Miles de hectáreas de nuestro territorio son devastados por las acciones ilegales de grupos al margen de la ley u otros actores que atentan contra el equilibrio natural
El diccionario de la Real Academia Española -Drae- define ecocidio como “destrucción del medio ambiente, en especial de forma intencionada”. La revista on line Muy Interesante, explica que un ecocidio es “la destrucción extensa o la pérdida de ecosistema(s) de un territorio, normalmente deliberada y masiva, bien por medios humanos u otra causa. Como consecuencia, la existencia de los habitantes de ese territorio se ve severamente amenazada”.
Indudablemente el ecocidio es un crimen y ha estado en discusión para ser incorporado al derecho penal internacional, como una quinta tipología, adicional a los cuatro ya clasificados por la Corte Penal Internacional: genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crímenes de agresión. Y no es para menos catalogar que los atentados a los ecosistemas tengan como consecuencia acciones punitivas, pero, el tema circunda en la capacidad de investigar y juzgar; sí con lo que tenemos la humanidad se queda corta, ahora mucho menos contra “fantasmas”.
La transición de 2019 a 2020 nos agarró con los incendios en Australia, miles de hectáreas de vegetación, animales y personas perdieron sus vidas. También los incendios en California -USA-, en octubre pasado, pero no hay qué ir muy lejos, para enterarnos de la forma como los colombianos vamos cada día arrasando con la capa vegetal, por descuido, de manera intencional, la minería ilegal o las prácticas agrícolas de quemar el terreno para preparar la resiembra, en fin, por el motivo que sea, se evidencia la baja capacidad de reacción en muchos de nuestros territorios para controlar los ecocidios.
Sorprende y preocupa la baja reacción de la sociedad colombiana para rechazar estos actos, como en el caso del fin de semana pasado con el ecocidio de La Macarena, pero, sí se arman las revueltas contra las corridas de toros, se marcha contra el fracking, incluso desde las Altas Cortes se ordena suspender el piloto hasta que no se tenga certeza del impacto ambiental, en especial en las cuencas hídricas. En Envigado, el atraso en la ejecución del Metroplús por el impacto en el denominado túnel verde, las manifestaciones en pro de la protección de los seres sintientes, pero, infortunadamente no se escucha a los ambientalistas a protestar y exigir el respeto por el ecosistema y contra los asesinos del ecosistema.
Nos volvimos “protestantistas” por muchas cosas que se pueden resolver a través del diálogo respetuoso, si las partes involucradas estuviesen dispuestas a escuchar al otro y tomar decisiones sin dilación en el tiempo, para evitar el efecto bola de nieve. Pero, ante situaciones que son responsabilidad de la acción humana, por fuera de los estamentos gubernamentales o movimientos sociales, pasamos de agache. Es hora de que el país reaccione, miles de hectáreas de nuestro territorio son devastados por las acciones ilegales de grupos al margen de la ley u otros actores que atentan contra el equilibrio natural del ambiente. Pero como dice una canción de Shakira, la sociedad colombiana frente a los ecocidios está “bruta, ciega, sordomuda, torpe, traste y testaruda”.