No logramos superar completamente la estructura del mal, que pervierte las conciencias, trabaja con la mentira, genera diversas formas de corrupción
Beatísimo Padre:
A lo largo de cinco siglos, Colombia ha sido iluminada por el Evangelio. La fe del pueblo y el ministerio de sus pastores han sentido siempre la necesidad de la relación vital con el Sucesor de Pedro. Hace 31 años recibíamos aquí a San Juan Pablo II y hoy nos llena de gozo y de esperanza su presencia. Nos alegra, de verdad, que haya querido venir a compartir nuestra realidad y a animarnos en nuestro camino.
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Dios nos ha bendecido con tantos dones y nos ha ayudado a tejer un proceso histórico lleno de grandes realizaciones. Sin embargo, no logramos superar completamente la estructura del mal, que pervierte las conciencias, trabaja con la mentira, genera diversas formas de corrupción, mantiene la inequidad social, arruina la vida con el egoísmo y no deja de promover la falsa solución de la violencia.
Consuela, por otra parte, ver tantas personas dedicadas al servicio del bien común y muchas otras que se entregan con entusiasmo a anunciar la alegría del Evangelio. Hay muchos sacerdotes y religiosas que se dan sin medida, se constata un despertar del compromiso apostólico de los laicos, se multiplican las pequeñas comunidades eclesiales, hay iniciativas de fe que llenan de entusiasmo.
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Por eso, agradecemos tanto su luminosa enseñanza que nos presenta la vida cristiana como un discipulado y nos confirma en la fe, para que, con la fuerza del Espíritu, sepamos seguir y anunciar a Cristo con más audacia cada día. Necesitamos, en efecto, una espiritualidad más profunda y un compromiso social más fuerte, para no despilfarrar en la superficialidad y el hedonismo nuestras mejores posibilidades.
Junto al Sucesor de Pedro, queremos renovar nuestra decisión de seguir a Cristo, que es el camino la verdad y la vida; nuestro anhelo de formar una comunidad de discípulos que asumen con pasión el proyecto del Reino de Dios; nuestro propósito de seguir aportando el testimonio, los valores y la propuesta cristiana para construir un país reconciliado y con horizontes de esperanza. Hoy, algo nuevo debe comenzar entre nosotros.
En nombre de los Señores Obispos presentes, de las autoridades del país, de la región y de la ciudad, de las distintas comisiones que han trabajado con tanto empeño en la preparación de su visita, del clero y de los religiosos, de todos los aquí presentes venidos incluso con grandes sacrificios de diversas lugares y de todos los que siguen este momento de gracia a través de los medios de comunicación, le expreso el más vivo agradecimiento por su fecundo ministerio y por su presencia bienhechora en medio de nosotros.
Finalmente, querido Papa Francisco, imploramos su Bendición sobre nuestras comunidades diocesanas y, especialmente, sobre los que más sufren, los enfermos, los pobres, los encarcelados y las víctimas de diversos atropellos. Todos ellos quisieran abrazarlo en este momento y por mi medio le hacen llegar su filial afecto y la seguridad de su oración por su servicio en favor de la Iglesia y de toda la humanidad.
En signo de nuestro amor y gratitud, le entrego una imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, la madre buena que acompaña la Iglesia desde sus comienzos en este Valle de Aburrá, hace cuatrocientos años. Que ella guíe sus pasos, mantenga su ardor, sea dulzura y consuelo en los momentos de prueba de su misión apostólica. Infinitas gracias, Santo Padre.
* Palabras de agradecimiento del Arzobispo de Medellin al Santo Padre Francisco, al concluir la misa en el aeropuerto Olaya Herrera