Es a la economía de mercado –el ‘maldito’ capitalismo– a la que le debemos que hoy tengamos recursos y conocimientos antes inimaginados para enfrentar una crisis como esta.
Una de las maniobras que hace parte del programa de pruebas de un avión nuevo, consiste en apagar los motores en pleno vuelo para luego encender todos los sistemas y recuperar el control. También hay pilotos que lo hacen solo por demostrar su pericia, e instructores que marcan con esa prueba de fuego a sus estudiantes. Algo similar hacen los médicos cuando sumen al paciente en un coma inducido para facilitar el tratamiento, tras lo cual se le va sacando de ese estado. Pero, no siempre el avión responde, no siempre el paciente despierta.
Eso es, más o menos, lo que muchos países, como Colombia, han hecho con la sociedad en el marco de la guerra al coronavirus, y más que con la sociedad, con la economía, que no es una cuestión de ricachones sino un aspecto central de la vida de todos: somos el ‘homo economicus’. Y la estrategia que se está empleando consiste en generar el mayor aislamiento social posible para reducir el ritmo de contagio de la pandemia y permitir que el sistema de salud pueda atender el pico de contagios sin colapsarse, con la consecuencia indeseable de causar la parálisis casi total de la economía. Algo que tocó hacer para evitar un mal mayor, como cuando los ingenieros decidieron dejar fluir el río Cauca por la casa de máquinas de Hidroituango para que el caudal no sobrepasara la presa, solo que ahora toca preocuparse por encender de nuevo el avión y sacar al paciente del coma.
Algunos aducen que como la vida debe estar por encima de todo, lo que es una obviedad, las actividades relacionadas con la preservación de la salud deben priorizarse en detrimento de las demás, pero parecen no darse cuenta de que la salud requiere de una amplia gama de recursos e insumos que son bastante costosos y que alguien los debe pagar. Los países tienen el nivel de prestación de salud que su economía les permite tener o, para decirlo más claro, el nivel que su riqueza les permite brindar, y esto es fruto de la actividad económica.
En Twitter, personas de izquierda proclaman que esta crisis debería servirnos para comprender que es mejor invertir en salud (estatizar, es lo que quieren) que ‘manejarla como un negocio para beneficio de unos pocos’, pero habría que preguntarles si lo que quieren es un servicio de salud como el cubano o el venezolano, donde en los hospitales carecen hasta de agua y luz. Por mucho que se molesten, es a la economía de mercado –el ‘maldito’ capitalismo– a la que le debemos que hoy tengamos recursos y conocimientos antes inimaginados para enfrentar una crisis como esta.
Si bien el confinamiento ha sido y es un mal necesario, apagar la economía durante tres meses sería, simplemente, un suicidio. El industrial Arturo Calle, aplaudido por cerrar su empresa en la cuarentena con la promesa de pagarles el salario a sus trabajadores, dice que él podría aguantar tres meses, pero que para la mayoría de las empresas dos meses es demasiado. Y que o pagan las nóminas o pagan los impuestos, pero que no hay caja para ambas cosas. Es decir, está prohibido despedir personal, pero no hay con qué pagarle; tampoco habrá dinero para pagar impuestos indefinidamente, esa es la realidad. Y recuperar el tejido empresarial que se pierda tardará años, con consecuencias funestas en materia de pobreza.
Apagar la economía es apagar la vida. De ella depende la salud, la alimentación, la educación y, en general, todo el desarrollo social. Ver la pandemia como un castigo que nos debe hacer dar un giro radical y permanente en nuestro estilo de vida, es un enfoque catastrofista que nos puede llevar a un verdadero desastre.
Sea por tomar decisiones acertadas o por simple suerte, el país tiene una baja tasa de contagiados, un número de fallecidos menor al esperado y una situación prácticamente de normalidad en el sector salud, todo lo cual es esperanzador. Aún no se advierte la etapa crítica por la que han pasado otros países, a pesar de muestras muy visibles de indisciplina social, y hay muchos datos que permiten inferir que es posible ya ir planteando propuestas para prender la economía tomando las debidas precauciones, en vez de apagar ese avión por tres meses con grave peligro de que se estrelle, y de que los pasajeros se rebelen.
@SaulHernandezB