Superando la fuerza, la coacción, la imposición de autoridad, el respeto humano, el acceso a menores, el turismo sexual, el estupro y todas esas cosas malucas que ensucian el sexo, hay que reivindicar el derecho a desear y a ser deseadas que tienen las personas.
¿Qué está pasando en el mundo en materia de acosos y violaciones? Hay mucho que analizar sobre el tema, sobre todo en las decisiones de los jueces que poco o nada hacen para proteger el buen nombre de los presuntos víctimas y victimarios. Se volvió moda el negocio de denunciar hechos contra la integridad sexual muchos años después de la presunta agresión. Nada hay que justifique el acceso carnal violento o mediante engaños o aprovechando cualquier situación de superioridad sobre la víctima. Pero no siempre las apariencias llevan al delito, ni las acciones tienen intenciones de violentar la integridad de las personas.
En los mundillos de la farándula y la política deben ser muy frecuentes los encuentros románticos consensuados en los que detrás del placer animal de ambas partes, hay un interés de lograr figuración profesional o meramente social. Hay que separar los casos de violencia carnal, definida por los cánones penales, de los casos de utilización del cuerpo como instrumento de cambio por el logro de metas, en los que el presunto transgresor es en realidad el seducido. En muchos casos esa situación de superioridad, de influencia notoria de los personajes acusados, es la circunstancia que buscan quienes quieren surgir a toda costa.
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Hubo un sonado caso en Estados Unidos en el que dos muchachas acusaban a los integrantes de una de las familias más importantes del mundo, de haberlas ofendido violentando su libertad sexual. La relación había comenzado en un bar y continuado en la casa de los presuntos abusadores, en la que siguió la fiesta con la lógica consecuencia sexual. En esta circunstancia, no es muy peregrino pensar en las intenciones de aventura de las denunciantes, incluso considerando la vestimenta que usaron. El juez del caso se echó medio mundo encima, pero hizo justicia esclareciendo la verdad de los hechos, como debe ser.
En este boom de denuncias sobre acosos que estamos viviendo, en los que no hay muchos casos de acusados pobres o anónimos, la actitud de los acusados favorece la causa. Su silencio o su mala defensa, tal vez pensando que con ello se desvanecerá el escándalo, ha servido para que la racha siga. Viendo lo sucedido se puede pensar en que lo que se busca es el lucro económico como sucedió con los casos contra la Iglesia Católica que decidió volver institucionales las faltas personales de algunos sacerdotes, acallando con dinero lo que debió ser tramitado ante la justicia ordinaria.
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Superando la fuerza, la coacción, la imposición de autoridad, el respeto humano, el acceso a menores, el turismo sexual, el estupro y todas esas cosas malucas que ensucian el sexo, hay que reivindicar el derecho a desear y a ser deseadas que tienen las personas. La literatura, la música y la historia misma están llenas de piropos, requiebros y propuestas amorosas que no pueden morir. El galanteo y la coquetería son el inicio de la continuación de la vida. Que no muera la gracia de una mirada sugestiva, ni las propuestas de intimidad, ni el lenguaje de los abanicos, ni el amor carnal, ni la libertad.