Por: Dora Nicolasa Gomez Cifuentes

Hace casi cuatro meses el Gobierno Nacional declaró la emergencia económica, social y ecológica generada por la pandemia covid-19.  Se encendieron las alarmas, se instauraron algunas medidas sanitarias y económicas. La situación de pandemia desnudó nuestras heridas y al caer las vendas, la desigualdad, el desempleo, la informalidad, la pobreza y hasta la corrupción de algunos gobernantes, se hicieron groseramente más visibles y sorprendieron a muchos que no tenían idea del país que habitamos.

Las primeras semanas era noticia el gran número de personas que desde las zonas más marginadas de las grandes ciudades pedían a gritos ayuda para poder alimentarse; ahora, cuando la situación debe haberse agravado peligrosamente ya ni siquiera se informa en la prensa nacional.

Y es que la situación social y económica del país no era positiva en ese momento, según cifras del Dane el desempleo en el país alcanzaba una tasa de 12,2% en el mes de febrero, mientras la informalidad laboral llegaba al 46,7% en general y a 47,9% en ciudades y áreas metropolitanas (DANE, 2020). Tomando solo estos dos indicadores podría preverse, sin mayor análisis, que las condiciones de los hogares colombianos eran precarias y difícilmente alcanzaban los ingresos requeridos para satisfacer las necesidades básicas.

Para el caso de Antioquia, que precisamente no es el departamento más pobre, según los resultados del Perfil Alimentario y Nutricional de Antioquia 2019, excluyendo Medellín, cerca del 70% de los hogares se encontraban en inseguridad alimentaria (ISAH) (UdeA, 2019). Esto significa que, de cada diez hogares del departamento, en siete de ellos las personas no logran hacer las tres comidas diarias, o se acuestan con hambre o no saben si tendrán alimentos disponibles al día siguiente.

Para el mes de mayo el Dane  reporta una tasa de desempleo a nivel nacional de 21,4% y de 24,5% en 13 ciudades y áreas metropolitanas (DANE, 2020), cifra que seguramente es engrosada no solo por los informales sino también por muchos que perdieron su empleo durante el período. Este incremento en 8,2 puntos porcentuales nos indica que las condiciones de los hogares durante estos meses han empeorado y si el poder adquisitivo ha bajado sustancialmente, solo podemos esperar que la inseguridad alimentaria haya aumentado estrepitosamente y ya no serán siete de cada diez hogares los que terminen su día con hambre, sino otros más.

Es lógico que ante el número creciente de contagiados por covid-19 la preocupación de los gobernantes se enfoca en los sistemas de salud, el número de camas y ventiladores, el personal de salud disponible; pero subyace el problema cotidiano de millones de colombianos: ¿qué comeremos mañana? Y si bien este pareciera no ser un problema tan grave, los trabajadores informales no querrán quedarse en casa, las personas mal alimentadas verán menoscabarse su condición nutricional y consecuentemente su sistema inmune y, como está ampliamente demostrado, la pobreza y el hambre desembocarán en descontento y problemáticas sociales de distinta índole.

Al inicio de la pandemia y ante las manifestaciones de necesidad de ayuda se invocó el principio de la solidaridad, surgieron diversas iniciativas ciudadanas, de organizaciones y entes gubernamentales.  Transcurrido el tiempo es posible que esas iniciativas hayan decaído, pero es hora de que las políticas públicas se instauren con conocimiento de causa y con la perspectiva de superar desigualdades y evitar problemas mayores.

Referencias bibliográficas

DANE. (5 de julio de 2020). www.dane.gov.co. Obtenido de Empleo informal y seguridad social: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-informal-y-seguridad-social/empleo-informal-y-seguridad-social-historicos

DANE. (5 de julio de 2020). www.dane.gov.co. Obtenido de empleo y desempleo: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-y-desempleo

UdeA. (2019). Perfil Alimentario y Nutricional de Antioquia 2019. Medellín: UdeA.