Al final, donde está el secreto

Autor: Pbro. Emilio Betancur
27 octubre de 2019 - 12:07 AM

Homilía correspondiente al domingo 30 del tiempo ordinario, reflexión sobre los orantes

Medellín

Continuamos leyendo primero a Pablo como inspirador de los sucesivos evangelios llamados sinópticos; quien nos entrega hoy la última parte de su testamento que nos sirve como examen final de nuestro año litúrgico e incluso civil. “Ahora solo espero la corona merecida, con la que el señor justo juez, me premiará en aquel día; y no solamente a mi sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento… El señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevar a salvo al reino celestial” (segunda lectura).

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Solo uno oraba, el otro se justificaba

Desde el principio Lucas nos advierte que este texto es una parábola, para precavernos de una estigmatización, es decir, que no todos somos absolutamente fariseos o exclusivamente publicanos. Se trata de dos actitudes diferentes pero que les gusta, por acción del demonio, convivir, para ser por momentos o al mismo tiempo, fariseos con chispazos publicanos o publicanos con tendencias farisaicas.

Viuda y publicano

El domingo pasado nos encontramos ante un juez irresponsable con su profesión y una viuda que nunca dejó de pedirle justicia para su enemigo; el corazón de la viuda de ayer es el mismo del publicano de hoy, de pie pero a distancia del fariseo. La viuda tiene que humillarse ante un juez injusto, y el publicano tiene que cargar con una mala reputación, así tenga mucha plata mal habida, que no es una menor o peor pobreza. No era ninguna honra estar al servicio y ser colaborador con el ocupante, Roma; a quienes los publicanos pagaban primero y después cobraban sobre tasas a los judíos; en eso consistía su negocio, gozando con las reformas tributarias del estado opresor.

Uno enaltecido y el otro humillado

Cuando el publicano pedía perdón y se golpeaba el pecho estaba en lo cierto y era justificado: “La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras el no obtiene lo que puede, permanece sin descanso, y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia” (Primera lectura).

Entre tanto, el fariseo no oraba sino que se contemplaba a si mismo con sentimientos de satisfacción ególatra. El uno recibió más de lo que esperaba y el otro no esperaba nada con lo que decía: “Dios mío te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, impuros y adúlteros. Tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias” “El publicano en cambio se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo… Dios apiádate de mí que soy un pecador” (Evangelio). El uno salió enaltecido y el otro se fue humillado. El fariseo es un mal ejemplo que está en la línea de la corrupción amparado por la ilegalidad, el publicano pertenece a la familia espiritual de la viuda agobiada por su adversario y desamparada por la ley.

El ego imaginario y el sencillo en tierra

La suficiencia es un imaginario por hacernos creer más de lo que somos; la sencillez es tener los pies en tierra por el discernimiento humilde del corazón. El suficiente pierde la posibilidad de contar en la vida con los valores de los demás porque se basta a sí mismo. El humilde se siente rico porque cuenta con los carismas de los demás y lo que él tiene es solo un don. La razón por la cual el fariseo no fue justificado por Dios la encontramos al final del texto: “porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (evangelio).

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Y el Señor, ¿qué?

“El Señor no desatiende el gemido de un huérfano, ni el continuo lamento de una viuda. Los afligidos alcanzan el favor de Dios, y sus ruegos llegan hasta el cielo; la oración del humilde no descansa hasta llegar a Dios, no desiste hasta que Él lo atiende, y como justo juez, restablece la justicia” (primera lectura).

Lecturas del domingo 30º del tiempo ordinario - ciclo c

27 de octubre de 2019

 

PRIMERA LECTURA, Lectura del libro del Eclesiástico (35,12-14.16-18):

SALMO, Sal 33,2-3.17-18.19.23

SEGUNDA LECTURA, Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.16-18)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor

 

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