El periodista y escritor estadounidense, quien llegó a la ciudad para ser parte del Hay Festival Medellín, ha estudiado por años el concepto de memoria en las culturas y como esta afecta el futuro y renacer de las sociedades.
Decir que el pasado no se debe olvidar se ha vuelto un mantra, sobre todo en contextos de transiciones políticas. Pero, ¿aún resulta doloroso y contraproducente, hemos de aferrarnos a él? En su último libro, Elogio al olvido, el periodista y escritor David Rieff cuestiona el modo en que los pueblos tienden a relacionarse con su pasado.
Los artículos de Rieff, conocedor de temas de inmigración, conflictos internacionales y humanitarismo, aparecen en el New York Times, The Los Angeles Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, Le Monde, El País y otras publicaciones.
Él, hablará con el periodista y director de la Fiesta del Libro de Medellín, Diego Aristizábal, este miércoles, a las 6:00 p.m. en el Auditorio del Parque Explora. Esto conversó con EL MUNDO.
No soy un sacerdote, por eso no tengo mensajes sino argumentos. Desde hace muchos años he tratado de pensar el asunto de la memoria colectiva y la conmemoración, finalmente cuando empecé, descubrí que estoy muy de acuerdo con la frase de George Santayana que dice: “Los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”, pese a ello yo no estoy de acuerdo pero no lo planteo al revés, lo que planteo es que se debe considerar el caso por caso, es decir, que hay contextos políticos, morales e históricos en los cuales es absolutamente mejor recordar, pero hay otros casos en los que el olvido me parece preferible, más no ideal.
Hay dos proyectos diferentes, uno es el de la verdad, donde las víctimas quieren saber lo que pasó que es completamente normal y justo, por lo que es necesario establecer quién murió y en qué circunstancia, esto me parece absolutamente un imperativo en sociedades en la época del posconflicto.
Pese a ello, si hablamos de la verdad no hay problema pero si hablamos de la justicia sí, no en todos los casos pero sí en la mayoría, y este sería el segundo proyecto.
Tengo el más grande respeto por las víctimas por lo que veo que estas no tendrían que tener un derecho de veto sobre la paz y el futuro de un país, sus opiniones deben ser oídas y tenidas en cuenta de manera seria. Ese para mí es el gran error ahora.
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Depende del caso, yo siempre lo he planteado así, no hay una regla general. Ante esto, yo veo el tema de dos maneras ya que existe el perdón y el castigo y luego el perdón, que podrían parecer iguales pero son conceptos totalmente separados y no se sabe cuál es el central y se asemeja más al discurso de las víctimas.
En este momento hay víctimas y familiares de víctimas que incluso se están presentando al Congreso, eso es otra cosa, es un acto político que sirve para sanar sus heridas, ¿pero de qué hablamos cuando hablamos del perdón? Yo creo que en el caso del movimiento de derechos humanos siempre se habla del castigo, cuando en realidad en el caso de Colombia no hay vencedor ni perdedor y por ende no hay castigo.
Hay momentos en los cuales la memoria sirve como arma de guerra, como justificación moral para seguir con la guerra y el conflicto.
Quién iba a decir que el abuso se da cuando hay un uso colectivo. Lo que pasa es que todos dicen que son los buenos, y pasa en gran medida en la política, las Farc, Uribe, Santos, el movimiento de derechos humanos, todos se creen buenos. No hay muchos casos de un partido político que se presente como los malos, entonces es una lucha entre movimientos, partidos o naciones por quién es el más bueno.
En este contexto creo que hay momentos que uno tiene que revalorizar el olvido o al menos el silencio.
Yo tuve la idea de escribir el libro junto a otros proyectos, trabajos que buscan desmoralizar la memoria. Muchos hablan de la memoria desde un discurso religioso y creo que el movimiento para los derechos humanos es una laicización (de hacer laica) de una cierta tendencia de conformismo, es una secularización de la moral cristiana pese a que esa narrativa ha avanzado. Hay que salir de la historia, salir de esa generalización.
Depende, creo que depende de quién elijan en elecciones, depende del poder de la reconciliación política, para mí son asuntos prácticos que uno debe contextualizar en la política, el empirisismo y no en una visión sacramentizada de la sociedad.
Hay que avanzar y ver qué pasa con el Eln, si se siguen matando activistas en los pueblos, qué va a suceder con los paramilitares, etc… Yo creo que depende mucho más en saber qué va a pasar que de ideas sobre cómo pensar sobre el pasado.
Bueno, todo recuerdo es mortal. Hay momentos en los cuales asesinar, o al menos silenciar, los recuerdos pueden ser una buena cosa. Depende su contexto además, hay ciudades por ejemplo que nunca van a lograr olvidar, y hay momentos en los cuales el olvido es posible y otros no, en Irlanda pasó por 100 años pero en cierto momento la posibilidad surgió.
En el caso colombiano por ejemplo el olvido estaría muy difícil.