“Se hace a un lado el sistema de valorización, con el pretexto de que el cobro de esta contribución es impopular, lo cual implica un ostensible error”.
La ciudad es un ser vivo, semejante a todos los de su género, que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Sobra decir que las etapas de ese proceso son diferentes, de conformidad con su naturaleza, su forma de ser.
Por lo anterior, tienen épocas de crecimiento, otras en que se estancan o, al menos, disminuye su ritmo de progreso, y, en algunos casos, retroceden. Finalmente, mueren. Ciclo que, a veces, se cumple no en siglos sino en milenios.
Todo esto se comprueba al analizar lo ocurrido en Armenia, a partir del 14 de febrero de 1889, año de su fundación.
Desde esa fecha hasta el año de 1946, el crecimiento de Armenia fue inusitado, comparable al de las ciudades del Oeste de los Estados Unidos, en los tiempos de “la fiebre del oro”, en California. Todos los días llegaban nuevas gentes, de todas las regiones de Colombia, y hasta extranjeros, de diferentes países, de los cuales muchos se dedicaban al comercio. Este progreso, jamás visto en Colombia, llevó al maestro Guillermo Valencia, durante la campaña presidencial de 1930, a exclamar, cuando por primera vez llegó a Armenia, asombrado, casi atónito: ¡Pero si esto es un milagro de ciudad! En ese instante nació la expresión que aún nos llena de orgullo: ¡Armenia, ciudad Milagro!
En la segunda mitad de los años treinta, Alberto Lleras Camargo, uno de los colombianos más importantes del siglo XIX, en un escrito en el periódico EL LIBERAL, que él dirigía, afirmó que, de seguir como iba, Armenia sería la primera ciudad del occidente de Colombia, en llegar al millón de habitantes. Predicción que recordé en esta misma columna, alguna vez, y que, lamentablemente, no se cumplió, a causa de la violencia atroz que devastó al Quindío entre los años de 1946 a 1957. Y que obedecía al propósito de algunos de “conservatizar el Quindío”, objetivo que no se logró por razones suficientemente conocidas.
A partir los sesentas, la ciudad vuelve incontenible a la senda del progreso. Indudablemente, la creación del departamento del Quindío, con Armenia como capital, es un momento cenital en la evolución de la ciudad y en el devenir de todos los pueblos que conforman el nuevo departamento.
La incomprensible decadencia política de Ancízar López López, y su posterior asesinato, hechos que coinciden, aproximadamente, con la entrada en vigencia de la Reforma Constitucional de 1991; permiten el surgimiento de una clase politiquera (que no política), y Armenia parece sumirse en una especie de letargo. Ya no hay quien demande de los sucesivos gobiernos nacionales obras o auxilios especiales para el Quindío. Se hace a un lado el sistema de valorización, con el pretexto de que el cobro de esta contribución es impopular, lo cual implica un ostensible error, que impide o dificulta el desarrollo urbano durante veinticinco años, más o menos. Típico argumento de populistas ignorantes, que olvidan que el pueblo los elige para mandar, para hacer cosas, no para adquirir una falsa popularidad. Así se llega al infortunado cuatrienio de una gobernadora cuyo nombre no merece citarse en este escrito.
Por fortuna, la alcaldesa Luz Piedad Valencia Franco, que, como todos los que gobiernan cometió errores ( y algunos graves), acertó en algo que era, sin duda,, fundamental: restablecer, en la práctica, el sistema de valorización en Armenia. Y digo en la práctica, porque en la teoría nunca desapareció. Ahí estaba, en las normas municipales que tratan sobre las rentas, y en las nacionales, pero como letra muerta. Alguna vez le insinué a un alcalde que reimplantara la contribución, que acometiera obras para ser financiadas por ella, y me contestó que eso era imposible, porque podrían revocarle el mandato. Al final, terminó en la cárcel. ¡Qué ironía!
Ahora, al comenzar el segundo año de la administración de Álvarez Morales, el sistema de valorización, al parecer, tiende a consolidarse para bien de todos los armenios. Falta acometer las obras que conectarán los tres grandes ejes viales (Avenida 19 de enero, Avenida Bolívar y Avenida del Centenario). Ya se han recaudado más de cuarenta mil millones en poco más de un año, y a ese ritmo debe seguir creciendo el fondo rotatorio de valorización
Habrá que pensar en otras obras, también financiadas por el mismo sistema de valorización, para el beneficio de todos los armenios, De ellas tratará el siguiente de estos escritos.
P.S. No olviden el alcalde y todos los funcionarios municipales, que por mandato de un Acuerdo del Concejo Municipal, el gentilicio correspondiente a Armenia, es armenio, no cuyabro. Esta última palabra no puede usarse en documentos oficiales. La ley es para cumplirla, no para convertirla en hazmerreir, para ignorarla. Conducta imperdonable en cualquier empleado público, con mayor razón si ostenta el título de filósofo.