cotidianamente los proyectos productivos, las iniciativas de quienes sí cumplen con su palabra y su responsabilidad histórica, pero que no tienen el cubrimiento informativo ni la visibilidad de los cobardes que necesitan las armas para hacerse visibles. El eje no puede estar más en ellos ni en quienes tocan los tambores de la guerra, debemos poner el énfasis en quienes todos los días le apuestan a la paz, a la construcción de un mejor país.   

Los señores de la guerra no nos pueden condenar al pasado ni robar la esperanza; pero eso depende más de nosotros que de ellos. De manera que si tenemos capacidad para recordarlos, también es nuestra la potestad de sancionarlos con el ostracismo y reducirlos a su justa y pequeña dimensión histórica.

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2019-08-31 11:34:37
El énfasis debe hacerse en los excombatientes de todo grado, desde el guerrillero raso hasta, sí, hasta el que está en el Congreso,que se acogieron a un proceso de paz no exento de dificultades, y que siguen firmes a pesar de los contratiempos. Éstos son quienes necesitan del apoyo del Estado y del nuestro.

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