El reciente deslizamiento de Sinifaná ha obligado el cierre total e indefinido de la Troncal del Café, lo cual ha generado una calamidad económica y social para el suroeste antioqueño y el Departamento del Chocó.
Un gran deslizamiento ocurrido el pasado 27 de mayo en la Doble Calzada Bolombolo-Amagá, que está construyendo el concesionario Covipacífico, destruyó la carretera Troncal del Café (la Troncal) en un tramo de unos 350 metros de longitud localizado en el en kilómetro 59 (origen Medellín) a orillas de la quebrada Sinifaná, lo cual obligó al cierre total y por tiempo indefinido de esta vía que comunica a Medellín con el suroeste antioqueño y el Departamento del Chocó. Este cierre exige desviar todo el tráfico vehicular por la carretera Amagá-Venecia-Bolombolo o por la vía Amagá-Fredonia-Puente Iglesias, ninguna de las cuales puede resistir circulación de tráfico pesado. A esto se agrega la destrucción de un tramo, de longitud similar al sufrido por la Troncal, de la Doble Calzada Bolombolo-Amagá, lo cual implica, además, afectaciones sobrevinientes a la futura operación de los concesionarios de Pacífico 2 (Sector Bolombolo-La Pintada) y Pacífico 3 (Sector La Pintada-Eje Cafetero y Valle del Cauca). Una verdadera calamidad económica y social para una de las subregiones más prósperas del departamento de Antioquia y otra tragedia para nuestros sufridos hermanos chocoanos.
Lo más grave de esto es que se trata de una tragedia anunciada que pudo ser evitada si la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) y el concesionario (Covipacífico) hubiesen atendido las advertencias que se les hicieron desde la SAI y el Encuentro de Dirigentes del Suroeste (EDS).
En efecto, la Veeduría de la SAI para la Doble Calzada Ancón Sur-Bolombolo, que, como obra pública diseñaba y construía en 2009 el Consorcio Vial de Occidente 2007 (CVO), recomendó abandonar el trazado por la margen derecha de la quebrada Sinifaná (mirando hacia aguas abajo), que se estaba considerando en esa época para el tramo adelante de la Parcelación La Siria, y pasarse a la margen opuesta para tomar la antigua banca del ferrocarril hasta la población de Bolombolo, solución esa que evitaba cruzar el deslizamiento de Corinto (el mismo que afectó la Troncal hace veinte años) y el sitio donde ocurrió el deslizamiento de la semana pasada, al cual nos estamos aquí refiriendo (de aquí en adelante denominado Deslizamiento Sinifaná). El proyecto vial Amagá-Bolombolo, antes a cargo de CVO, fue después entregado por el Gobierno Nacional a ISA bajo la modalidad de contrato de concesión, entidad esta que alcanzó a adelantar unos diseños preliminares; más tarde el mismo proyecto fue asignado a la ANI, quien contrató con Covipacífico (sociedad controlada por el Grupo Aval) los diseños definitivos, así como la construcción y operación de la concesión.
Ni ISA, ni la ANI ni el proyecto definitivo adoptado por Covipacífico atendieron la recomendación de la Veeduría SAI de 2009. No obstante, lo anterior, el suscrito ya con el apoyo sumado del EDS persistió en señalar los riesgos que esta decisión significaba para nuestra subregión, tal como consta en su intervención en la Audiencia Pública Ambiental del 27 de febrero de 2016 convocada, a petición de las comunidades afectadas por el proyecto vial, por la Anla (Véase también “Tenemos que defender nuestras carreteras”, columna publicada en este mismo espacio el 10/02/16). De nuestra intervención tuvo también conocimiento la Secretaría de Infraestructura del Departamento de Antioquia, dueña de la red vial que debería atender todo el tráfico desviado por el anunciado cierre de la Troncal en el sector de la Sinifaná.
A continuación, un resumen de nuestra intervención en la citada Audiencia Ambiental (Ver gráfico adjunto). En un tramo de unos siete kilómetros, localizado después del futuro viaducto sobre la quebrada Sinifaná (sentido Bolombolo-Amagá), con el trazado de la doble calzada que Covipacífico proyecta excavar se generarán cortes hasta de 30 metros de altura (medidos en el eje) dentro de un macizo rocoso muy fracturado por procesos naturales, a lo cual se agregan las perturbaciones al mismo causadas por el uso de voladuras tipo zapa, utilizadas durante la construcción de la Troncal en los años 60. En estas condiciones se tiene un macizo rocoso poco competente, donde anticipábamos que se generarían deslizamientos que obligarían el cierre de la Troncal por un periodo superior a dos años. En efecto, desde el año pasado, por razón de las excavaciones en la nueva vía en construcción, empezó a operar un cierre parcial de la Troncal, y el pasado 27 de mayo el Deslizamiento Sinifaná, atrás anotado, obligó el cierre total de la vía.
La actual catástrofe de la Sinifaná, a la cual se suman Hidroituango, la carretera Bogotá-Villavicencio (colapso del Puente Chirajara y recurrentes afectaciones por deslizamientos a la operación de la vía), el Edificio Space y otros desastres que involucran la ingeniería colombiana, nos compromete a cuestionar el modelo neoliberal que se impuso en el país para el desarrollo de las obras de infraestructura, donde el afán de lucro de los concesionarios se sobrepone a los intereses y a la misma seguridad de las comunidades. Si esto es así, nuestra profesión de ingenieros ya no es más un ejercicio al servicio del bienestar de las comunidades y del desarrollo nacional y regional, sino del gran capital cuyo único afán es maximizar la rentabilidad de sus inversiones, sacrificando cualquier otra consideración de orden social, para lo cual cuentan con la negligencia, a veces cómplice, de las autoridades de vigilancia y control. “Poderoso caballero es don dinero” que dijera el genial Francisco de Quevedo y Villegas.