Después del severo impacto del huracán Irma en la región del Caribe, el huracán María trajo consigo graves consecuencias humanitarias, llevándose decenas de vidas en su devastador camino y aumentando el número de niños y familias que necesitan apoyo inmediato.
"Mamá, no llores", dice Adriana de cuatro años, con lágrimas en los ojos, mientras el río desbordado corre amenazador por debajo de sus pies y entra en su casa. "El huracán se tranquilizará", agrega tratando de consolar a su madre.
Huracanes, terremotos, volcanes en erupción, inundaciones. Los desastres naturales en América Latina y el Caribe en 2017 han dejado más de 357.000 niños en situación de necesidad inmediata de ayuda humanitaria.
Abigail Walsh, tras las palabras de su pequeña hija, se derrumbó en lágrimas. Eran las 8:00 p.m. y el huracán María acababa de empezar a desatar su fuerza de categoría cinco sobre la isla de Dominica sin piedad. De repente, la luz de la casa se apagó.
Con el agua hasta las rodillas, Adriana no pudo encontrar a su madre en la oscuridad de la habitación. El ruido de la lluvia, los fuertes vientos y el furioso río era ensordecedor, pero Adriana podía oír su corazón latir como tambor.
Las puertas y ventanas se rompieron y un torrente fangoso irrumpió en la casa. Rápidamente, Abigail agarró la linterna del teléfono celular y encontró a su hija casi arrastrada por la corriente. Agarró la mano de Adriana, trepando por el barro y los escombros, y la llevó a ella y su hijo de tres años, Akeanno Joseph, sobre sus hombros hasta la sala del hogar.
Aferrados a su madre, quien durante más de 40 minutos estuvo de pie sobre una mesa, Adriana y su hermano sobrevivieron a las crecientes inundaciones del huracán.
Sin embargo, el drama, las afectaciones y consecuencias que vienen tras un desastre de esta magnitud no son fáciles de reparar.
Así lo manifestó Maria Cristina Perceval, directora Regional de Unicef para América Latina y el Caribe, quien en diálogo exclusivo con EL MUNDO expresó la “urgente necesidad” que tienen estos niños y sus familias de recibir agua potable, protección, apoyo sicosocial y servicios de salud y nutrición.
“En estos lugares que han sido terriblemente afectados Unicef ha llegado y ha instalado lo que denominamos Espacios Amigables para los Niños”, en los cuales queremos brindarles a ellos y a sus familias todo el apoyo que necesitan, porque hay miedo, hay incertidumbre, hay pena”, destacó la funcionaria.
Y aunque en la región también hay coraje, optimismo y esperanza, la presencia de la Unicef, dice Perceval, “se hace indispensable para garantizar el abastecimiento de carpas, tiendas, agua potable y elementos didácticos y pedagógicos para todos estos pequeños que han padecido y sufrido la furia de la naturaleza en los lugares donde habitan, crecen, sueñan, juegan y se educan”.
Aunque la comunidad internacional, expresada y representada en las Naciones Unidas, está haciendo “un esfuerzo grande” para cooperar y brindar ayuda humanitaria a todos estos niños, desde Unicef apelan el buen corazón y lucidez de los latinoamericanos y caribeños “para no desamparar a nuestros menores”.
“Pasan tantas cosas en el mundo que muchas veces nos olvidamos de lo que pasó ayer debido a lo que está pasando hoy. Por eso, humildemente pero con mucha ternura, les pedimos a todos los habitantes de América Latina y el Caribe su solidaridad, pues necesitamos nueve millones y medio de dólares, que no tenemos actualmente, para que estos niños, niñas y sus familiares puedan seguir accediendo a los servicios de salud, educación protección y, especialmente, de agua potable”, explicó la directora regional.
Y continuó: “mi llamado es a que cuando pensemos en comprar un sándwich o una bebida, pues también pensemos en que eso se podría transformar en nutrición y en un vaso de agua potable para estos miles de niños que hoy lo han perdido todo. Un poquito de cada uno no le hace mal a ninguno, por eso los invito a ingresar a www.support.unicef.org y, con su aporte, ayudarnos a garantizar la materialización de los derechos de estos niños, niñas y adolescentes”.
Finalmente, Maria Cristina Perceval, utilizando una metáfora para describir todo esto que está pasando en América Latina y el Caribe, aseguró que “a pesar de que la madre naturaleza ha causado tantos estragos, jamás podrá derrotar el poder del hombro de una madre para mantener a sus hijos con vida. Necesitamos más hombros para ayudar a la región a ponerse de pie”.