El Programa Mundial de Alimentos ha advertido que la pandemia está interrumpiendo profundamente el suministro mundial de alimentos en casi todos los niveles, y si no se reactiva la economía y se restablece la cadena, habrá hambre y muerte.
Uno de los países que más reconocimientos está recibiendo por el acertado manejo de la pandemia es Costa Rica, que hasta el sábado tenía 780 casos de contagio y solo 6 fallecimientos, en una población de 5 millones de habitantes. Esas cifras le han cosechado elogios, sin duda merecidos, pero en Colombia tenemos un caso que supera largamente el éxito costarricense y es el de Antioquia.
Para empezar, Antioquia tiene 464 contagios y los mismos 6 fallecimientos, en una población de 6 millones de habitantes (según el cuestionado censo del Dane). Es decir, mientras Costa Rica tiene alrededor de 156 contagios por cada millón de habitantes, Antioquia tan solo tiene 77. Para contextualizar, Colombia, con sus 10.051 contagiados, tiene una tasa de 201 contagios por cada millón de habitantes, que no está nada mal. Bogotá tiene 3.824 casos, para una tasa de 531 por millón; y los Estados Unidos, con 1.331.420 casos, llega a una tasa de 4.040 por millón; veinte veces superior a la de Colombia y 52 veces superior a la de Antioquia.
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Con una tasa inferior a 100, están la mayoría de los países africanos, donde el coronavirus no ha tenido gran incidencia, y muchos de esos cuyas cifras no generan credibilidad, como Haití (13), Venezuela (12), Nicaragua (2) y la misma China (59), origen del brote. Un país que ha sido muy aplaudido, Taiwán, tiene 440 casos y 6 fallecimientos, cifras muy similares a las de Antioquia, aunque esa pequeña isla tiene cuatro veces más habitantes, algo más de 23 millones, por lo que su índice es de solo 19 por millón. También es importante ver la situación de Corea del Sur, con casi los mismos infectados que Colombia, 10.840, para una tasa de 209 por millón, pues la población es casi igual a la nuestra. Eso sí, ellos apenas han tenido 256 fallecimientos frente a 428 de nuestro país, y están en un nivel de diez casos nuevos diarios mientras Colombia está registrando 500 casos nuevos diarios.
Alguien se preguntará para qué prestar atención a tantas cifras, qué sentido tiene. Pues bien, compararnos es la única manera de vislumbrar cómo vamos, si estamos sorteando bien, regular o mal esta calamidad. Y no hay que ser genios para descubrir que nos está yendo bien, aunque con contrastes: muy bien en Antioquia, bien en Santander, pero mal en Bogotá, mal en el Valle, mal en Meta, mal en Amazonas. Y si bien el presidente Duque se ha mostrado competente y ha tomado decisiones convenientes y acertadas, no está del todo claro si el éxito en el manejo de la pandemia se debe a la gestión gubernamental o si solo ha sido suerte, pues en todo el mundo los efectos del coronavirus han sido sumamente irregulares, siendo muy virulento en países que han tomado todas las medidas recomendadas y casi inocuo en países donde no han hecho nada.
En cuanto al caso de Antioquia, se puede decir que los buenos resultados son más fruto del alto sentido de pertenencia de sus habitantes y el grado de desarrollo de su institucionalidad que de la gestión de sus mandatarios más visibles, el gobernador de Antioquia y alcalde de Medellín, quienes se vieron abocados a enfrentar esta situación estando recién desempacados, pues asumieron sus cargos el pasado 1 de enero. Roma no se hizo en un día, y el alcalde Quintero no puede reclamar para sí hechos como el que varias universidades estuvieran desarrollando ventiladores, que empresas de neveras y motocicletas transformaran su línea de montaje para la producción de los mismos, que otras firmas hicieran una contribución económica para el desarrollo de estos equipos y para donar unidades de cuidados intensivos, o que la mayoría de la población se comportara con el mismo comedimiento que exhibe en el impecable metro de la ciudad.
No obstante, si algunos mandatarios no son culpables de sus logros, otros sí lo son de sus fracasos. Es difícil pedirle disciplina a la gente de Bogotá, para que se mantenga en cuarentena, cuando la señora alcalde y su señora esposa son tan acuciosas para violarla de manera flagrante. Uno no entiende cómo esta señora alcanza altísimos niveles de calificación en las encuestas en momentos en que se han destapado numerosos contratos de dudosa transparencia firmados por su administración en los últimos meses.
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A Claudia López solo la mueve la ambición de poder. Ahora su afán es usar la crisis sanitaria para catapultarse políticamente con medidas demagógicas y actitudes populistas. Eso de que ‘mi alcaldía de izquierda tiene que enfrentar a un gobierno de derecha que solo quiere reabrir a toda costa poniendo en peligro la vida de mis pobres’, es la narrativa más grotesca que político alguno haya expresado en el país. Ni Petro se había atrevido a tanto.
Es obvio que a los comunistas les importa un comino arruinar la economía, pues es uno de sus objetivos. Pero muchos incautos que creen que la cuarentena debe mantenerse hasta que haya una vacuna, deberían leer un informe de la revista Time titulado ‘Por qué el coronavirus podría causar que millones de personas pasen hambre, aunque haya suficiente comida para todos’. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU ha advertido cómo la pandemia está interrumpiendo profundamente el suministro mundial de alimentos en casi todos los niveles, y si no se reactiva la economía y se restablece la cadena, habrá hambre y muerte. Es que recobrar el aparato productivo no es un capricho de mentes neoliberales, sino un asunto de supervivencia.