El gran poeta venezolano Rafael Cadenas ha recibido en España el premio Reina Sofía la mayor distinción que en lengua castellana se otorga a una obra
La dedicatoria de Juan Ramón Jiménez se daba en España en momentos históricos en que las masas en estampida, a medida que daban rienda suelta a sus desmanes, reclamaban su supuesto derecho a destruir desenfrenadamente lo que consideraban el orden burgués o las razas inferiores. Los desmanes que se cometieron en la Unión Soviética llegaron a extremos de inconcebible barbarie contra iglesias, obras de arte, un gran patrimonio histórico, en una orgía que el mismo Lenin tuvo que detener. Durante la Guerra Civil española estas mismas chusmas se dedicaron al pillaje, al asesinato de quienes consideraban sus enemigos, cerca de 11.000 personas fueron fusiladas por las llamadas Checas en Madrid. Lo que vino a recordar Juan Ramón es que la poesía es un acto de afirmación cuando la montonera atentaba en Europa contra la libertad de pensar. Naturalmente a los defensores de esas hordas la dedicatoria de Juan Ramón les pareció ofensiva. Pero la aparición del individuo constituye la gran conquista de lo humano frente a la irracionalidad de las ideologías políticas convertidas en profecías banales por demagogos de ocasión. Ya en esos momentos aparecía el texto premonitorio de Ortega y Gasset La rebelión de las masas que hoy mantiene aún su magisterio en el pensamiento mundial. También la luminosa lucidez de Elías Canetti nos aclaró en ese texto decisivo Masa y poder lo que significa dejar de ser un individuo para ser devorado por el magma de las masas, después de ser testigo de lo que significó la nefasta irrupción de los totalitarismos, la traición de muchos intelectuales a la defensa de las libertades lo que condujo a la catástrofe de la civilización. Fue el exilio, la muerte, la tortura de los espíritus libres que no claudicaron ante la fuerza bruta revestida de nacionalismos como recientemente lo fue la violencia etarra y su cadena de crímenes y atropellos y hoy lo es la xenofobia catalana y su “raza superior”. Porque lo peor para ese ser masificado no es sólo perder su libertad sino el aflorar en él de un sórdido resentimiento una vez que comprueba que carece de inteligencia y sensibilidad y se refugie en el ejercicio de su oscura capacidad de revancha. La imposición del terror permite que la delación, la traición contra los colegas, los amigos, se disimule como una justificación política. Veo, discreto, dueño de la soledad del verdadero orgulloso, a Eugenio Montejo cuya inmensa poesía despertó de inmediato la envidia de los funcionarios chavistas que trataron de anularlo sin saber que su verso era ya una llama perenne.
Acabo de leer emocionado que el gran poeta venezolano Rafael Cadenas ha recibido en España el premio Reina Sofía la mayor distinción que en lengua castellana se otorga a una obra. Cadenas cada semana en distintos barrios de Caracas ha leído un poema como afirmación de la resistencia de la poesía contra la opresión. No voy, desde luego, a dar los nombres de los funcionarios que al traicionarlo traicionaron la poesía envileciendo la figura del poeta, convirtiéndose en bufones de Chávez y Maduro. ¿Seguirán escribiendo para las “masas populares” negándose a ver este terrible drama humano que vive un pueblo al cual supuestamente iban a redimir y que huye de su patria porque se muere de hambre? Puede detectarse en la poesía de Cadenas cierto escepticismo propio de la feroz lucidez de su mirada interior, pero su poesía cargada de ironía certifica que la fuente de todos los escepticismos es precisamente la palabra con que todo pueblo ofendido responde a sus tiranos, con que a través de las solas armas de la inteligencia logra burlar el cerco de los censores. Con su familia Cadenas apenas sobrevive con su exiguo sueldo pero nunca se ha doblegado ante el sátrapa.