No más desprecio por los intelectuales y por los científicos y tal vez estaríamos preparados para realizar una transformación de las culturas locales y la cultura nacional para alejarlas de tanta práctica irresponsable
Caímos en las manos de los teguas en asuntos que tienen que ver con reparaciones locativas, del automóvil o los medios de transporte y lo que es más delicado, en temas de salud. Al tegua lo podemos definir como alguien que ejerce prácticas sin tener título alguno, y eso no sería problema si supieran en profundidad y actuaran con cuidado, pero muchos tienen solo conocimientos aproximados. Nos referimos al tegua como alguien que usa métodos y prácticas habituales, sin refrendación técnica o científica, y se recurre a ellos, por ejemplo, ante un esguince una luxación, y se busca quién lo “sobe” y esos “expertos” muchas veces lo que hacen es acentuar el daño. Recurrimos también a nefastos personajes cuando preferimos, pensando en el costo, en los talleres piratas en vez de buscar los talleres autorizados que usan la tecnología apropiada y que tienen el personal capacitado. No hay un campo más propicio y fértil para los teguas que la política y es allí donde vemos las causas evidentes del desastre que vamos a superar.
Colombia es un país de teguas manejado también por teguas. Pero eso debe terminar. No más desprecio por los intelectuales y por los científicos y tal vez estaríamos preparados para realizar una transformación de las culturas locales y la cultura nacional para alejarlas de tanta práctica irresponsable que consume muchos recursos humanos y consagra a muchos advenedizos y pervierte el sentido mismo de la educación superior y la formación tecnológica. Pero hay signos de que eso va quedando atrás. En Medellín y Antioquia ha primado el buen juicio y los resultados para el manejo de la covid19 son importantes; menos de 3000 contagiados y solo 14 fallecidos, en ciudades similares de Europa se han dado más de 20.000 contagiados y miles de muertos.
Una de las secuelas positivas de esta pandemia ha sido el cuestionar las curanderías y otras malas prácticas que solo se basan en la aproximación dudosa. Y soy consciente del auge que las formas de conocimiento ancestral han tomado últimamente, expresión cultural que no dudo en calificar como oscurantista, sin demeritar esos saberes y actividades, pero a los defensores acérrimos de esas actividades les preguntaría sin en caso de un contagio aparente o real tomarían el camino del curandero o preferirían ir al profesional de la salud. Y les indagaría también si repudian la esterilización, la pasteurización o la desinfección.
Estamos en épocas de incremento en la confianza en la presencia de Ovnis, la televisión está inundada de ese tipo de programas y canales, antes de difusión de la historia y la ciencia, que ahora explotan irresponsablemente esa moda. “Primero se acaba en el helecho que los marranos” afirma el refrán popular, y no es esa sabiduría que resumen bien los refranes populares la que están en juego; es la novelería, la confianza en el chisme que tanto revientan las redes sociales, por esta época, purulentas letrinas de lo peor de nuestra naturaleza humana, credibilidad burda, envidias superficiales, odios sin motivo. Nacer a la ilustración y la modernidad implica aceptar el conocimiento objetivo y someter al examen crítico toda convicción o práctica.