Amado Nervo, un lírico a merced de  la crítica adversa

Autor: Lucila González de Chaves
5 noviembre de 2017 - 02:00 PM

La maestra Lucila González de Chaves explica la grandeza del poeta mexicano Amado Nervo (1870-1919), introduciéndonos en su saber.

Medellín, Antioquia

Considerado durante mucho tiempo como la figura lírica más brillante de México; autor de una poesía melancólica, introvertida, filosófica, de la cual el crítico Rafael Díaz Ycaza dijo: “Poesía de Nervo que es un viaje por secretos meandros; poesía que es música de cámara”. Pero, sus detractores, con sus implacables críticas negativas y adversas, llevadas al exceso de manera injusta y arbitraria, hicieron (y hacen) lo imposible por opacarlo.

Amado Nervo es una figura descollante del modernismo. Amaba a París y pudo conocerlo en 1900: fue enviado allí como corresponsal de prensa, lo que duró poco tiempo; pero conoció a los escritores parnasianos y a los simbolistas, quienes lo ayudaron a completar su formación literaria. En París conoció a su fiel compañera por diez años, Ana Cecilia Luisa Dailliez, cuya prematura muerte le inspiró su reconocido libro La Amada Inmóvil, publicado después de la muerte del autor. Es uno de los más hermosos libros románticos escrito por un modernista.

¡Cuánto, cuánto la quise! Por diez años fue mía,

¡Pero flores tan bellas nunca pueden durar!

Era llena de gracia, como el Avemaría,

¡Y a la fuente de gracia, de donde procedía,

Se volvió… como gota que se vuelve a la mar!

La anterior es la última estrofa de su poema: “Gratia Plena”, muy destacado en dicha obra.

Se afirma que el citado libro es la obra inicial del postrer período de Nervo, caracterizado por la renunciación a lo terrenal y a la aceptación resignada del dolor.

Pero en el prólogo de dicha obra, escrito por el mismo Nervo,  nos parece encontrar las señales de que Nervo era un hombre de grandes inquietudes religiosas; que había leído con intensidad filosofía y teosofía orientales; que meditaba sobre la metempsicosis; en leyes misteriosas como el Karma; pues dice: “Si debe creerse que nuestra existencia es una expiación de yerros anteriores, sabe Dios que yo expié en esas horas, muchas faltas de otras vidas, o de esta mi pobre vida incoherente y mediocre […]”.

Y, ¿no es teosófico cuando afirma: “Centenares de miles de hombres pretenden conversar con los muertos, penetrar en el plano astral donde viven, verlos y seguirlos en sus evoluciones”?

En 1905, Nervo fue designado secretario de la Legación de México en España, y en 1918, ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay. Murió en Montevideo, la tierra de su más grande amigo, el poeta Zorrilla de San Martín.

La historia literaria conceptúa que aunque su prosa es sugestiva, su más grande valor como escritor está en sus versos: Nervo es un  destacado descendiente literario del gran Rubén Darío, pero  con posiciones místicas en su juventud:

Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa

Hondura del vacío y en la hondura interior.

Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa;

Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor.

……………………………………………………….

Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo;

Si sus labios te niegan, yo te proclamaré.

Por cada hombre que duda, mi alma grita: “¡Yo creo”!

¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!

Con estas altísimas emociones  escribió Perlas negras. Su conocida obra Místicas  contiene, entre otros, su famoso poema  A  Kempis, del cual se ha dicho que nunca el autor pudo superarlo:

Ha muchos años que busco el yermo,

Ha muchos años que vivo triste,

Ha muchos años que estoy enfermo,

¡Y es por el libro que tú escribiste!

…………………………………………

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,

Pálido asceta, qué mal me hiciste!

Ha muchos años que estoy enfermo

¡Y es por el libro que tú escribiste!

Después, el poeta místico se europeíza con las influencias de Francia y España, a las que se suma el gran poder de Rubén Darío y de Leopoldo Lugones. Todas esas influencias llevan a Nervo a adquirir una orientación menos mística y un poco panteísta, con sentido más universal, más liberal y humano. Escribe: Los Jardines interiores; El Éxodo; Las Flores del Camino, y por sobre todo, su gran poema que le dio celebridad: La Hermana Agua (de los Poemas Panteístas).

