El presidente Duque no tiene nada qué dialogar con esta horda que perdió en las urnas y ahora nos extorsiona con la amenaza de dejarnos en humeantes ruinas si no aceptamos sus demandas.
De los 13 puntos que el tal 'Comité del Paro’ puso en consideración del gobierno para finalizar las protestas, estos agitadores saltaron a 104 exigencias que ya han escalado hasta las 135, muy similares a las peticiones de las Farc en el Caguán o en La Habana, y absolutamente inaceptables, con excepción de un bajísimo porcentaje de iniciativas sociales que el gobierno ya ha venido implementando, lo que demuestra que esta gente no está en plan de buscar un mejor estar para todos sino de joder al país para ponerlo en manos del comunismo a través de promesas populistas que ni pueden ni van a cumplir.
El presidente Duque no tiene nada qué dialogar con esta horda que perdió en las urnas y ahora nos extorsiona con la amenaza de dejarnos en humeantes ruinas si no aceptamos sus demandas. Son los mismos 50.000 que votaron por las Farc en las legislativas del 2018, alcanzando el 0.3% de los votos para el Senado. Una minoría rabiosa que pretende arrodillarnos con cocteles molotov cuando Escobar no pudo hacerlo con poderosos carrosbomba; cocteles que acaba de legalizar un juez de la República tras ordenar la liberación de un vándalo —un terrorista, en realidad— que portaba varias de estas botellas incendiarias porque, según este administrador de justicia, tales explosivos artesanales no se pueden considerar como material de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas.
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Y toda esta estrategia para socavar al gobierno y al sistema social imperante viene acompasada por escándalos inflados por ciertos medios de comunicación con el fin de provocar mayor tensión social aprovechando la chispeante indignación de unas masas de jóvenes totalmente maleables que son fácilmente manipulados.
En diciembre, Noticias Caracol machacó el cuento de una supuesta fosa común en el cementerio de Dabeiba (Antioquia), donde habría centenares de NN atribuibles a falsos positivos del Ejército. Un absurdo puesto que los falsos positivos no se escondían, ya que su fin era mostrar resultados en la lucha antisubversiva. Luego el periodismo enmermelado guardó silencio cuando se coligió que la fosa podría ser de guerrilleros caídos en combate o fusilados en las purgas de las Farc. En octubre del año 2000, las Farc intentaron tomarse ese pueblo con un saldo de más de medio centenar de soldados muertos y otro tanto de subversivos, despojos con los que cargaron los terroristas para no darle un parte de victoria al enemigo, como era su costumbre.
Hace poco, la revista Semana revivió el tema de las chuzadas con base en meras denuncias de fuentes anónimas, puras especulaciones. Y en medio del escándalo apareció un micrófono en la oficina de un magistrado de la Corte Suprema de Justicia que lleva la investigación por el caso que le abrieron al expresidente Uribe. ¿Blanco es, frito se come? La estantería se les vino al piso cuando se supo que el micrófono estaba desconectado y que hacía parte de un sistema de conferencias instalado por el arrendatario anterior, la reconocida caja de compensación Compensar. Si aquí ha habido un chuzado ese es Álvaro Uribe, a quien la Corte le grabó sin permiso 20.000 mensajes de teléfono y chat.
Hasta el problema de la plataforma Uber se ha querido usar para ponerle presión al gobierno. En las redes acusan a Duque de haberles servido en bandeja la cabeza de Uber a los taxistas a cambio de que estos no se sumaran al paro. Sin duda, hay monopolios inaceptables que deben acabarse como el de los taxis, pero el tema deja al desnudo la irracionalidad y la incoherencia de quienes apoyan el paro; no se puede al mismo tiempo abogar por Uber mientras se arremete contra el capitalismo y el imperialismo yanqui, y se desdice de la empresa privada y la iniciativa individual. Son cosas incompatibles.
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¿Y qué tal la indignación por las muertes de líderes sociales? Muchos no son líderes de nada, pero el calificativo sirve para difamar al gobierno. La mayoría son víctimas de narcotraficantes, particularmente de las disidencias de las Farc, quienes intentaban asesinar a quien fuera su máximo líder, Timochenko. Si han hecho escándalos por la muerte de raspachines, ¿se imaginan el alboroto si hubieran logrado asesinarlo? Obviamente habrían culpado al gobierno y a la derecha, y habrían desatado disturbios por todo el país. Estuvimos cerca de un alzamiento de incalculables proporciones. Que ellos se matan entre sí, no es nada nuevo: el día que lo iban a matar, Timo estaba leyendo El hombre que amaba los perros, la novela sobre el asesinato de Trotsky ordenado por Stalin. Esa es la falsa paz de Santos y las Farc, y con ese embeleco, esa entelequia, arrancamos otro año.
EN EL TINTERO: En todo el mundo los antecedentes criminales importan a la hora de dictar castigos, menos aquí, gracias a la Corte Constitucional.
@SaulHernandezB