El golpe económico causado por la pandemia en países de bajos ingresos o en conflicto armado, como Colombia, podría alejar definitivamente a millones de niños de las aulas escolares.
El mundo está frente al riesgo de una emergencia educativa sin precedentes, pero también está frente a la posibilidad de evitarla. Es la reflexión que deja el informe presentado por la organización benéfica Save the Children, en el que señala que, a finales de este año, cerca de diez millones de niñas, niños y adolescentes podrían no volver a las aulas escolares como consecuencia de la pandemia causada por la covid-19.
Según el artículo, la población más afectada está en los países en vías de desarrollo, donde la escasa inversión estatal y la pobreza derivada de la pandemia se sentirán con mayor rigor, lo que elevaría mucho más la ya preocupante cifra de 258 millones de niños y niñas que no iban al colegio antes del brote de la covid-19.
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La rápida propagación del virus obligó a las escuelas de todo el mundo a cerrar sus puertas y entonces más de 1.600 millones de estudiantes han visto interrumpido su proceso de educación, y ahora se teme que un alto porcentaje de ellos no regrese.
“Para cualquier niño o niña, que de repente debe dejar de ir a la escuela, ya sea por una crisis migratoria, una situación de conflicto armado o una pandemia, no le será fácil recuperarse o volver a la normalidad. Para los niños, niñas y adolescentes en condición de vulnerabilidad, es devastador. La escuela es un salvavidas para ellos y ellas. Cuando el hogar no es seguro, la escuela es protección. Cuando tienes hambre, la escuela proporciona comida. Y cuando vives en la pobreza, la escuela es la esperanza de un futuro mejor”, expresa la directora ejecutiva de Save the Children Colombia, María Paula Martínez.
El informe destaca que los niños, niñas y adolescentes que viven en países de bajos ingresos, en campos de refugiados, afectados por la migración o en zonas de conflicto armado, como es el caso de Colombia, son quienes ven más distante su acceso a una educación segura y de calidad, migrada a lo digital debido a la pandemia, con el agravante de que gran parte de ellos no cuentan con internet o computador, lo que termina por alargar la cadena de hambre, violencia, trabajo infantil o matrimonio infantil que acecha a muchos de ellos.
Por eso, Save the Children advierte que en Colombia el impacto de la covid-19 en materia educativa ha profundizado las brechas entre lo rural y lo urbano, donde niños, niñas, adolescentes y docentes no cuentan con acceso a internet, equipos tecnológicos o material de aprendizaje. Y apoya esa afirmación en los datos más recientes del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC), que, dice, señalan que en el país hay cerca de 21,7 millones de personas que cuentan con acceso a internet, frente a 23,8 millones que están en las zonas más apartadas y no tienen este beneficio.
“La Unesco estima que al menos 500 millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes no están aprendiendo desde casa. Es que no se puede desconocer que no todos cuentan con las mismas condiciones económicas, tecnológicas o de aprendizaje. En Colombia, el cierre de escuelas significa, para los niños, niñas y adolescentes, la desescolarización e incluso su alimentación diaria. Esta emergencia se suma a una crisis educativa ya existente”, comenta María Paula Martínez.
También observa el informe que las proyecciones más recientes de la Unesco sobre el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) -una educación de calidad inclusiva y equitativa para cada niño y niña- predicen que, para 2030, casi no habrá avances en la reducción del número de niños y niñas sin escolarizar. Esto equivale a millones de niños y niñas que no van a la escuela y no están aprendiendo. Una generación de niños y niñas condenados a tener menos oportunidades en la vida.
Ante este panorama, Save the Children instó a los gobiernos y los donantes a actuar de manera decidida para superar esta crisis extendida por la covid-19 y así lograr una mejor reconstrucción del mundo.
Para ello, insistió, es necesario abordar compromisos desde varios frentes: acordar e implementar un plan de acción global en materia de educación, pues esta emergencia educativa mundial requiere una respuesta global y coordinada que esté bien planificada, sea inclusiva y tenga perspectiva de género; aumentar la financiación de la educación; y que los gobiernos nacionales desarrollen e implementen verdaderos planes nacionales de respuesta y recuperación en materia de educación, que garanticen que los niños y las niñas más marginados también puedan aprender.