Sin una clara identidad de ciudadanos y poca participación de la población, es posible afirmar entonces que los bellanitas no tienen un título más que el que sirve a los políticos: El ciudadano elector
Por Andrés Camilo Palacio Vélez*
Es preciso aclarar que el título de esta columna no obedece a las condiciones actuales del alcalde de Bello, responde más bien a la idea de cómo, a partir de las dinámicas y los resultados electorales de los últimos años, se evidencia que no existe algo cercano a la idea de “ciudadano bellanita”, a una identidad de la que se pueda partir para formular propuestas o para construir candidatos, más o menos acordes a características con las que se identifiquen los bellanitas y que los partidos usen para competir en los comicios.
No sucede en Bello como en otras ciudades. A los ciudadanos de la capital se les reconoce un “voto libre”, al que las maquinarias políticas sólo podrían mínimamente competirle. Medellín, por su parte, da tendencias de un “voto conservador”, que se materializa en el voto uribista. No sucede así en Bello, en donde las últimas elecciones típicas han sido contiendas sumamente competitivas entre diferentes actores, donde el triunfo se consuma con 5.000 votos o menos.
Se ha buscado una identidad en todos los rincones, muchos colectivos ciudadanos han gritado al cielo en diferentes tonos, lo han dicho quienes antes no lo creían y hasta con megáfonos se ha intentado hacerle oír a los habitantes de la ciudad de Bello que “es posible otra forma”, ¿otra forma de qué? también parece que se pierde en todo el bullicio de la política. En 2011, los bellanitas hicieron creer que algo se gestaba, que empezaban a darse atisbos a partir de un hecho coyuntural: el triunfo del voto en blanco sobre un único candidato; sin embargo, esas sospechas decayeron cuando la elección atípica a la que obligó el resultado arrojó un hecho aún más atípico: el triunfo del hermano sucesor al trono del clan Suárez Mira.
En este sentido, sin una clara identidad de ciudadanos y poca participación de la población, es posible afirmar entonces que los bellanitas no tienen un título más que el que sirve a los políticos: El ciudadano elector. Este título responde a la lógica en la que el ciudadano no se compromete con la defensa de alguna visión/construcción de ciudad, pero vota en cada contienda política. Un ciudadano elector llamado a “castigar o premiar con el voto” las acciones de la administración, pero que su participación en los últimos comicios no superó el 49,36%; un ciudadano elector a medias.
En 2019, el ciudadano elector será llamado de nuevo y el contexto es el siguiente: el actual enemigo de los que antes eran aliados es el favorito para ganar la alcaldía, triunfo que parecía estar ya asegurado gracias a las alianzas estratégicas con los hasta hace poco amigos de los que son los enemigos de su nuevo aliado. Parecía una contienda adscrita a las dinámicas simples del país. Sin embargo, la prohibición de participar en política al favorito y seguro ganador hizo barajar de nuevo las opciones y terminó por dar un incierto contexto de posibles alianzas espinosas entre Centro Democrático, Partido Liberal, Partido Verde, Polo Democrático, entre otros…
¿Cómo debo votar para que en Bello cambie todo lo que se cree que está mal? Es una pregunta que no preocupará al ciudadano elector, pero que sí debe trasnochar a quien se piensa una ciudad con mejores condiciones, más alejada de las dinámicas acostumbradas, que sí le preocupa a quien vea en cada ciudadano otras manos para construir y no solo un voto. Espero con plena convicción que los ciudadanos de Bello adquieran otro tipo de identidad más que la electoral, que adquieran un título, lo mismo espero ansiosamente para el alcalde.
* Estudiante de la Maestría en Ciencia Política, Universidad de Antioquia