¿Qué se ha hecho de la dignidad en nuestro país?
Para mi fue una conmoción descubrir que un edificio llamado Etemenanki, que existió por el año 1750 antes de Cristo en el reinado de Hammurabi en la antigua Babilonia, era esa misma edificación mítica con la que nos aterrorizó don Jonás Mendieta en las épocas de niños estudiantes, cuando nos habló de la Torre de Babel.
Histriónico don Jonás, nos pintó esa torre descomunal en el tablero: era una construcción de dimensiones irracionales, pues pretendía tocar el cielo. Una especie de abuso que Dios no estaba dispuesto a soportar y es por ello que boicoteó el proyecto.
Y entonces don Jonás nos leía la biblia en voz alta para reafirmar su tesis: “Pero Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban edificando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros»”.
Si señor, el muy intolerante de Yahveh confundió las lenguas. El proyecto fracasó.
Hoy ya se que el famoso edificio existió y no superó los 60 metros de altura, que el mito judeocristiano es precisamente eso, un mito; pero se también que la confusión persiste porque las palabras o van desapareciendo o cambian de significado.
¿Qué opina usted por ejemplo de la palabra dignidad?
En términos etimológicos se nos explica que proviene del latín dignitas, quien a su vez se origina en dignus (digno, merecedor).
En términos de nuestra lengua es un adjetivo que, ya profundizando, hace referencia a que “es proporcionado y correspondiente la condición o el mérito de algo o de alguien. Que posee dignidad, nobleza, decencia o decoro y se obra o comporta con ella. Se dice de una cosa, que se puede resignar o aceptar sin desdoro”.
También “hace referencia al valor inherente al ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creador, pues las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad”.
Finalmente uno entiende el concepto, pero la pregunta es: ¿cómo se aplica?, ¿qué se ha hecho de la dignidad en nuestro país?
Usted disculpe, pero cualquiera sea su posición ideológica, considera de verdad que un personaje como Nestor Humberto Martinez ¿ha sido un abogado digno, un fiscal digno?
¿Ostenta la condición de digno el señor Macías orondo presidente del Congreso de la República?
¿Son dignos los alcaldes y gobernadores que han sido atrapados in fraganti en actos de corrupción manifiestos o mintiendo de manera descarada sobre sus acreditaciones de estudios, inventando doctorados y hasta cartones de bachillerato?
¿Son dignos los senadores y representantes que defienden en manguala los proyectos de ley y los funcionarios que actúan en contra de los intereses nacionales y los derechos de las gentes?, ¿Es digno un personaje como el exprocurador Ordoñez?
De verdad ¿hay dignidad en quienes avalaron el ascenso del General Nicasio Martinez, comprometido en la barbarie de los falsos positivos? ¿Es digno el militar del ascenso que se le ha concedido?.
¿Actúa toda esa gente con nobleza, decencia y decoro?
Qué entiende usted y qué entiende toda esa gente por dignidad?
Una cosa tan elemental como recobrar el verdadero sentido a las palabras, puede ser una manera de dar comienzo a la revolución del “atreverse a pensar”.
¡Intentémosolo!