Cuando en el Reino Unido salió triunfante el Brexit, la juventud de ese país fue la principal derrotada.  Huérfana de organización y tradicionalmente ausente de las urnas, terminó vencida por el voto mayoritarios de los adultos de más de 50 años.  Cerca de tres años después, con motivo del categórico rechazo del Parlamento británico a la propuesta de Acuerdo con la UE, presentada por la primer ministro Theresa May, y el riesgo de que no se alcance ningún pacto, despunta, aunque lejana, la posibilidad de que esa ruptura no se concrete.

Todo parecía estar perdido y era sólo cosa de tiempo que los conservadores ejecutaran la estrategia de abandono de la UE.  Sin embargo, luego de la votación, quedó al descubierto el talón de Aquiles del Brexit: sus promotores ganaron el referéndum omitiendo las enormes complicaciones que vendrían a continuación. El simple “retomemos el control”, las descalificaciones a la UE, las fake news o la xenofobia y el racismo, potentes en el debate electoral y convincentes para los británicos de mayor edad, resultaron insuficientes a la hora de poner en marcha el divorcio.

Lea también: Migrar en tiempos de xenofobia

Es en medio de la actual proliferación de pareceres divergentes en el parlamento, gobierno, partidos, organizaciones civiles, países que conforman el Reino Unido y ciudadanos, que aparece la opción de que todo vuelva a fojas cero, se negocien nuevas condiciones y los británicos sigan siendo parte de la Unión Europea.  Para llegar a esa aún remota alternativa será necesaria la elección de un nuevo gobierno y la realización de un segundo referéndum.

Cuando los británicos fueron a las urnas  hace más de dos años, el 51.9 % votó por la salida de la UE y 48.1 por la permanencia. Sin embargo, 71% de los jóvenes entre 18 y 24 años quiso continuar en el bloque comunitario y 54% de la población entre 25 y 49 años se pronunció en el mismo sentido. Los más jóvenes, los de mayor energía y años por vivir, quedaron rehenes de la decisión de los euroescépticos de más edad.  Para la juventud británica el Brexit significaba un salto al vacío y la consecuente pérdida de oportunidades esenciales.

El referéndum británico ocurrió en medio de la euforia trumpista de 2016, cuando el candidato estadounidense se abría paso hacia la elección presidencial con la retórica del  Make america great again, cuya resonancia se sentía con fuerza en el Reino Unido, no sólo por la cercanía entre Donald Trump, su asesor principal Steve Banon y los líderes del Brexit, sino por el nacionalismo y las exageraciones, cuando no las mentiras, practicadas por ambas campañas. 

Además: Las nuevas generaciones y el cambio climático

 Aunque aún está por esclarecerse cuánto contribuyó al Brexit y a la campaña de Donald Trump, lo cierto es que las dos opciones electorales recurrieron a la manipulación psicológica diseñada por la empresa Cambridge Analytica, uno de cuyos gestores fue Steve Banon, para incidir en la decisión del voto de estadounidenses y británicos, utilizando Facebook. 

El tiempo transcurrido desde el referéndum no sólo ha sido útil para atar cabos sobre factores inéditos utilizados en aquella disputa, sino también para que el electorado de todas las edades y especialmente los jóvenes se informen con amplitud sobre las consecuencias y complejidades inherentes a la salida de la UE.  En 2016 el 93% de los jóvenes decían tener escaso conocimiento sobre el bloque comunitario. Esa situación ha cambiado radicalmente y hoy la juventud es la principal impulsora de un nuevo referéndum de la mano de los exprimeros ministros Tony Blair, John Major y Gordon Brown. Un saludable reencuentro intergeneracional después de la fractura patentizada por las urnas en junio de 2016. Si lo logran será la conquista histórica más significativa de los jóvenes británicos, quienes harán cuanto esté a su alcance para que su país no renuncie a una Unión Europea que observa con cautela y preocupación lo que pasa del otro lado del canal de la Mancha.