El problema no está en las leyes ni en la Constitución, sino en las personas encargadas de aplicarlas
El país cree ilimitadamente en la virtud mágica de la Constitución y de las leyes. Que después las cosas sean distintas en la práctica, no importa. Tampoco que sus
artículos llenos de frases bien escritas queden como letra muerta. Así logramos el milagro de tener excelentes normas jurídicas y pésimas prácticas.
De ahí nació la tendencia a enfrentar cualquier tipo de problema con textos de una nueva ley. Si es buena y está redactada con limpieza se considera el remedio preciso. El legislador queda tranquilo. Y por supuesto el problema sigue vigente.
Le salió compañía, en Colombia, a la reina de corazones de Alicia en el país de las maravillas, que frente a cualquier circunstancia, grande o pequeña, comenzaba a gritar “¡que le corten la cabeza! ¡qué le corten la cabeza!” Lo que se dice una solución radical.
Pero al lado de esta pequeña y redondita soberana apareció otra que podría ser la reina de tréboles, también gritona, que frente a cualquier tema, bueno o malo, grande o pequeño, corre por todas partes pidiendo a gritos “¡que reformen la Constitución! ¡que reformen la Constitución!”
La tendencia se acentuó a propósito de la Carta de 1991 y sigue creciendo desde entonces. En el proceso de desinstitucionalización que vivimos cualquiera que proteste sabe que, por lo menos, sale del episodio con una tajada de la Constitución entre el bolsillo.
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¿Atropellan los derechos de los niños?
¡Reformen la Constitución!
¿Desconocen los derechos de los adolescentes?
¡Reformen la Constitución!
¿Se desbordó el gasto de las entidades territoriales?
¡Reformen la Constitución!
¿Las regalías no cumplen su propósito?
¡Reformen la Constitución!
¿Tres hombres quieren casarse entre sí, pero no encuentran funcionarios que celebraran la boda?
¡Reformen la Constitución!
¿A las guerrillas no les gustan unos artículos constitucionales?
¡Reformen la Constitución!
¿Las guerrillas quieren gobernar?
¡Denles un pedazo de la Constitución! Cuanto más grande mejor
¿Hay que cumplir unos trámites para reformar la Constitución?
¡Rápido, reformen los procedimientos para reformar la Constitución!
¿El clientelismo se come por dentro al Estado?
¡Reformen la Constitución!
¿Entra en crisis la justicia?
¡Reformen la Constitución!
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Y por supuesto ni los derechos de los niños se protegen mejor, ni las regalías se gastan como corresponde, ni se mejora la administración de justicia, ni las guerrillas dejan de pedir más, siempre más.
El problema no está en las leyes ni en la Constitución, sino en las personas encargadas de aplicarlas y seguirá presentándose, mientras el remedio no se aplique en el lugar donde radica la enfermedad.
Dios quiera que se encuentre el remedio que sea efectivo, para evitar que la reina de corazones llegue a recuperar su lugar, gritándoles a las desfallecientes instituciones: “¡Que les corten la cabeza!¡Que les corten la cabeza!”.