“ Ha bastado el más pequeño elemento de la naturaleza, un virus” para que la humanidad recordara que es mortal y que “ la potencia militar y la tecnología no bastan” para salvarla. La pandemia del coronavirus ha despertado a la humanidad del delirio de la omnipotencia” : Fraile Capuchino Raniero Cantalamessa
La pandemia del coronavirus que tanto aflige a la humanidad motiva variadas reflexiones. Múltiples lecciones que deben ser analizadas por los gobiernos, la dirigencia empresarial, la ciencia, la academia y la sociedad entera, con el fin de estimular una autocrítica para detectar los errores que por acción u omisión hemos cometido y tomar las soluciones pertinentes que propicien una resurrección. Se avizora un nuevo mundo para que nuevas generaciones lo disfruten en convivencia civilizada y con bienestar social colectivo.
En nuestro caso, Colombia arrastra otro virus mortal : Un peligroso y vergonzoso ambiente de intolerancia que afecta a todos los ámbitos. Se ha sustituido el diálogo argumentativo y respetuoso por la mentira, la descalificación y la estigmatización, generando odio, dificultando el escenario adecuado para los indispensables consensos que faciliten el diseño e implementación de las soluciones.
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Afortunadamente encontramos sabios y oportunos mensajes del Papa Francisco que son de gran utilidad en este tenebroso momento. El Pontífice ha orientado su magisterio sobre la “cultura del encuentro” en la perspectiva de motivar al mundo para que seamos solidarios y respetuosos de todos los seres humanos. En su visita a Colombia (septiembre de 2017), interpretando a millones de víctimas de la violencia, fue enfático en sus llamados a la reconciliación y la convivencia. Lamentablemente fueron desatendidas sus palabras.
La humanidad necesita gobernantes y líderes que tiendan puentes que nos acerquen para encontrarnos y posibiliten la convivencia civilizada y avanzar en niveles de progreso económico y social para que millones de seres humanos vivan dignamente. La pandemia actual ha dejado al descubierto la escandalosa inequidad social que de no ser atendida debidamente originará una pandemia social incontenible y con nefastas e impredecibles consecuencias en todos los órdenes. No más dineros comprometidos en las guerras, en las armas, en exploraciones a otros planetas para averiguar si hay agua y vida en ellos, cuando aquí tenemos millones de seres humanos con hambre y sin agua.
Es menester que se reorganicen las prioridades en los presupuestos públicos en función de atender las necesidades básicas de la población. Austeridad en el gasto es imprescindible y estilos de vida simples y solidarias.
En Colombia, teniendo en cuenta la convergencia de sus diversas culturas, tradiciones e ideologías, tiene que ser posible encontrarnos alrededor de propósitos comunes que permitan superar los desafíos de la barbarie, la intolerancia y la pobreza.
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Todo buen ciudadano con su comportamiento debe a derrotar el virus de la indiferencia y la exclusión social. Seamos instrumentos de paz y solidaridad, no de odio, egoísmo e indiferencia.
La pandemia también ha servido para propiciar el encuentro al interior de nuestras familias; con familias divididas nada positivo puede esperarse en la sociedad; somos compañeros de viaje, convencidos de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos.
El Papa Francisco nos ha exhortado : “ Acallemos los gritos de muerte, ¡ basta de guerras! Se ponga fin a la producción de armas, porque necesitamos pan y no fusiles “
La actual crisis es un apremiante desafío que nos invita a trabajar por un mundo próspero para todos los seres humanos.