Israel presenta en estos días una inestable y costosa coalición gubernamental que deberá lidiar con no pocos temas nacionales y regionales.
Después de tres torneos electorales y por efecto del covid-19 se levanta desde este fin de semana la coalición gubernamental en Israel bajo la conducción formal de Netanyahu y Gantz. Formal, pues de hecho el primero guarda en sus manos desde ahora y en los próximos cuatro años la estabilidad y los rumbos de este gobierno. Según el entendimiento formal entre ellos, Gantz encabezaría el gobierno hacia la mitad de este periodo, pero Biby mantendrá el título de Primer ministro y se alojará con su familia en una residencia oficial que sería instalada en los próximos meses. Hay sólidas bases para pensar que la posibilidad de romper este entendimiento si y cuando le sea conveniente está entre sus cálculos.
Dos tareas abrumarán a este frágil entendimiento gubernamental en las próximas semanas. La primera es evitar un renovado ataque del virus forzando el aislamiento selectivo de personas que por su edad y-o antecedentes médicos son susceptibles de padecer sus efectos. Con similar intención los servicios escolares, los cines y teatros, las festividades familiares, los servicios de transporte y otros seguirán conociendo restricciones sustantivas hasta alejar totalmente esta posibilidad.
Hasta el presente el número de muertos agredidos por el virus no pasa de 300; sin embargo, podría elevarse significativamente en ciudades como Jerusalén y Bnei Brak debido a la irresponsable conducta de grupos religiosos ortodoxos que descuidan normas de higiene.
La segunda tarea implicará concentrarse en la normalización de los mercados laborales. Israel presentaba antes del covid-19 un desempleo inferior al 2 porciento de la población activa; hoy alcanza a un tercio de ella. No pocas fuentes de trabajo – incluyendo a la línea aérea israelí El Al – tienden a desaparecer, y la difusión de medios electrónicos como fuentes de comunicación, entretenimiento y suministro de servicios ha reducido la necesidad de fuerza laboral. Grave escenario que está conduciendo a protestas masivas y obligará a la coalición gubernamental a proponer soluciones.
Ciertamente, el hecho de que el nuevo gobierno ha duplicado el número de ministros- de 18 a 36 – con los costos pertinentes acentúa el malestar de amplios círculos de la población.
Si estos dos escenarios alcanzan un término relativamente aceptable, Netanyahu empezará a dar pasos en favor de la anexión de Judea y Samaria, hoy poblados por medio millón de colonos judíos y tres millones de árabes. Tendencia que resulta inaceptable para Jordania, la Autoridad Palestina y la agrupación Hamás en Gaza. Y es probable que la actitud de Jerusalén será también resistida por la comunidad europea y por el partido Demócrata en USA. Incluso en la Casa Blanca se presentan actitudes ambivalentes respecto al tema.
En suma: Israel presenta en estos días una inestable y costosa coalición gubernamental que deberá lidiar con no pocos temas nacionales y regionales. Pondrán a prueba tanto el liderazgo de Bibi como la paciencia de amplios estratos de la población.