Aprendiz de brujo en Luciano de Samosata, Goethe, Dukas y Walt Disney

Autor: Lucila González de Chaves
3 marzo de 2019 - 08:10 PM

Recorrido por la historia del personaje Aprendiz de brujo en la literatura, la música y el cine.

Medellín

El “Philopseudés” de Luciano

Luciano de Samosata (125 – 181 d.C), escritor griego, dejó más de ochenta obras cortas y de diverso género, escritas con ingenioso humor y extraordinaria fantasía. Son relatos con temas de actualidad de la época, como la creencia en lo sobrenatural y lo maravilloso. Entre esas obras está Philopseudés (El aficionado a la mentira), en donde aparecen por primera vez las aventuras del Aprendiz:

Unos personajes se enzarzan en una conversación sobre la magia y sus poderes, donde cada uno de ellos, pertenecientes a la élite intelectual y representantes de las principales escuelas filosóficas, cuenta algo encaminado a avalar la existencia de fenómenos sobrenaturales. Solo uno, Tiquiades, como el “alter ego” de Luciano, se muestra absolutamente incrédulo con respecto a tales historias.

Uno de esos relatos es el del Aprendiz de brujo: El narrador es Eucrates y lo cuenta como una experiencia personal; lo que sirve para poner en evidencia que lo que está contando no ha sucedido en realidad, ni se ha oído:

Eucrates conoce en un viaje a Pancrates, un sacerdote sagrado de Menfis, de quien se decía que la propia diosa Isis le había enseñado su magia. Cautivado por las maravillas que le ve hacer, especialmente por la forma en que hace cobrar vida a diferentes objetos para que le sirvan, trata de que le enseñe el ensalmo que utiliza, pero Pancrates se niega.

Tras espiarlo en la oscuridad y quedarse con la fórmula mágica, compuesta de tres silabas, logra que funcione el conjuro y hace que una mano de mortero vaya por agua con un ánfora.

Cuando quiere que el mortero pare, se da cuenta de que no sabe cómo hacerlo y el mortero continúa trayendo agua sin cesar, inundando la casa.

En su desesperación, el aprendiz coge un hacha y parte la mano del mortero en dos mitades, con lo que lo único que consigue es que ahora cobren vida las dos mitades, y por separado, continúen trayendo agua.

Cuando está todo inundado, regresa Pancrates, que, muy enfadado, vuelve a poner las cosas en su sitio y desaparece sin dejar rastro.

Lea también: La literatura fue llegando como fiel notaria de vivencias

La balada de J. W. Goethe

Fruto de la amistad y colaboración con Schiller, el escritor alemán Goethe, compuso una serie de baladas sobre cuentos populares y temas legendarios basados en la antigua Grecia; baladas que fueron publicadas en el “Musenalmanach” en 1797. La historia del aprendiz ha pasado a la posteridad porque a finales del siglo XVIII, Goethe compuso una balada inspirada en el relato de Luciano, con algunas diferencias:

El aprendiz de brujo (Der Zauberlehrling) es una balada de catorce estrofas, puesta en boca del aprendiz, y comienza diciendo que ahora que el viejo mago se ha ido, se hará obedecer de los espíritus, porque se ha aprendido de memoria sus palabras y sus gestos, y por tanto puede reproducir su magia.

A continuación, a modo de fórmula mágica, invoca a los torrentes de agua para que fluyan y llenen el estanque. Llama a la escoba y la insta a vestirse de harapos, reprochándole que antes no le hiciera caso; ahora tendrá que cumplir sus deseos.

Comienza a darle órdenes: ponerse sobre dos pies, sacar una cabeza y coger un cubo. La escoba cumple su cometido y comienza a traer el agua para llenar el recipiente. Cuando está lleno, le ordena que pare y, al no obedecer, se da cuenta, consternado, de que ha olvidado las palabras mágicas.

La escoba sigue trayendo agua y lo inunda todo; el aprendiz se enfada con la escoba y la llama “engendro del infierno”. La escoba adquiere un aspecto aterrador, por lo que el aprendiz coge el hacha y la parte en dos pedazos, con el resultado de que ambos empiezan a traer más agua.

Cuando llega el maestro, el aprendiz le dice que los espíritus ignoraron sus órdenes. El maestro, tras ordenar a la escoba que retorne a su rincón, le hace saber al aprendiz, que solo él, como maestro, puede convocar a los espíritus para servirle.

Tanto en Luciano como en Goethe, el objeto de animación toma una cierta apariencia de ser humano, por ello se le viste con harapos.

