Por lo tanto, hay que trazar la raya. A partir de ahora hay que trabajar solo para la derrota de la subversión. Ese tiene que ser el único y fundamental propósito de la política.
La democracia tiene que considerar el veloz paso de los días. Estamos adormecidos y apenas faltan 25 rapidísimos meses antes de junio de 2022, cuando se jugará la suerte definitiva de la república entre democracia y totalitarismo, entre libertad y colectivismo, entre civilización y barbarie…
En los últimos años, sobre todo después de la imposición, sobre la voluntad popular, de un orden supraconstitucional diseñado cuidadosamente para la transición al socialismo revolucionario, se ha tolerado en Colombia, de manera culpable, que toda la iniciativa política corresponda a la extrema izquierda, que no encuentra la menor resistencia por parte de las cada vez más débiles fuerzas del orden.
El avance de la subversión, admirablemente planificado, perfectamente ejecutado y generosamente financiado —tanto por el narcotráfico como por el acuerdo final con las Farc—, les ha permitido el control absoluto de la educación, la justicia, los medios masivos y de grandes partidos políticos. Además, se han infiltrado en el ejecutivo y solo les falta alcanzar la presidencia de la república…
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Con frecuencia, altos funcionarios se ufanan del cumplimiento del Acuerdo Final por parte del gobierno, mientras las Farc, sistemáticamente, se burlan de ellos y del país. Centenares de agentes cubanos actúan a lo largo y ancho, y dentro de tupidas sombras sigue la CESIVI, con representantes de Venezuela y Cuba, monitoreando los actos del gobierno nacional.
Por otro lado, las Fuerzas Armadas no pueden estar más desmoralizadas y desorientadas, como lógicamente sucede con una institución debilitada y socavada sistemáticamente durante ocho años, mientras se asistía a la comedia de La Habana, que duró todo el tiempo necesario para convertir Ejército, Armada y Fuerza Aérea, en tigres de papel.
No existe voluntad de resistencia: La clase política se ha resignado a esperar la toma electoral del país dentro de 25 meses. Piensan, quizás, que ese día se podrá alcanzar un modus vivendi con el narcocastrismo del “Foro de Puebla” y que todos podremos seguir tan contentos…
Cuando finalmente salgamos de esta crisis, el aparato productivo estará destrozado y el hambre y la miseria se habrán incrementado hasta niveles nunca soñados para la propaganda electoral, irresponsable y demagógica, de Claudia y Petro.
No es difícil, entonces, predecir que los dos primeros puestos en la elección de 2022 serán para la energúmeno y el señor de las bolsas. O para ella y Fajardo, candidato, al parecer, de Santos, si seguimos al garete…
Por lo tanto, hay que trazar la raya. A partir de ahora hay que trabajar solo para la derrota de la subversión. Ese tiene que ser el único y fundamental propósito de la política. De ello depende la salvación nacional, porque esta no puede lograrse aferrándose a un gobierno que llegará agotado al 2022.
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Es urgente, entonces, que alguien levante desde ahora la bandera de toda la inconformidad y la preocupación nacionales, con programas adecuados al momento, por encima de partidos y movimientos caducos, con voluntad irrestricta de ganar las lecciones para Congreso y Presidencia en el año definitivo de 2022.
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—Ante una togada rabieta. Pocas situaciones son más alarmantes, para la preservación de los vestigios del estado de derecho en Colombia, que la cooptación del poder judicial por parte de la extrema izquierda revolucionaria. Desde hace décadas, el personal judicial subalterno está sindicalizado en una central de obediencia comunista; y a partir del 2010, las “Altas” Cortes fueron colonizadas por ese mismo movimiento revolucionario.
Así se llegó a politizar la rama, hasta llegar al punto que las cuatro “Altas” Cortes están coordinadas dentro del plan revolucionario y fallan en cómplice seguidilla todo lo que se les ordena en favor de la toma del poder, o de la persecución a quienes se hayan opuesto a ese plan. Suponer imparcialidad en ellas es la mayor ingenuidad.
Es difícil saber cuál de las cuatro cabezas de la hidra judicial es más subversiva. Sin embargo, hay momentos en los que es imposible prevaricar plenamente con los subterfugios, sofismas, fraseología y fárrago habituales. Así acaba de ocurrir con la decisión de la Corte Constitucional, que permite la revisión de la sentencia del doctor Andrés Felipe Arias.
El exministro únicamente solicitaba la segunda instancia, a la que tiene derecho, reconocido hasta por la ONU, ante un tribunal imparcial. Pero la Corte Suprema de Justicia se manifestó inmediatamente con un comunicado rabioso y grosero, que indica con total claridad que de ellos no se puede esperar probidad ni justicia.
El texto de ese inaudito pronunciamiento, aprobado por todos sus magistrados, permitirá recusarlo. Otra cosa es que esas judiciales raposas acepten separarse de la revisión del juicio del doctor Arias; o que alguna vez fijen fecha para realizarla, porque al fin y al cabo, a Arias, que sigue detenido, se le niega el goce de los demás principios fundamentales de derecho penal por parte de la ladina Corte Constitucional… lo que, en realidad, no debe sorprender a nadie, en un país donde reos de delitos atroces y de lesa humanidad son congresistas.