Hay agobio por las decisiones de escritorios y funcionarios que por instrucciones de alguien comienzan a imponer medidas caracterizadas por la arbitrariedad y el desconocimiento de realidades locales e históricas.
Se viven tiempos de confusión. A pesar de que la anterior pareciera una frase hecha, con sobradas razones se elevan voces de insatisfacción en nuestro departamento en relación al trato despectivo recibido por parte del actual gobierno central, no sólo por el manejo injusto a realidades políticas como las consistentes manifestaciones de descontento hacia el modo equívoco y hasta tramposo como se ha impuesto la agenda de cuestionado proceso de paz con unos violentos que progresivamente imponen al país en la práctica su voluntad de obtener el poder mediante la combinación de formas de lucha del marxismo, sino también en el trato erróneo del asunto que ahora se llama de “fronteras” -otro equívoco- entre nuestro departamento y el Chocó, algo que también los medios de comunicación comienzan a explotar en otros sitios del país.
Tienen sentido las voces de insatisfacción. Hay agobio por las decisiones de escritorios y funcionarios que por instrucciones de alguien comienzan a imponer medidas caracterizadas por la arbitrariedad y el desconocimiento de realidades locales e históricas. Ahora resultaron con que el mapa de una región se puede modificar porque a alguien le parece, bastando para ello la opinión o la obediencia servil de funcionarios de dependencias oficiales, de algunos medios de comunicación o de otros que se manifiestan públicamente con logros y optimismos que no convencen. No logra visualizarse con claridad las implicaciones que estas cosas puedan tener en un futuro inmediato, para la región o para el país.
Hay que oponerse a los regionalismos insensatos y miopes que llegan a desconocer la magnitud del significado de la propia nacionalidad, significado llevado hoy a situación de crisis por el régimen central de la capital, sometido a los intereses geopolíticos de las izquierdas obedientes al foro de Sao Paulo. Es hora de prestar atención seria a los reclamos justos de los antioqueños. Hay que entender estas voces como queja al desconocimiento de la voluntad mayoritaria local al modo como se ha entendido la cuestión de la paz y la integridad institucional y social. Por parte del gobierno, merecemos respuestas serias en las que al menos se considere la vocación del respeto a la ciudadanía que debiera manifestar un gobernante, así su grado de aceptación haya llegado al abismo del menos del 14 %. No hay muestras de atención por parte de quien gobierna a quienes mayoritariamente lo cuestionan: ¿es así como funciona la democracia?
Un antioqueño ejemplar, médico, viajero, estudioso, escritor, naturalista, observador de la realidad de nuestro estado (segunda mitad del siglo XIX) fue el doctor Manuel Uribe Ángel (1822-1904). El ilustre y sabio envigadeño tuvo una visión sensata y documentada sobre nuestras posibilidades y limitaciones como región. En su clásica obra “Geografía General y compendio Histórico del Estado de Antioquia”(París, 1885), afortunadamente re-editado por las autoridades regionales, manifiesta su ejemplo de amor y conocimiento del estado de Antioquia. El científico y humanista, conocedor de nuestros valores regionales propone la difusión del estudio de lo local con una visión responsable y a la vez visionaria. Sobre las fases de nuestra historia escribe: “… las tres de ésta, es decir, la Conquista, la Colonia, y la República, pueden ser consideradas como tres términos de una proporción cuyo cuarto miembro debe ser la famosa equis del porvenir. Tal vez sabiendo lo que fuimos y lo que somos, podremos vaticinar lo que seremos, quizás conociendo de dónde venimos, sabremos para dónde vamos”. Por el momento, parece que seguimos confundidos; se nos presenta la Equis del porvenir con sombras y con un enorme cargamento de interrogantes, como si no supiéramos con claridad quiénes somos.
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