50 años de El caso Posadita 

Autor: La Urna Abierta
21 abril de 2018 - 12:08 AM

Eso de “terrible” también ha alimentado el amarillismo y, conjuntamente, ha perpetuado un sinnúmero de imaginarios entorno a la violencia contra las mujeres. 

Laura Cristina Aguirre Montoya

Medio siglo ha transcurrido desde el asesinato de Ana María Agudelo Ramírez y hoy día su muerte continúa generando una gran conmoción en nuestra ciudad. Dadas las circunstancias en que aconteció, este caso ha sido categorizado como el “crimen pasional” más terrible de Medellín. Sin embargo, como veremos, eso de “terrible” también ha alimentado el amarillismo y, conjuntamente, ha perpetuado un sinnúmero de imaginarios entorno a la violencia contra las mujeres. 
Morbosamente todos queremos saber dónde, cómo, por qué, por quién y en cuántas partes fue descuartizada Ana. El resto de la “historia” la omitimos. Y aunque lo pasemos por alto, le cuento que —siguiendo el relato que el historiador Jorge Betancur (2013) realiza de este suceso— María Agudelo tenía 23 años, dado el aspecto de su nariz, su apodo era “Ñatica”, era la mayor de sus hermanos, vivía en Manrique —cerca de Campo Valdés— en compañía de su madre, María Nazareth, y sus dos hermanos menores, Norela y Jaime y era quien costeaba los gastos económicos de su familia. Además, tenía una pareja, Omar, con quien se iba a casar y desde los 19 años, a partir de agosto de 1965, laboraba como ascensorista en el lugar donde uno de sus compañeros de trabajo la mató. 

Lea también: 61 homicidios en contra de mujeres se presentaron en 2017 en Medellín
El domingo 13 de octubre de 1968, la señorita Ramírez fue asesinada en El edificio “Fabricato”. Su muerte fue extremadamente violenta: el cuerpo fue cortado en un sinnúmero de pequeños trozos que fueron escondidos, mezclados con cemento y cernidos a los muros del sótano de su lugar de trabajo. Lo anterior, hizo de este caso un suceso sensacionalista al cual, incluso, algunos periodistas se atrevieron a asignarle una cifra al desmembramiento de la víctima. Unos refieren que fue despedazada en cien partes; otros se atreven a certificar que fue el doble. Y todo reside en ello, en enunciar los detalles del hecho y, a la vez, en obviar o, peor aún, enmascarar las razones reales del mismo.
Ahora bien, como ejecutor de este crimen fue acusado Antonio Saldarriaga Posada, el entonces celador y aseador del edificio, reconocido bajo el sobrenombre de “Posadita”. Dado este panorama, a partir de entonces, su caso ha sido conocido públicamente como El caso Posadita, El crimen del sótano”; Anita la descuartizada; El crimen del edificio Fabricato, y, en último lugar, La ascensorista del Fabricato. Siendo el primer calificativo el más divulgado por los medios de comunicación masiva.

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Desde entonces, varios escritores, músicos, periodistas y hasta directores de cine se han  encargado de divulgar tal crimen bajo la categoría de “pasional”. Con ello, hemos señalado que aquello que impulsó al agresor a cometer el homicidio fue el “amor” no correspondido, el exceso de éste y la celotipia que supuestamente le procuraba la víctima. De este modo, en Medellín, como en muchos otros lugares, aunque actualmente rechacemos las formas de violencia contra las mujeres; paradójicamente, también continuamos justificando, legitimando y perpetuando,  actos tan degradantes como éste bajo imaginarios como los antes mencionados.
Finalmente, señor lector, tras 50 años del asesinato de la señorita Agudelo, vale la pena que nos preguntemos dos cosas: ¿por qué al asesino de ésta aún se le nombra bajo el diminutivo —con cierta connotación de ternura— de “Posadita”? y, no menos importante, ¿por qué lo que hace relevante este caso, aún en la actualidad, es en cuántas partes fue desmembrada la víctima y no el hecho de que en aquel sótano fue una persona —una mujer— la que murió? 


Referencia.

Betancur, J. (2013). 1968. Ana Agudelo y Abel Antonio Saldarriaga. En: Déjame gritar. Bogotá: Planeta, pp. 149-206.

*Estudiante, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia 

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