Es la hora de un alto en el camino. Es el tiempo de reconstruir y no de destruir. Es la gran ocasión de hacer posible la paz, por lo menos con quienes así lo quieren y que están dando muestras palmarias de cumplir lo que pactaron
Iván Márquez, Romaña, alias el paisa y un puñado supuestamente reinsertados en el proceso de paz con las Farc, le han notificado a Colombia que se rearman y vuelven a la guerra. Independientemente de la capacidad militar que puedan tener, no deja de ser una mala noticia para el país. Lo deseable es que se hubieran consagrado a consolidar el proceso de paz, pero lamentablemente con ellos no fue así.
Creo que no es el momento de los señalamientos o las retaliaciones entre los dos sectores que polarizan a la sociedad colombiana. Es hora de la unidad y del respaldo a las instituciones y de reclamarles a éstas que se dediquen con esmero a consolidar la paz con los que realmente la deseen y han dado muestras de seriedad y compromiso. No podemos negar que una parte importante de exguerrilleros, ¡y bien importante! por su número y por su calidad, vienen respetando los compromisos adquiridos. A esos hay que cumplirles y todos contribuir a su reinserción a la vida civil.
Indudablemente a los disidentes del proceso de paz, a los que volvieron a coger las armas, les tiene que caer el Estado con toda contundencia y derrotarlos militarmente. No se puede ser débil, ni permitirles reclutar más gente o dejarlos prosperar por inacción del Gobierno. Si cuando se firmó el acuerdo de paz no se coparon los territorios dejados por las Farc, hoy no se puede cometer el error de dejarlos crecer libremente para que puedan hacer daño a las gentes o a la infraestructura o riquezas del país. No perder de vista que es una nueva guerrilla, encabezada por cincuentones y sesentones que ya poco les pueden ofrecer a los jóvenes para atraerlos, fuera de utilizar la fuerza y el dinero de la ilegalidad, que seguramente ampararán y protegerán.
Creo y estoy convencido de que los primeros responsables de la decisión de Iván Márquez y compañía son ellos mismos, que han decidido romper los acuerdos y volver a las armas. Pueden existir en el establecimiento voces radicales contra el proceso, pero, así como el 90 % sigue respetando y acatando lo firmado, ellos bien pudieron hacer lo mismo. Ayer, leyendo los escritos en las redes sociales de los que permanecen leales a la firma de los acuerdos, entiende uno que existe una verdadera convicción de que la paz es el único camino que le queda a Colombia y que la guerra debe ser cosa del pasado.
Rescato también de esos escritos el contundente rechazo a la lucha armada, ya en desuso hoy en el mundo.
Haría una invitación a quienes han tenido posiciones muy radicales frente al proceso realizado con la Farc para que se dediquen con esmero y cariño a colaborar en la implementación del proceso y así evitar que la guerrillerada deserte y termine engrosando las filas de Márquez y compañía. Sería una gran ayuda para el presidente Duque Márquez.
Es la hora de un alto en el camino. Es el tiempo de reconstruir y no de destruir. Es la gran ocasión de hacer posible la paz, por lo menos con quienes así lo quieren y que están dando muestras palmarias de cumplir lo que pactaron. Nuestros hijos y nuestros nietos merecen una vida tranquila, una patria en calma y sosegada. No les dejemos el inicio de otra confrontación.