“La música tiene que ser fácil” promulgaba siempre el maestro Atehortúa, antioqueño que transformó la historia musical del país y falleció el pasado 6 de enero.
La música es esencialmente movimiento, nunca se encuentra en un estado de absoluto reposo. Un simple sonido mantenido, un stacatto, inducen al movimiento, incluso aunque aparezca aislado. Ese era el principio fundamental que dio forma a la obra de Blas Emilio Atehortúa y que hoy recordamos como un principio estético en la música.
Su obra partió en dos la historia de la música en Colombia. Seguramente para muchos resulte un poco difícil apreciar sus composiciones, pero es innegable que el maestro logró traspasar las cuatro paredes montañosas del Valle de Aburrá y proyectarse al mundo como un creador que transformó la historia musical del país, poniéndola a tono con el lenguaje que se desarrolló en el siglo XX.
Los que tuvimos la fortuna de recibir sus enseñanzas no podemos olvidar al hombre tímido, cargado de dulzura y generosidad que en su música reflejaba. Los elementos de composición que utilizó estuvieron acordes con el desarrollo histórico de la música, pues para él, y eso nos consta, era muy fácil componer a la manera de Vivaldi, Mozart, Beethoven, Stravinski, etc.
Maestro Blas Emilio Atehortúa
Recuerdo con mucha gratitud sus indicaciones en cada tarea que nos encomendaba: “nunca olvides la melodía, es la que le da el encanto a la obra de arte y es la que quedará en la memoria de quien la escucha o interpreta”. Toda su obra se fundamenta en un trabajo intelectual que se estructura en explorar al máximo las posibilidades tímbricas de cada instrumento, era impecable en su escritura siempre a lápiz y papel, nunca olvidaba ponerle a sus obras signos de expresión y cuando firmaba la obra era porque estaba convencido de que nada tenía para agregar o modificar. Su obra sinfónica, su música de cámara y su obra coral tienen el sello inconfundible de un lenguaje que identifica al compositor que transformó sin reservarse nada, todas las posibilidades para ser un “grande” del lenguaje musical del siglo XX, a lado de los más importantes compositores: Béla Bartók, Sergei Sergeyevich Prokofiev, Igor Fyodorovich Stravinsky, Francis Jean Marcel Poulenc, Alberto Evaristo Ginastera, Heitor Villa-Lobos, Olivier Eugène Prosper Charles Messiaen, Aaron Copland, entre otros.
“La música tiene que ser fácil” lo promulgaba siempre, y su armonía nunca le debe dar rigidez a la estructura musical, así es su música que componía a toda hora, la tenía siempre presente en su cabeza. Su habilidad en mantener la continuidad musical, la estructura rítmica, sin perder en ningún momento el sentido de su obra, es tal vez una característica que transmitió siempre a sus alumnos e insistía permanentemente en un lenguaje pedagógico que dejara huella.
Fragmento de la obra coral En los labios cansados, obra manuscrita del maestro Blas Emilio Atehortúa (Cortesía Jorge Hernán Arango)
Él hizo especial énfasis en los procesos de formación, que debían estar íntimamente ligados a la lúdica en primer lugar; en segundo lugar, a la realización de cuadros estructurales muy simples en los cuales se diseña el contenido musical sin notación musical, solo las ideas; en tercer lugar, crear conciencia, desde pequeño, que en la composición musical y en general en la música, si hay un buen planeamiento y una buena organización, los resultados serán altamente positivos; en cuarto lugar, se debe hacer de la práctica musical una disciplina.
Siempre insistió en escribir líneas melódicas con su textura: armónica y contrapuntística y como último paso a seguir, hacer una buena instrumentación, donde se reelabora el material con su copiada en limpio de partituras. Esto, a grandes rasgos, es lo que resume una correcta orientación o dirección en la enseñanza de la música en la parte de creatividad musical infantil. El maestro Atehortúa fue feliz enseñando y dejando sus ideas para que sean retomadas por el estado y sigamos avanzando en la tarea del arte musical.
Fragmento de la obra coral En los labios cansados, obra manuscrita del maestro Blas Emilio Atehortúa (Cortesía Jorge Hernán Arango)
Ensamble Vocal de Medellín, igual que algunos coros y orquestas de todo el mundo, tuvo la oportunidad del feliz estreno de muchas de sus obras: Racamandaca (para coro mixto a capella), Elegía de Septiembre para Coro y Orquesta sobre un texto de Porfirio Barbajacob, Primavera en la ventana, y Gloria a ti alma mater, propuesta de Himno para la Universidad Nacional de Colombia.
En toda su música estaba comprendida toda la historia de su vida: nunca le faltó una nota y jamás le sobró ninguna indicación para que sus obras sean siempre el mejor legado de un compositor que entregó su vida por darle el mas alto valor a la estética musical del mundo. R.I.P.