La grotesca “Campaña por la verdad” del grupúsculo Movice fracasó. El Ejército obligó a los autores de un mural calumnioso pintado a pocos metros de la Escuela Militar de Bogotá a que lo borraran.
Los energúmenos que buscaban enlodar la imagen de las Fuerzas Militares atribuyéndoles a algunos generales falsas acusaciones tuvieron que tragarse la rabia, retomar sus brochas y borrar sus mamarrachos.
¿Hasta cuándo la Alcaldía de Bogotá y las autoridades de policía de la capital van a seguir tolerando los desmadres del Movice? Un grupo de activistas decide vomitar su odio contra alguien y se apodera de un muro para cometer esa fechoría mediante unos mamarrachos. ¿Y la Alcaldía se cruza de brazos ante eso? ¿Desde cuándo los muros de la capital están a la disposición de esos bárbaros?
Los autores del clandestino mural fueron después a llorar ante las redes sociales. Nos han “censurado”, gimieron. Ellos creían tener derecho a difundir impunemente calumnias en los muros de Bogotá. ¿Su argumento? Ellos estiman que unos militares de alto rango son los culpables de los “falsos positivos” y que hay que gritar en los techos esa “verdad”. Dicen que ellos han entregado “seis informes a la JEP” sobre eso. ¿Será que la JEP les dio permiso para ir a pintar un mural calumnioso? Habrá que investigar ese detalle. Por lo pronto, hay que decir que esos “artistas” no poseen verdad alguna. Ni la verdad a secas, ni la verdad judicial. Redactar un informe infamante no da derechos. Ellos tratan de confundir a la ciudadanía con ese tipo de piruetas, las piruetas típicas de los falsificadores.
Vivanco, el director de una Ong de “derechos humanos”, HRW, fue cómplice de esa operación. Ante las protestas de los activistas del Movice escribió en un medio social: “Anoche unos jóvenes pintaron un mural en Bogotá pidiendo conocer la verdad sobre los falsos positivos”. ¿Unos “jóvenes”? Unos activistas, más bien, al servicio del controvertido Iván Cepeda, el mayor predicador de odio de Colombia.
El senador mamerto corrigió a Vivanco y escogió un substantivo más efectista. Los que pintaron el mural no son jóvenes, son “artistas”. Vivanco habló también de “un mural pidiendo conocer la verdad”. Otra falsedad. Los activistas trataron de convertir una mentira en “verdad”. Presentaron su embuchado, su calumnia, como su “verdad”. Pero, como todo el mundo sabe, la verdad y el comunismo son dos nociones antagónicas.
Lo que hicieron esos “artistas” (unas horas antes estaban encapuchados y destruyendo mobiliario público en Bogotá) fue tomar los nombres y las imágenes de los militares que más detestan para endilgarles culpas fantasiosas que no reposan sobre nada. ¿Hay una verdad judicial sobre los “falsos positivos”? No. Ese asunto es objeto de procesos en curso. No hay cosa juzgada. En su conocido delirio antimilitarista Vivanco no sabe lo que escribe.
“Es un flagrante caso de censura”, opinó Vivanco. “Es un atentado a la libertad de expresión”, agregó Cepeda. Ambos mienten. Censurar es “corregir, reprobar o notar por mala alguna cosa” (Diccionario de la Real Academia Española. 1950). Censurar es “suprimir lo que parece digno de reproche”, es “retirar algo en una obra destinada al público”. Al borrar esos retratos, dictados por el odio y pintados bajo la protección de la obscuridad de la noche, la Escuela Militar no cometió ningún acto ilegal: suprimió una calumnia y protegió el buen nombre y la consideración de los militares atacados por esa burda propaganda.
La libertad de expresión no es un derecho absoluto. Cuando la expresión descarga mentiras sobre una persona deja de ser una libertad para convertirse en un delito. Eso es lo que hizo el grupo de Iván Cepeda. Quien debe ser objeto de una investigación disciplinaria de la Procuraduría y de la Fiscalía General es Iván Cepeda, el Movice y la JEP, no los militares que ordenaron limpiaron un muro de Bogotá. Despejar de una calle la basura que arroja el Movice no es un delito, es un acto de decencia ciudadana.
Vivanco conoce esas diferencias jurídicas pero cerró la boca. Por eso es un cómplice del Movice. El chileno no ha podido caer más bajo. Vivanco pone el nombre de HRW al servicio de las acciones arbitrarias de las Farc. No es la primera vez que Vivanco hace eso. En el HRW está perdiendo terreno. La próxima asamblea de HRW verá que algunos le van a pedir cuentas por sus abusos.