Calentamiento global: mitigación o muerte

Autor: Jorge Alberto Velásquez Betancur
16 agosto de 2019 - 12:00 AM

Los seres humanos no estamos condenados a padecer la historia, también la podemos cambiar

Medellín

Jorge Alberto Velásquez Betancur

Lluvias torrenciales e inundaciones, incendios forestales, deslizamientos de tierra, temperaturas cercanas a los 50 grados en el sur de Europa, deshielo en el Ártico, migración, resurgimiento de enfermedades que se creían desterradas. Estas son las noticias habituales en los medios de comunicación de todo el mundo en los últimos tiempos.

En nuestro caso, todos los días nos quejamos del intenso calor que agobia a la región, pero no nos preguntamos si es algo esporádico o permanente y tampoco nos detenemos a pensar si es o no el síntoma de una enfermedad mayor.

La advertencia es drástica: los efectos del calentamiento global se imponen y depende de nosotros adaptarnos o morir calcinados, deshidratados y hambrientos. Una catástrofe anunciada puede evitarse. No seremos tan obstinados los humanos de seguir caminando hacia el precipicio sin ofrecer resistencia.

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Los seres humanos no estamos condenados a padecer la historia, también la podemos cambiar. Y aunque todas las revoluciones populares han sido arrebatadas por las élites o por gobernantes deshonestos (la francesa, la bolchevique, la china, la cubana, la nicaragüense), es posible y deseable que la revolución ambiental que tenemos la obligación de poner en marcha, sea el primer caso de una revolución social triunfante y perseverante, entre otras cosas, porque no hay más salida: o cambiamos la forma de relacionarnos con la naturaleza o preparamos el funeral de una raza humana soberbia y prepotente, asfixiada por su ambición sin límite y desbordada por su egoísmo extremo.

El sistema ambiental es transversal, incluyente y lógico. Hoy la humanidad tiene necesidad de un espíritu ambiental. Es la única salida que nos queda. Este ejercicio no exige grandes sacrificios ni necesita ampararse en sofisticadas teorías. Solo hay que aceptar y respetar el orden de la naturaleza, donde todo está relacionado: para que haya agua necesitamos bosques y para que haya bosques necesitamos agua; a su vez, los bosques son el hogar de especies de flora y fauna necesarias para mantener la cadena de la vida: los animales actúan como dispersores de semillas y como predadores naturales de plagas y especies nocivas, mientras que de la flora dependen los alimentos de los seres humanos;  animales y flores son los eslabones clave de la polinización, necesaria para que haya cosechas. ¿Tanto nos cuesta conocer, respetar y no alterar el orden natural? De la vida social ya hicimos un caos; dejemos, por lo menos, que la naturaleza actúe, porque lo suyo es la perfección.

La biodiversidad es un patrimonio común. Es la gran riqueza de Colombia. El fortalecimiento de la institucionalidad ambiental hará posible que más ciudadanos conozcan las riquezas generadas por la biodiversidad y la necesidad de protegerlas como mecanismo de supervivencia. La educación es el primer paso. No todo puede dejarse a la coacción. Aunque existen las normas sancionatorias, en el país no hay detenidos por delitos ambientales.

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