La elección presidencial de 2015 fue muy intensa. Normalmente las elecciones legislativas suelen ser menos candentes, pero esta fue particularmente fría.
En apenas dos semanas Argentina volverá a las urnas para elegir nuevos diputados y senadores. Sin embargo, después de las primarias de agosto, que sirvieron de gran sondeo electoral, la campaña se ha desinflado hasta el punto de resultar, según algunos analistas, fría, aburrida y sin sorpresas.
"La elección presidencial de 2015 fue muy intensa y eso también repercute. Normalmente las elecciones legislativas suelen ser menos candentes. Pero esta fue particularmente fría", cuenta Juan Germano, de Isonomía Consultores.
Lo cierto es que si hay un ejemplo de sociedad apasionada por todo, especialmente por el fútbol y la política, esa es la argentina, en la que la confrontación de ideas está a la orden del día en los ámbitos más diversos de la vida.
Sin embargo, una combinación de factores ha podido influir para que la carrera de cara a las elecciones del día 22 sea desaliñada.
Desde el hartazgo ciudadano por la alta frecuencia de citas electorales -cada dos años hay comicios legislativos y cada cuatro presidenciales, con sus respectivas primarias, conocidas como Paso-, hasta la sensación de que los resultados apenas variarán respecto a los de agosto, con previsible ventaja para el oficialismo, según las encuestas.
Para Mariel Fornoni, de Management & Fit, las Paso de hace casi dos meses, en las que los ciudadanos eligieron a los candidatos definitivos de cada partido, concentraron más atención y expectativas que las elecciones generales porque condicionan el resultado de lo que vendrá después.
Aunque en el conjunto nacional el frente gobernante Cambiemos fue la fuerza mejor parada en esas primarias, los resultados en la provincia de Buenos Aires -principal distrito electoral- dieron a los postulantes por Unidad Ciudadana, el frente encabezado por la expresidente Cristina Fernández, una diferencia de apenas 0,21 puntos porcentuales sobre el principal postulante oficialista, Esteban Bullrich.
"La sensación general es que gana el Gobierno", añade Fornoni, para quien una de las razones de estar en una campaña con poca emoción es que la gente siente que el oficialismo va a volver a ganar y se va llevar buena parte de los apoyos de las 500.000 personas que estima no acudieron a votar en la anterior cita.
A su juicio, el voto nuevo se decanta más por el oficialismo porque proviene de un sector "menos fanático" que el que considera que vota a Cristina, que es más incondicional y fiel.
“Voto útil”
Mención aparte merecen el líder de la coalición de centroizquierda 1País, Sergio Massa, y el candidato del histórico Partido Justicialista (peronista), Florencio Randazzo, tercero y cuarto, respectivamente, en número de votos en agosto en la provincia de Buenos Aires, que tratarán que esos votantes no apelen al llamado "voto útil" y den su apoyo al macrismo o al kirchnerismo.
Precisamente, la decisión de la viuda del también expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) de conceder, después de muchos años, una seguidilla de entrevistas a periodistas afines y contrarios, ha sido la mayor novedad en el periodo que va desde agosto hasta ahora. Una estrategia que algunos atribuyen a la necesidad de la exmandataria de alcanzar la victoria.
"Los votantes que tiene que ir a buscar son muy distintos a los que ya tiene. (...) Cristina genera de todo menos indiferencia. En general el argentino está muy definido a favor o en contra. Queda poco lugar para el gris", añade Germano.
En su opinión, a pesar de que se necesitaba una Cristina "más abierta", dar entrevistas no es sinónimo de una "Cristina distinta".
"Se la quiere u odia, pero no hay intermedios, que son los que pueden llegar a moverse en función de algo puntual que pueda suceder en una campaña", concluye el consultor.
Respecto a la conducta que están tomando los candidatos, Fornani considera, por el lado del macrismo, que "no equivocarse" es tratar de hacer las "menos cosas posibles", es decir, mantener un perfil lo suficientemente bajo como para no mover demasiado las cosas, mientras que Cristina está jugando a "ganar o morir".