No es China un país que en el corto plazo debamos seleccionar como mercado prioritario para el crecimiento de nuestras pobres exportaciones
700 años atrás, en la romántica Venecia, tres emprendedores hermanos crearon una empresa de comercio exterior, con China como mercado objetivo – la llamaban Catay -, y lograron tanto éxito que vincularon como gerente internacional a Marco Polo, hijo y sobrino de los socios; sedas, vinos, alimentos, y especias, eran algunos de los renglones de intercambio. Pues bien, hoy Colombia tiene su propio Marco: el presidente Duque realizó un viaje a China con igual propósito de la familia Polo, y marchó acompañado de empresarios con algunos productos, entre los cuales no están la seda ni las especias, pero sí aguacates, carne, bananos y café. Quiso además nuestro mandatario que los chinos no solo compraran lo ofrecido, sino que se comprometieran a visitarnos para admirar las bellezas de nuestro país, y que además invirtieran en compañías, diferentes, claro está, a las establecidas en “El Hueco” de Medellín. Y está bien que el país intente atraer capitales chinos por la vía de inversiones y compra de nuestros productos, y que les compremos en condiciones competitivas bienes de capital, materias primas e insumos, y sofisticadas tecnologías, indispensable todo ello para para la modernización de nuestro maltrecho aparato productivo. Sin duda, el mercado chino es inmenso, y lo confirman 157.000 millones de dólares en compras a Latinoamérica el año anterior, siendo Brasil principal beneficiado con 77.000 millones y Chile con 27.000 millones de dólares; Perú y México exportaron hacia el país asiático 15.000 y 14.000 millones de dólares, respectivamente, mientras Venezuela superó a Colombia, que vendió 5.900 millones de dólares, solamente 218 millones si exceptuamos el petróleo, ferroníquel y demás minerales; una paupérrima cifra que ubica a China como mercado por debajo de Costa Rica, donde vendimos en 2018 más de 250 millones de dólares.
Fue enfático nuestro presidente al decir que turismo, inversiones, y exportación de productos, con énfasis en carne, bananos, aguacates y café, serían los temas prioritarios del viaje. Veamos el caso de los productos ofrecidos. 4.600 millones de dólares compra China en carne bovina, 33 por ciento de ella a los brasileños e igual porcentaje por la suma de las compras hechas a Argentina y Uruguay, para casi 70 por ciento de dependencia de carne importada de Latinoamérica; Australia y Nueva Zelandia sobresalen también ocupando entre los proveedores el segundo y quinto lugar, respectivamente. Otros cinco países, ni uno más, participan con ventas muy marginales – apenas 4 por ciento -, y Chile y Costa Rica se encuentran entre ellos, con veinte millones de dólares cada uno. A todos esos países China aplica un arancel de 12,16 por ciento, el mismo que pagaría la carne colombiana, pues la visita presidencial no pudo haber influido para un tratamiento preferencial, única opción real para poder competir en el mercado. De otra parte, las importaciones chinas de café son relativamente pequeñas - 302 millones de dólares – y casi la mitad de ellas llegan de Vietnam y Malasia; a Brasil le compran 21 millones de dólares, y a Colombia solo 18 millones. Nuestro país vendió en el mundo el año pasado 2.335 millones de dólares de café, y no vendió más porque la producción de 13,6 millones de sacos fue inferior en más de medio millón de sacos a la del 2017; el problema es de oferta, no de mercados, pero nos desgastamos para vender unos pocos dólares en el cliente N°18 del mundo. ¿Por qué no exportar más a Italia, cuarto comprador mundial con 1.746 millones de dólares, donde vendemos 62 millones de dólares? Otro renglón, el banano: los chinos importan 897 millones de dólares, de Filipinas 601 millones y 150 millones de dólares desde Ecuador; Vietnam, Myanmar, Tailandia, e Indonesia, siguen como cercanos proveedores, mientras Costa Rica, cuarto exportador mundial, apenas vendió 5 millones. El Gobierno asegura haber vendido cuatro millones de cajas anuales, o sea que, en una visita de días, Colombia vendió una tercera parte de lo que exporta Ecuador a ese país, y ocho veces lo de los costarricenses. No creo en ese milagro exportador del año. Y finalmente, la expectativa con el aguacate. Los chinos apenas importan US$ 133 millones de dólares, todo de Perú, México y Chile, a los cuales resultará casi imposible disputarles un solo cliente. Llegamos tarde.
Estoy de acuerdo con las misiones comerciales cubiertas por un paraguas presidencial, pues sin duda son efectivas cuando las condiciones de oferta exportable, competitividad, diferenciación y demanda se combinan con cierta precisión. Pero no es China un país que en el corto plazo debamos seleccionar como mercado prioritario para el crecimiento de nuestras pobres exportaciones.