¿Qué podemos hacer con más vehemencia en la escuela para comprender que todos los seres humanos somos de la misma categoría, que somos todos igual de valiosos?
Por Diego Arbeláez Muñoz
El conocimiento puro y duro sobre lo que debo saber para “defenderme” en esta vida no parece ser suficiente para tener la sensibilidad de preservar la vida de cualquier colombiano y de otros seres vivos de nuestro territorio. De ahí la necesidad de que la consciencia sobre aquello que llamamos desarrollo trascienda los esquemas limitados del crecimiento económico para medir el avance y el bienestar de una comunidad. Aprender a sumar voluntades, actitudes y acciones contundentes orientadas a la paz y a la convivencia, y no en una lógica de guerra, es un llamado urgente que no da espera.
Un minuto de silencio que se sume y extienda a muchos minutos de reflexión en cada aula de cada escuela sobre lo que sentimos, pensamos y hacemos cuando la cascada de noticias nos muestra una y otra vez la cara violenta de un país que duele, puede ser una de las alternativas para comenzar a formar una masa crítica de personas que podamos hacer frente a la indiferencia y, de otro lado, ayudar a la construcción de redes de apoyo social e institucional que promuevan la no tolerancia frente a la violencia de ningún tipo, ni dentro ni fuera de la escuela.
Por eso, el tejido del contenido y el contexto en la escuela debe derivar en la construcción de saberes éticos con los que se pueda construir una urdimbre que defienda la vida de todos sus integrantes, que lleve en la piel de todas sus prácticas la dignidad humana, y que ayude a reforestar el significado que tiene la vida en las comunidades rurales heridas por la violencia, y también en las urbanas, insensibles en su mayoría a la dimensión de la barbarie que ronda la vulnerabilidad de la ruralidad.
Es no solo saludable para nuestra sociedad, sino un asunto literalmente de vida o muerte, salir de la anestesia social y emocional frente a la oleada de injusticias que todos los días arroja una violación más, una desaparición más, un asesinato más… en contraste, paradójicamente, con la etiqueta de ser uno de los pueblos más “felices” del planeta. ¿Qué es lo que se pretende evitar mostrar y que yace detrás de estas mediciones?, ¿hacia dónde estamos dirigiendo la mirada para no darnos cuenta de que la violencia nos afecta a todos? y ¿qué podemos hacer con más vehemencia en la escuela para comprender que todos los seres humanos somos de la misma categoría, que somos todos igual de valiosos?
Nada de esto es en abstracto, está en las acciones que usted y yo, como ciudadanos, como educadores, o el rol que cada cual desempeña, estamos haciendo o dejando de hacer para que las decisiones de un poder deformado estén generando una escalada de violencia en el país. Sí, queridos colegas de vida, cada uno de nosotros en alguna medida es responsable de lo que hemos creado. Todos tenemos velas en este entierro.
Thich Naht Hanh, maestro espiritual, poeta y activista por la paz, afirma que “la paz se construye en cada paso”, y que solo a través de la práctica de la plena consciencia podemos aprender a vivir felizmente en el momento presente, siendo esta la única manera de construir la verdadera paz, tanto en nuestro interior como en el mundo. Esto me mueve a invitarlos, con paso firme, y paso a paso, a ser protagonistas de otra historia, una historia en la que en un futuro cercano los niños y niñas de este país -porque también es su país- puedan ir a la escuela sin miedo, aprendan que el buen vivir les pertenece por derecho propio, y estén seguros de que al regresar a sus hogares encontrarán a sus familias acogedoras y tranquilas, porque están libres de amenazas y humillaciones, cultivando su propia tierra y viviendo de manera sostenible pues cuentan con el respaldo y el apoyo de un Estado que cuida y protege su desarrollo y bienestar.
Se vale soñar, pero sobre todo se vale ser más conscientes de que por más pequeño que sea el granito de arena que cada uno aporte, sumado a muchos otros, hará que muchos niños y niñas en Colombia puedan vivir y aprender en paz.
*Asesor y coach en la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.