Se acaba 2016 y quedará en el imaginario de muchos como un año muy loco, expresiones como “se acaba o acaba con nosotros”, retratan el sentimiento trágico que lo acompaña.
Se acaba 2016 y quedará en el imaginario de muchos como un año muy loco, expresiones como “se acaba o acaba con nosotros”, retratan el sentimiento trágico que lo acompaña. Muchos han dicho que por ser bisiesto sacó lo peor de nosotros como especie y, adicionalmente, se llevó a los mejores exponentes de las artes y las letras. Un comentario emocional y trivial que de no ser por la fuerza de las redes sociales no hubiera sobrevivido una semana o al segundo día de la novena de aguinaldos.
Obviamente no es el único año bisiesto. Ocurre cada cuatro calendarios; pero sus semanas, días y horas siguen siendo igual de largas, la tierra sigue girando a la misma velocidad, así con la edad nos parezcan las horas más largas y los días más cortos. Pero el mundo sigue su marcha y la humanidad no se detiene. So pena de parecer fatalista habría que decir que aún quienes quisieron cambiar su destino estaban predestinados a ello.
Además de las razones particulares y las historias privadas que pudieron dar origen a la idea de que 2016 fue un mal año, se argumenta como prueba que la democracia se hizo una especie de harakiri con los triunfos del Brexit en Inglaterra, Trump en Estados Unidos y, obviamente, el No en el plebiscito colombiano. Un argumento de poco piso que resulta un irrespeto por los valores democráticos. Nos guste el resultado o no, la democracia se impone por mayoría. Si votaron engañados, si les faltó entender una responsabilidad histórica, si perdieron la esperanza o valoraron que era la mejor opción, lo cierto es que ganó la mayoría. Grande o poca la diferencia, equilibrada o no con las necesidades del momento, es la expresión del pueblo que en conjunto tiene que asumir el resultado y sus consecuencias.
En los tres ejemplos llama la atención que la voluntad popular se expresó en contra de lo que proponía el establecimiento y lo que recomendaron los medios. Algo estará diciendo ese “animal de muchos pies y sin cabeza” al que se refería Erasmo de Róterdam. Un mensaje que tal vez no hemos entendido, a lo mejor porque nos preocupamos más por tratar de explicar en qué fallaron las encuestas y las estrategias que en escuchar las razones de quienes inclinaron la balanza en otro sentido.
Igual de curioso resulta en perspectiva que después del traspié de las urnas, se registraron marchas multitudinarias en rechazo a la decisión mayoritaria. Algo así como una protesta masiva contra la decisión de la masa. Y nace la duda de si todas esas personas que marcharon o protestaron por las redes sociales, muchos de quienes hablan de un año raro, asumieron la responsabilidad de votar y motivaron una decisión semejante en su entorno, o solo se quedaron en la democracia virtual.
Otro argumento del año loco está en el accidente del avión del Chapecoense. Muy triste, pero prácticamente no hay año, bisiesto o no, sin por lo menos una tragedia de magnitud. Y claro, la cantidad de celebridades que se ha llevado 2016, además de las que falten de hoy a mañana. Un balance al que no nos hemos
escapado los años anteriores. Pero pocos llevan la cuenta de la tasa de celebridades muertas por año. En la evaluación anual siempre hay un espacio para adioses obligados; aunque con las redes sociales la despedida y el balance tienen también mayor eco y nos hacen lamentar sentidísimas muertes de gente que no sabíamos que existía o no nos acordábamos de que estaba viva.
Quedan pocas horas de un año que seguro recordaremos como trágico. Pero si no lo comparamos con los de las guerras mundiales, las torres gemelas o aquellos que signifiquen algo en nuestra historia personal, cobrará su dimensión en el recuerdo. Entre tanto hay que saludar el nuevo año que no será bisiesto, pero que traerá nuevos impuestos, nuevas angustias y nuevos desafíos. Dentro de 12 meses estaremos haciendo otro balance y otra lectura, pero seguro para algunos tampoco será un buen año.