Hay un déficit enorme en formación docente y urge revisar los requerimientos de la formación inicial, posgradual y en servicio que demanda la educación en América Latina hoy.
María Clara Ortiz Karam*
Hace un par de semanas la Fundación Empresarios por la Educación participó en varios espacios de la III Bienal Latinoamericana y Caribeña de infancias y juventudes realizada en Manizales. Yo moderé la mesa “Contextos, políticas y estrategias de calidad e inclusión para garantizar el derecho a la educación de niñas, niños, jóvenes y adolescentes en América Latina y el Caribe”. La discusión fue rica y profunda, se plantearon los problemas, pero también se propusieron caminos.
Se planteó cómo en América Latina se mantienen políticas centralistas, cobijadas por una descentralización que es en realidad desconcentración de recursos sin fortalecer la autonomía y de los territorios y las escuelas. Se resaltó la necesidad de valorar y potenciar la diversidad y las capacidades instaladas en las comunidades y en las escuelas, para superar la exclusión de los territorios que están en desventaja económica con altos costos sociales y ambientales para sus pobladores.
Abordamos preguntas como ¿Dónde queda el sentido de lo público?, ¿Cómo superar las brechas regionales, con énfasis en las rurales y entre públicos y privados?, ¿Cómo lograr propuestas educativas pertinentes, y situadas que combatan las desigualdades y aporten a la construcción de democracias reales? Todas ellas reclaman avanzar hacia políticas públicas construidas con los diferentes actores involucrados y sus territorios.
Aun cuando la educación ha comenzado a aparecer como tema prioritario en la mayoría de los países, las políticas, programas y recursos se han concentrado en la cobertura. Y sí, se han cerrado brechas en cobertura, aunque en muchos países sigue pendiente la educación media, pero se han profundizado las brechas en aprendizajes y permanencia. Los promedios por país comienzan a mostrar evoluciones a pesar de seguir estando por debajo de lo esperado pero, más allá de los rankings, las brechas entre colegios públicos y privados de alta calidad es enorme y, en los públicos, siguen aumentando las brechas entre la educación urbana y la rural, en detrimento de la rural y de los grupos poblacionales en condición de vulnerabilidad.
¿Cómo avanzar hacia el cierre real de brechas para acercarnos gradual y firmemente a lograr que la educación sea un derecho fundamental garantizado para todos? ¿Cómo garantizar las condiciones para el aprendizaje y la convivencia de acuerdo con los contextos nacionales y regionales y en diálogo con los retos que nos plantea la impredecible sociedad del siglo XXI?
Existe un gran desconocimiento de las políticas y de la estructura misma que soporta nuestro sistema educativo. Si queremos entre todos proponer transformaciones, los maestros y los diversos actores involucrados debemos conocer el sistema y la normatividad que lo soporta. No se puede transformar aquello cuyo funcionamiento intrínseco se desconoce.
Hay un déficit enorme en formación docente y urge revisar los requerimientos de la formación inicial, posgradual y en servicio que demanda la educación en América Latina hoy. No podemos seguir hablando de maestros que interactúen con sus estudiantes, que sean facilitadores, que aporten al desarrollo de aprendizaje con sentido, que formen para la inclusión desde la valoración de la diversidad y el diálogo con sus contextos y comunidades, si la formación que reciben es totalmente contraria a lo que esperamos de ellos.
La conversación dejó valiosos aprendizajes, especialmente en torno a los cómo: visibilizar la importancia de fortalecer el rol pedagógico de maestros y directivos en todos los niveles educativos como estrategia de prevención del abandono escolar; vincular familias y comunidades para lograr transformaciones sostenibles que mejoran aprendizajes y convivencia para todos, propiciando espacios permanentes de diálogo igualitario a partir de los principios del aprendizaje dialógico; o aprender de las experiencias etnoeducativas orientadas a proteger y preservar la cultura visibilizándola y convocando a la inclusión desde la valoración de la diversidad y la interculturalidad, integrando los múltiples discursos, saberes y sentires a la escuela.
Si queremos avanzar hacia la profundización de la democracia a partir de la equidad social, es fundamental construir con y desde los territorios, valorar sus capacidades y la riqueza de la diversidad, y avanzar en la superación de las profundas inequidades, con una visión compartida de la educación como condición y oportunidad de transformación social.
*Subdirectora de la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.