Con el Foro de candidatos a la alcaldía de Bello se visibiliza una población que ha sido desatendida por las institucionalidad pero también por las organizaciones sociales.
Con frecuencia se asocia a Medellín con la noción de resiliencia por haber superado el ataque de las estructuras del narcotráfico que tres décadas atrás puso en jaque a toda la sociedad, pero no logró su total desestabilización, entre otras cosas gracias a los ejercicios de participación ciudadana que promovió la Consejería Presidencial y alimentaron las organizaciones sociales. Aunque estamos lejos de hablar de un tema superado, las estructuras de poder, la administración pública y el discurso mismo tomaron distancia de las mafias en lugar de dejarse cooptar.
En esa construcción de ciudadanía también fue fundamental el aporte de un empresariado comprometido con lo público, que incluso prestó a sus mejores hombres para guiar parte del camino. Una realidad que no alcanzó para cobijar la periferia, a la que al mejor estilo colombiano dejamos marginada mientras cuidábamos el centro del Valle de la Aburrá. Así fue como las familias, los clanes políticos, se afianzaron en Envigado, Itagüí y Bello. Los reflectores, la atención y la conversación se concentraron en Medellín y su afán de brillar, de ser guía del país, la ciudad industrial, el eje de la economía, así las industrias y la mano de obra estuvieran fuera sus límites.
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Mientras las industrias se consolidaron en el sur, al norte, a Bello, le tocó resignarse con ser ciudad dormitorio de quienes atravesaban el Valle para poner a andar la industria. Con excepción de un par de textileras y empresas de otros sectores que se quedaron en su territorio, el antiguo Hato Viejo se convirtió en el patio de Medellín y el Aburrá Sur, en la rifa le correspondió recibir el basurero, la cárcel y el manicomio; pero también produjo “mano de obra” para las estructuras criminales y vivió un crecimiento desaforado, que la ubica como una de las 15 ciudades más pobladas del país. Un crecimiento que obedece a varias olas de migración interna, por diversos factores, en las que Bello actuó como una especie de tapón para muchos que venían atraídos por la calidad de vida de Medellín.
Como expresamos en este espacio el último día de febrero, Bello nos necesita y reclama nuestra atención no como un favor sino como un asunto de justicia social, equidad y corresponsabilidad. Voltear la mirada para otro lado evita el reflejo triste de su realidad, pero también impide ver cuánto nos abarca. Bello, debe importarnos a todos como sociedad, entre otras cosas porque allí se concentran todos los males del país, se reflejan nuestras desgracias y se incuban nuestras frustraciones.
Así se entiende desde el colectivo de universidades, organizaciones y medios que conformaron la Alianza Antioquia para acompañar el proceso electoral, pero con la idea de superar la coyuntura de las urnas. Una Alianza que esta vez no protagonizan los candidatos ni los partidos en búsqueda de votos; pero tampoco los medios o periodistas persiguiendo puntos de rating o nuevas audiencias. En esta oportunidad las universidades de Antioquia, Bolivariana y Nacional de Colombia, junto con medios como El Mundo y algunas organizaciones sociales, suscriben la Alianza para aportar preguntas y contenidos, temas y reflexiones a una sociedad que por ratos parece adormecida o cómodamente instalada en los debates de las redes sociales, pero que no construye contextos informados, ni se atreve a cambiar los postulados, ni las preguntas.
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De eso se trata la Alianza que hoy tendrá su primer encuentro público con candidatos a la Alcaldía de Bello, de la unión de voluntades y el empeño interinstitucional por ayudar a construir ciudadanía. De entregar elementos de juicio para nutrir el debate, más allá del momento electoral, con la esperanza de regresarle a las comunidades la confianza, el respeto por lo público y la obsesión por la legalidad y la búsqueda del bien común. Ese es el papel de la academia, de los medios y de las organizaciones, animar el debate y aportar perspectivas; el de los ciudadanos debe ser atender los llamados, no tragar entero, no esperar soluciones milagrosas y asumir con criterio la responsabilidad de determinar quién los guiará en el futuro.
Después de Bello vendrán otros encuentros, nuevas preguntas y diversos contextos, seguramente también nuevos aliados, instituciones, medios, organizaciones sociales que entiendan que la ciudadanía se construye todos los días, también desde la periferia.