Se dice que Jorge Luis Borges no gustaba del tango. La experta escribe de la verdadera relación del gran escritor con el ritmo porteño.
Para hablar sobre Jorge Luis Borges y el tango, se precisa considerar una frase repetida y sin fundamento- a mi manera de ver-: “A Borges no le gustaba el tango”, entonces es importante presentar algunos de los temas sobre los que escribió.
Al inicio de una serie de conferencias que dictó sobre el tango en 1965, dice: “Hacia 1929 aproveché el 2º Premio Municipal de Literatura para dedicar un año al ocio y escribir un libro para mí. Ese libro fue un estudio sobre mi antiguo vecino de Palermo, el poeta Evaristo Carriego. Naturalmente, el tema de Carriego me llevó al tema del tango y empecé a investigar”
Pues bien, en el ensayo Evaristo Carriego, en el Capítulo XI: El tango, escribe: “Vicente Rossi, Carlos Vega y Carlos Muzzio Saenz Peña, investigadores puntuales, han historiado de diversa manera el origen del tango. Nada me cuesta declarar que suscribo a todas sus conclusiones, y aún a cualquier otra”.
Aclaro que el uruguayo Vicente Rossi es el autor del libro Cosas de negros, de la descripción del primer candombe y de las primeras milongas en la Academia de San Felipe en el bajo de Montevideo; Carlos Vega, es considerado el padre de la musicología argentina y Muzzio Saenz Peña, escritor y periodista argentino.
Borges presenta la hipótesis sobre el origen del tango, en la que se dice que nació en los suburbios, en los conventillos, y en La Boca del Riachuelo -por sus virtudes fotográficas- y que fue rechazado por la élite. Sin embargo, la refuta, después de conversar con Enrique Saborido, uruguayo autor de Felicia, Ernesto Poncio, autor de Don Juan, los hermanos de Vicente Greco, bandoneonista y con Nicolás Paredes, caudillo de Palermo. Charla que dio cuenta de que “el uruguayo, eligió su origen en Montevideo, Poncio que era del barrio del Retiro optó por Buenos Aires y los porteños del Sur por la calle Chile, la meretricia calle del Temple o la calle Junín”.
Libro de conferencias de Borges sobre el tango, editorial Lumen
Para resumir, coincidieron en una tesis, el tango nació en los lupanares y la fecha está entre 1880 y 1890. Esto del origen en las casas de citas, lo relaciona con el piano como instrumento que es acompañado por la flauta y el violín, ya que por ser pesado y costoso, no podía estar en las orillas, y hay otros elementos que validan su cuna en los burdeles “la lascivia de las figuras, o sea tango con corte y quebrada, la connotación evidente de ciertos títulos (El choclo y El fierrazo), la circunstancia, que de chico pude observar en Palermo y años después en La Chacarita y en Boedo, de que en las esquinas lo bailaban parejas de hombres, porque las mujeres del pueblo no querían participar en un baile de perdularias.”
Fue notoria la presencia de los niños bien en los bailes de estas casas y la de los patoteros, personajes del tango, los últimos peleaban con los puños, así lo cuenta Celedonio Flores:
“Amainaron guapos junto a tus ochavas
cuando un elegante los calzó de cross
y te dieron lustre las patotas bravas
Allá por el año novecientos dos (…)”.
Hay una conferencia sobre el adecentamiento del tango en París hacia 1910, lo que causó la aprobación de la aristocracia en El Río de la Plata, sin desconocer su acogida en otras ciudades de Europa, pero a los argentinos preferían a París. Quedó en la historia la presencia de los músicos Vicente Bianco, Juan Bautista de Ambrogio (Bachicha) y el escritor Ricardo Güiraldes, quien bailaba el tango “con elegancia, con una segura lentitud”.
Sobre las letras de los tangos, dice que constituyen un corpus poeticum que con la pátina de los años llegaría a tener una nostálgica veneración, ellas llevaron hasta el tango toda la agitación de la ciudad y lo compara con las Sátiras de Juvenal, quien dijo: “Cualquier cosa que hayan hecho los hombres formará el tema de nuestro libro”.
Llegado hasta el punto de la tristeza del tango, desmiente la creencia común de la influencia italiana y afirma “Martín Fierro tiene un tono de quejumbre que no lo tienen los otros gauchos y es esa la raíz más profunda que puede influir en la tristeza del tango y agrega: No todos los italianos son tristes”.
En una entrevista que le hiciera Estela Canto, le pregunta ¿Qué opina sobre el tango? y expresa admiración por las milongas y los primeros tangos, por su alegría y coraje.
Uno de sus temas preferidos fueron los compadritos y el valor, tanto que, entre muchos, escribió un poema sobre el mismo y lo firmó con el seudónimo de Manuel Pinedo:
“Mientras haya un clavel para la oreja
del cuarteador; mientras perdure un tango
que sea feliz y pendenciero y límpido (…)”
Para terminar, es obligatoria una confesión, no alcancé a decir todo lo que Borges escribió y discutió sobre el tango, pero sí transcribir el final de un ensayo:
“Diríase que sin atardeceres y noches de Buenos Aires no puede hacerse un tango y que en el cielo nos espera a los argentinos la idea platónica del tango, su forma universal (esa forma que apenas deletrean La tablada y El choclo) y que esa especie venturosa tiene, aunque humilde, su lugar en el universo”.