La diferencia más importante es que en el relato de Luciano, los poderes mágicos emanan del propio Pancrates, en su calidad de gran sacerdote, mientras que en Goethe, hay que convocar a los espíritus infernales que son quienes tienen el poder. El mago no es más que un intermediario.

El scherzo de Paul Dukas

En 1897 se estrenó en París la famosa obra del compositor Paul Dukas, con el nombre de El aprendiz de brujo, para conmemorar los cien años de la creación del poema de Goethe.

La balada de Goethe inspiró a Paul Dukas (1865 – 1935) un poema sinfónico en forma de scherzo sinfónico: El aprendiz de brujo. El propio Dukas subtituló Scherzo basado en una balada de Goethe.

El scherzo basa su fuerza expresiva en una férrea construcción en forma de fuga. Una sinfonía que describe fielmente cada escena de la obra original de Goethe.

Comienza creando una atmósfera misteriosa en la que imaginamos al mago haciendo su magia y al aprendiz madurando la idea de suplantarlo.

En la introducción, sobre un fondo de cuerdas, el contrafagot y luego toda la orquesta van ejecutando, por turnos, el tema del aprendiz de brujo y el encantamiento. La trompeta es la encargada de presentar la fórmula mágica.

El tema original de la escoba es expuesto por primera vez por medio de tres fagots. Luego, un tema más rápido “con un ritmo fuerte, cuyo desarrollo fugado ocupa el lugar más importante de la obra”, sugiere el movimiento de la escoba y da la impresión de que esta va saltando. El resto de la orquesta, principalmente los instrumentos de cuerda, reproducen la acción de verter el agua. Suenan las trompetas, el fagot (la escoba) se anima cada vez más con un ritmo punzante.

La orquesta traduce (los violines) el pánico del aprendiz, incapaz de detener la marcha infernal de la escoba. El agua sigue inundándolo todo.

En este momento la música alcanza su punto culminante, es el momento en que el aprendiz corta en dos mitades la escoba.

Tras una breve pausa, se va elevando lentamente el fagot, y los asistentes se imaginan a la escoba tratando de ponerse en pie de nuevo. En el instante en que las dos mitades de la escoba se ponen de pies, la fuga simple (en la obra musical) se convierte en doble fuga, “para dar origen a desarrollos dobles que se entrecruzan, se persiguen y se encabalgan en un tumulto delirante”. Un súbito final fortísimo indica el regreso del maestro que restablece el orden.

En Goethe no se hacía mención expresa de una fórmula mágica, aunque se dice que el aprendiz se sabe las palabras y los gestos de su maestro. En Dukas, la trompeta hace alusión a la fórmula mágica. El golpe de percusión revela que el mago ha vuelto las cosas a su lugar.

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Fantasía de Walt Disney

En 1940, el productor, director y guionista, Disney (1901 – 1966), conocido en la cultura occidental como “el más influyente cultivador de la imaginación infantil”, incluyó en su película de animación, Fantasía, la música del francés Paul Dukas, ejecutada por la orquesta de Filadelfia y dirigida por Leopold Stokowsky. En dicha película, el ratón Mickey asume el papel del aprendiz.

En la introducción se dice que el aprendiz es un niño ávido de conocimientos y que contempla al mago hacer sus prácticas, mientras va transportando con gesto cansado, los cubos de agua que debe llevarle al mago. Cuando este se ausenta, Mickey, el aprendiz, se apodera del gorro de su maestro para asumir su personalidad y ordena a la escoba que haga su trabajo por él. La escoba poco a poco se va enderezando y comienza a acarrear el agua en dos cubos, seguida de Mickey, el aprendiz, que imita sus movimientos con una gran sonrisa. Está feliz porque ha conseguido usar la magia para sus propios fines, no como el mago que hacía surgir imágenes sin utilidad.

Como la escoba está haciendo su trabajo, él se queda dormido. Despierta y se da cuenta de que la escoba ha seguido trayendo agua sin parar y que está todo inundado. Aterrorizado, el aprendiz intenta detener la escoba y con un hacha la hace añicos. Aquí no son solo dos mitades, sino un ejército verdadero de escobas las que cobran vida y traen agua sin parar.

El aprendiz encuentra el gran libro de conjuros de su maestro y busca desesperado la fórmula para detener el hechizo… Un gran torbellino, que coincide con el torbellino sonoro de la música de Dukas, lo engulle…

Regresa el mago…, esboza una mirada aterradora y levantando las manos lo vuelve todo a su lugar.

La Escritora y catedrática, Marisa Miralles, termina sus análisis diciendo: “Nada es original; la mayoría de las historias ya las había contado un escritor griego o un romano”.

(Resumen de mi “Archivo personal de lecturas y estudios”, realizado todo en fichas académicas)

 

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