El Renacimiento y la genialidad de Leonardo deben ser hoy fuente inspiradora para reeducarnos en una nueva cultura
Este mes se conmemoran quinientos años de la muerte de Leonardo, símbolo del Renacimiento y del sabio universal, quien dominó todas las ciencias y las artes de su tiempo, además de co-artífice del renacer de la teoría del conocimiento basada en la comprensión de la naturaleza, en contraposición con la escolástica medioeval.
El Renacimiento, entendido como recreación de la cultura grecorromana, puso al hombre en el centro de la historia, esencia del humanismo: la vida ya no es sólo digna de ser vivida, sino el magnífico acontecimiento que debe ser conocido. No sólo se trata de salvar el alma para la vida eterna, como predicaba el cristianismo medieval, sino de dignificar al hombre para convivir en armonía y gozo con la naturaleza.
Antes que Francis Bacon, Leonardo anticipó el empirismo filosófico y científico, lo mismo que predijo el heliocentrismo copernicano y el descubrimiento de la circulación de la sangre por Harvey, así como la teoría ondulatoria de la luz. Sus exploraciones en el valle del Arno le permitieron comprender la estratigrafía geológica; develó además las leyes generales de la mecánica y diseñó máquinas que, aunque no pudieron ser construidas en su tiempo, hoy hacen parte de la cotidianidad.
Leonardo sorprende con su antropología natural, contrapuesta al pensamiento medieval que consideraba al hombre un ser envilecido por el pecado, para quien la única esperanza era la salvación de su alma. Ante esta creencia surge la idea, que asume Leonardo, sobre la dignidad de la existencia humana. Este giro conceptual es el fundamento del Renacimiento y de la Modernidad.
“Son vanas y plagadas de errores las ciencias que no han nacido del experimento, madre de toda certidumbre” (Bacon). Esta sentencia nos introduce al Leonardo científico e ingeniero, a quien no le bastaba entender el funcionamiento del mundo, también quería saber su utilidad práctica y construirla, fundamento de la ingeniería. Casi todo lo que nos rodea tiene ingeniería, a tal extremo que nosotros mismos, en cierta medida, hemos llegado a ser seres artificiales.
Surge la inevitable pregunta sobre el entorno bajo el cual fue posible que apareciera Leonardo, propicio para desarrollar su trabajo como filósofo, científico, ingeniero, inventor y artista, disciplinas todas éstas en las cuales se destacó el gran florentino. Un genio como Leonardo no surge por generación espontánea: además de extraordinarias dotaciones individuales se precisa un sistema que propicie no sólo su aparición, sino también el estímulo a la creatividad.
De la cultura grecolatina en la Edad Media apenas se salvó el aristotelismo, pero reinterpretado para hacerlo compatible con el cristianismo imperial. Nace así la Escolástica, una mezcla de la filosofía de Aristóteles y de la teología de Santo Tomás, dominada por la ortodoxia impuesta por el papado, donde cualquier desviación se castigaba como herejía. Como reacción a este medio hostil surge el llamado “Paradigma científico”, el entorno requerido para el rescate de la ciencia, en principio orientado hacia la reinterpretación del legado filosófico y científico de los griegos. Paradigma, además favorable para el surgimiento de las artes, caracterizado por el fortalecimiento de una burguesía culta y rica, el florecimiento del humanismo centrado en la búsqueda primordial del bienestar del hombre en su vida terrenal y un optimismo generalizado, a lo cual se suman los mecenazgos de poderosas familias y del mimo papado romano. La imprenta permitió la amplia divulgación del conocimiento.
En este luminoso despertar de la humanidad aparece Leonardo, con todos los atributos de la genialidad: curiosidad ilimitada y de sorpresa ante el entorno natural y la misma vida, sumada a una gran capacidad de observación y de representación gráfica del mismo (los famosos códices).
El Renacimiento y la genialidad de Leonardo deben ser hoy fuente inspiradora para reeducarnos en una nueva cultura que permita la reconciliación del hombre con la naturaleza, única posibilidad de salvar los ecosistemas, nuestra vida incluida, hoy amenazados de extinción.