El movimiento ciudadano Bogotá para la gente surgió como una voz de protesta ante las decisiones tomadas en tres oportunidades por el Consejo Nacional Electoral y en una por el Consejo de Estado, de negar la personería jurídica al Nevo Liberalismo
Como lo mencioné en mi columna de la semana pasada, las elecciones del 27 de octubre mostraron que en nuestro país es posible hacer política de otra manera. Allí destaqué la importancia de las votaciones en Bogotá y las victorias en Medellín, Cartagena y en el departamento de Sucre.
En Bogotá, la candidata Claudia López avalada por el partido Verde y el Polo Democrático Alternativo; y el candidato Carlos Fernando Galán inscrito por firmas, avalado por el movimiento ciudadano independiente Bogotá para la gente, alcanzaron más de un millón de votos. La victoria de López por tan sólo 86.000 votos muestra que la ciudadanía pide y exige un cambio sustancial en la política nacional. Ya no quiere más desgaste ni enfrentamientos entre la izquierda y la derecha, busca una opción de centro que verdaderamente una al país.
Bogotá para la gente tiene como origen el galanismo y el Nuevo Liberalismo. Ideología y partido político que, debido a la incesante y sangrienta campaña de exterminio en su contra, sufrió una persecución sistemática y masiva por parte del narcotráfico, agentes del estado, paramilitares del Magdalena Medio y un sector de la clase política, que impidieron que continuara con su visión de país y sus ideales liberales de democracia, equidad, libertad, educación y nuevo Estado incluyente y en paz.
El movimiento ciudadano Bogotá para la gente surgió como una voz de protesta ante las decisiones tomadas en tres oportunidades por el Consejo Nacional Electoral y en una por el Consejo de Estado, de negar la personería jurídica al Nuevo Liberalismo, sin tener en cuenta la realidad jurídico-política del país, lo que afecta nuestra torpedeada y cooptada democracia, donde el cierre de espacios de participación ha sido la regla general durante décadas e incluso siglos.
La negativa de personería jurídica del Nuevo Liberalismo desconoce la voluntad de más de un millón de electores que son el supremo juez de la democracia y los ideales galanistas. Es necesario que la balanza se equilibre hacia la ciudadanía, en consonancia con los resultados electorales y lo que sucede diariamente. De lo contrario el país político seguirá desconectado del país nacional, lejos de las necesidades y la realidad de la Colombia que elige al país político.