De a pocos nos están destruyendo la última opción del inicio de un acuerdo –en lo sustancial y no sólo de maquillaje- de entendimiento entre nosotros
El 28.VII.1914 Austria declaró la guerra a Serbia. La aparente causa: el asesinato del archiduque heredero al trono imperial austrohúngaro Francisco Fernando y su esposa, en Sarajevo. La literatura histórica está llena de las verdaderas causas de la confrontación. Las víctimas, entre 1914 y 1918, se cuentan entre 10 a 31 millones, civiles y militares, más los lisiados y mutilados. En la mera batalla de Verdún (febrero a julio de 1916) se enfrentaron alrededor de dos millones de soldados con saldo de un millón de bajas.
El 11.XI.1918 (a 100 años de hoy), Alemania derrotada, aceptó y firmó un armisticio. El vencido tuvo que aceptar las humillantes condiciones del vencedor. Todo el costo de la guerra debía asumirlo su clase media y popular. Esto trajo una inflación inédita y la consiguiente hambruna en Alemania y en el resto de los vencidos en la década del 20’. Además sus ciudadanos debían soportar los vejámenes de los vencedores en su propia patria. Es entonces cuando empiezan a aparecer locos nacionalistas megalómanos entre los alemanes. Descuella ante el resto y toma distancia un austríaco: Hitler. Con sus actuaciones políticas, armando un partido de extrema derecha, pretende convertirse en el padre del pueblo alemán. Todo lo plasma luego en su libro Mi lucha. Su manipulador discurso político capitaliza simpatías entre las gentes de la clase media y los empresarios (¿no vemos similitudes con nuestra Colombia actual?). Se sustenta “ideológicamente” en el discurso de otro megalómano, un italiano admirado suyo, y por entonces muy encima de él: Benito Mussolini. Éste, para subir al poder, había optado por apropiarse de la misma prédica socialista de su padre (real) y, una vez arriba, persiguió a literalmente muerte al socialismo que lo había encumbrado -y al comunismo-, matando a sus partidarios por manos de sus paramilitares, sus “Camisas Negras” (¿nada?, ¿no ven las similitudes aún?).
Sabemos en qué finalizó todo eso. Para los historiadores, esa guerra rompió abruptamente el modelo capitalista que el mundo traía desde el siglo XIX. Que esta abrupta ruptura fue el origen de la debacle económica conocida como la Gran Depresión (1929), la que acentuó aún más el malestar en Alemania. Eso permitió al cínico y megalómeno Hitler apoderarse del gobierno alemán total en enero de 1933, y al punto comenzó su secreta estrategia de procura de su locura: otro gran reich (imperio), el Tercer Reich, al principio secretamente. Un emporio alemán a imagen y semejanza de su “filosofía”, donde sólo reinaría su voluntad para el mundo. ¿Tampoco? ¿Aún no vemos parroquiales semejanzas con nuestra Colombia?
¿Qué enseñanzas podemos sacar de esto? No venimos de una guerra de 50 o 60 años como se ha hecho común decir. Nuestra confrontación es mucho más larga. Mal cerramos el siglo XIX con otra guerra más (Mil Días) y con unos tratados también humillantes perpetrados por los vencedores. Los derechos y libertades democráticas jamás fueron restañadas del todo y para todos después de esos tratados de paz (de Neerlandia -24.X.1902 y Winsconsin -21.XI.1902), ante todo la inequidad en la tenencia de la tierra jamás fue tenida en cuenta ni en esas fechas ni en los comienzos de la política partidista que dio origen a la confrontación guerrillera a fines de la década del 40’ ni hoy (la Ley de Tierras del 46’ de López Pumarejo fue asfixiada, igual que la de ahora). Así seguimos, y con serios agravantes: nuestra “clase dirigente” sigue sin tener un proyecto de país, de pueblo y de sociedad: cada rico se pretende europeo y sólo piensa en los beneficios para sí y su grupo, como si este país fuera su finca. A la clase media, su caletre sólo le da para pensar en el chisme de una diva parroquial o en “las implicaciones” de la serie televisiva del momento o en los goles de su equipo. Los políticos y los empresarios sólo piensan en cómo robar al Estado lo máximo, afectarse lo mínimo y salir a disfrutar. Y al pueblo de abajo sólo le queda defender su comida de hoy y mañana con trabajo o a cuchillo o revólver.
Lo que estaba por venir ya está ocurriendo: de a pocos nos están destruyendo la última opción del inicio de un acuerdo –en lo sustancial y no sólo de maquillaje- de entendimiento entre nosotros. Se está cumpliendo aquello de “Volver añicos este maldito acuerdo de Paz”, así con su candoroso equilibrismo locuaz el despistado Duque se vaya a pavonear en la Unesco de que acá estuviera ocurriendo lo contario y fiel a su actuar, allá diga una cosa y acá haga lo que a su mentor le satisfaga.