Inicia su camino hacia la calma espiritual con su libro En voz baja (1909). Su evolución es constante. Hay en él influencia de las doctrinas orientales: ahora siente una gran aspiración al “Nirvana”. “La muerte es la libertad absoluta”, declara en una de sus obras; y es el espíritu que se mueve en sus libros: Elevación;  El arquero divino; El estanque de los lotos.

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En prosa se destacan:

Plenitud, su mejor obra, en la que medita sobre cuestiones inquietantes: religión, amor, metafísica, moral, aspiraciones humanas…

Su tono circunspecto y su lenguaje sencillo son factores esenciales para comprender sus reflexiones no exentas de sentimentalidad.

Un libro que nos muestra al escritor que ha descuidado un poco la poesía para ir construyendo la frase filosófica. Algunas de sus frases:

- “Coge tu hacha y corta enérgicamente las malezas; hablo del hacha de tu fe. Verás cuán espaciosa se vuelve la ruta y cómo convida a recorrerla a todas las venturas”.

- “Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor”.

- “Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas… pero ama siempre”.

- “Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales”.

- “Nada está lejos de ti. ¡Las distancias!  ¿Qué importan las distancias? Bien sabes que las distancias son solo para tu cuerpo. Tu alma se halla cerca de todas las cosas”.

En todas sus frases  percibimos una actitud estoica impregnada de ideas cristianas; de consolación; de misericordia por  las circunstancias de la dolorosa existencia.

También están en prosa: Pascual Aguilera; El domador de almas; Almas que pasan; esta última obra es la recopilación de cuentos escogidos.

Entre 1920 y 1928 se publicaron en Madrid, en veintinueve volúmenes, sus Obras Completas, ordenadas, revisadas y cuidadas por el gran pensador  mexicano Alfonso Reyes.

Persiste la poesía:

En su libro Los Jardines Interiores “canta Nervo el epitalamio de su vida. Su naturaleza cálida y sensual irrumpe en estrofas densas de pathos erótico, pero su naturaleza refinada de simbolista y místico atenúa aquella frecuente vibración vital”. (U. Gallo).

Nervo inicia la etapa de su calma espiritual con la obra En voz bajaLa muerte de su amada produce en él una profunda transformación. De esta época es también el libro Serenidad. En sus últimos años escribe Elevación, cuya urdimbre son el misterio de la vida y la incertidumbre de la muerte, la evocación de la dicha inmediata sobre la tierra, el balance final ante el presentimiento del ocaso y la constante recordación de Dios (el Ideal). Con este libro de poemas, Nervo, sin amarguras ni resentimientos, dice adiós al mundo.

Perdóname, Ideal, para que pueda

Irme en paz al venir mi última hora…

Es tan dulce el perdón: ¡prerrogativa

De los dioses!  Perdóname, Inmortal:

“El que todo lo sabe lo perdona

Todo”, y hoy, Ideal, todo lo sabes

Con la sabiduría de la muerte.

Que tu perdón en mi alma se derrame

Como un rayo de luna en el silencio

De una mística noche…

Que caiga como pétalos de lirio

Sobre el hondo cansancio de mi vida.

Perdóname, Ideal, para que pueda

Morir en paz.

El ensayista J. Sapiña afirma: “Amado Nervo es el poeta modernista de la elegancia y la ternura, lo que no se puede confundir con la sensiblería. Nervo es el poeta del amor puro y sincero; no se le puede acusar de declamatorio, y sí maestro de una elevada  inspiración”.

Termino esta reminiscencia de uno de los  poetas de mi adolescencia y de mis  nostalgias cada vez que lo leo, con su poema antológico, En Paz:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida

ni trabajos injustos ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

Cuando planté rosales coseché siempre rosas.

… Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡Mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé, sin duda, largas las noches de mis penas;

Mas no me prometiste tú solo noches buenas,

Y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes!  ¡Vida, estamos en paz!

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